Durante los años en los que Edorta Kortadi, actual párroco de la basílica de Santa María y director del Museo Diocesano, ejerció como secretario general de Eusko Ikaskuntza, una escultura realista de medio cuerpo de Joxe Miel Barandiaran presidió su despacho. Fue un encargo que el propio Kortadi hizo al escultor Lorenzo Ascasibar, el “último” escultor figurativo clásico vasco. Cuando Jorge Oteiza entraba en aquel despacho y contemplaba la efigie de gran calidad que había esculpido Ascasibar, solía decir: “Qué gran escultor tenemos en el País Vasco”. Así lo ha contado el propio Kortadi en la rueda de prensa que ha tenido lugar este lunes, en la sala de exposiciones temporales del Museo Diocesano, donde ha presentado una muestra centrada en el trabajo sacro de este artista nacido en Elgeta en 1930. A la presentación también ha asistido uno de los mayores conocedores de este autor, Miguel Ángel Elkoroberezibar, responsable de un libro monográfico sobre el escultor.
A diferencia de artistas vascos de una generación anterior, que optaron por el camino de la escultura abstracta —tendencia que se asentó, sobre todo, en la segunda mitad del siglo pasado—, Ascasibar eligió una tradición escultórica por la que también transitaron otros vascos como Higinio Basterra o Julio Beobide, de quienes fue discípulo. Así, ha explicado Kortadi, este escultor jamás rehuyó de la “realidad” a la hora de abordar sus piezas. En la exposición del Diocesano no se encuentra el busto de Barandiaran, pero sí se exhibe una selección exquisita de piezas en madera, barro y acero, apenas policromadas, procedentes principalmente de colecciones particulares y también de varios centros religiosos de Gipuzkoa.
De hecho, un enorme paso tradicional de Semana Santa de la iglesia de Legazpi preside la estancia, la cual está rodeada de piezas más pequeñas y manejables.
Asimismo, la exposición exhibe una escultura de grandes proporciones que representa a Francisco Gárate, de la iglesia de Azpeitia, así como una efigie de la Virgen con Jesús recién nacido, procedente de la parroquia del Espíritu Santo de Ibaeta.
Además de La piedad de Bergara, a Ascasibar también se le debe el santoral del pórtico de la catedral del Buen Pastor, en Donostia, compuesto por santos locales como San Ignacio de Loiola, la Madre Cándida y otros personajes. El Cristo Resucitado, en madera tallada y de gran formato, realizado para la parroquia de Bidebieta-La Paz de la capital, es, según ha explicado Kortadi, una de sus obras más significativas.
Si bien la exposición es una muestra sacra, también incluye alguna pieza civil, acogida en la muestra debido a su importancia en la trayectoria del escultor. Es el caso del busto que realizó de Paco Zabalo y con el que, en 1949, ganó el Concurso de Artistas Noveles de la Diputación de Gipuzkoa.
En cuanto a su manera de trabajar, Kortadi señala que Ascasibar apostó por un realismo “mimético” y no tanto “ideológico”. “Es una escultura que hace referencia a lo que vemos y a lo que sentimos en una primera apertura de nuestros ojos hacia la realidad”, ha comentado.
Escultor de los Kennedy
Nacido en Elgeta, Askasibar se formó en Bergara, en el Museo de Reproducciones de Bilbao y en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Su gran capacidad para trasladar a lo matérico lo que ve el ojo, le llevó a recibir multitud de encargos e, incluso, a viajar a Estados Unidos a finales de los 50. Fue tan reconocido al otro lado del Atlántico, que la familia Kennedy le encargó un San Juan Bautista que se instaló en mausoleo situado en Nueva York, en el que yacen los restos del presidente asesinado por Lee Harvey Oswald.
A su regreso a Euskal Herria en los 70, se instaló en Gasteiz y volvió a los encargos, eso sí, dejando a un lado los trabajos de gran formato. Asimismo, también apuntó hacia lo minimal en su nuevo periodo artístico.