Graduada en Historia por la UPV/EHU, Maite Errarte está especializada en patrimonio material y museografía. Además, junto a su compañero Suberri Matelo, se ha encargado de la catalogación de la colección de Fermín Leizaola que guarda Gordailua. Ahora, además, ha relevado al conocido etnógrafo Fermín Leizaola como responsable del departamentos de Etnografía de Aranzadi.

¿Qué siente al tomar el testigo de Fermín Leizaola como responsable de Etnografía de Aranzadi?

Al principio me dio un poco de vértigo. Fermín ha estado en este puesto más de 45 años. Pero es ley de vida. Hay que coger responsabilidades, aunque es cierto que la sombra de Fermín es muy larga. Nosotros vamos a intentar hacer lo mejor posible.

¿Le ha dado algún consejo?

Fermín no es de dar consejos. Creo que confía en nosotros. Entre Suberri Matelo y yo hemos creado un equipo con el que creo que él se va tranquilo.

Les visitará, quizá...

Sí. Suele venir. Por ejemplo, los viernes trabajamos con unos voluntarios en la colección propia de Aranzadi y suele acompañarnos. Él sabe un montón y nos ayuda y nos asesora cuando no sabemos algo.

Han terminado de catalogar la colección que Leizaola les cedió. Más de 4.000 piezas que se conservan en Gordailua. ¿Qué hay en dicha colección?

Podemos encontrar diferentes objetos que reflejan muy bien la sociedad vasca tradicional: aperos de labranza; objetos de diferentes oficios como el de carpintero o el de albañil. Hay una colección muy importante también de tejas, que es muy curiosa. Puede parecer que no vale para nada, pero las diferentes pastas de las diferentes tejas nos demuestran a qué lugares corresponden y sus formas también son relevantes. También hay objetos relativos a la historia social de Euskal Herria... Un poco de todo.

¿Qué relato sobre Euskal Herria cuentan esos objetos?

Reflejan nuestro pasado. Los objetos materiales también cuentan historias. Se puede pensar que los objetos son cosas banales, pero lo que hacen es demostrar una historia tangible de nuestro proceso como sociedad y de su evolución.

¿La colección de Fermín Leizaola era más grande? ¿Tuvieron que hacer un cribado?

La mayoría ha ido a Gordailua, pero sí que hicimos una criba porque había muchos objetos repetidos. En ese caso, hemos seleccionado las mejores piezas o ejemplares.

Han tardado cinco años en catalogarla.

En 2019 comenzamos con la saca de objetos. Fermín los tenía en un caserío en la Sakana y Suberri Matelo, Fermín Leizaola y yo, con una furgoneta enorme, fuimos trayéndolos poco a poco a un taller de etnografía que Aranzadi tiene en el barrio donostiarra de Bidebieta. Estuvimos haciendo eso durante seis meses y terminamos justo antes de la pandemia. Hemos ido trabajando los objetos por bloques y donándolos así a Gordailua; no han sido los 4.000 a la vez.

¿Es usted tan coleccionista como Fermín Leizaola?

Practico mucho el desapego emocional y mi casa es muy escandinava. Lo hago conscientemente. Ya he aprendido del mejor maestro de la acumulación y prefiero no hacerlo.

Usted es graduada en Historia por la UPV/EHU. ¿Cómo accedió a Aranzadi?

Es curioso. Aranzadi ofrece en verano unas campañas de trabajo de arqueología. Desde el primer curso del grado entré en la órbita de Aranzadi como voluntaria. Es importante colaborar para que luego se acuerden de ti. Más tarde accedí a la beca de etnografía que ofrece Gordailua, entre 2018 y 2019. En ese momento se enlazó con la colección de Fermín y, como ya me conocía, me ofreció catalogarla. Empecé como voluntaria y me establecí con un contrato a raíz de estar. En este tipo de disciplinas te tienes que mover, ir a charlas, ser voluntaria y que te vean.

Para quien no lo sepa, ¿qué es la etnografía?

Es la disciplina que estudia y recoge las tradiciones y las costumbres de una comunidad determinada. Nosotros estudiamos la comunidad vasca.

¿Siempre habla del pasado o puede hablar del presente?

También puede hablar del presente. Es una herramienta para describir las comunidades o los diferentes tipos de sociedades, también las de hoy en día.

Se lo pregunto porque Fermín Leizaola siempre se centró en la sociedad tradicional vasca.

Cuando Fermín comenzó a hacer su colección, aproximadamente en los 60 del siglo pasado, tuvo una fiebre por recolectar objetos de una sociedad que estaba desapareciendo. Ahora, en el departamento, Suberri y yo damos importancia a otras cosas que a él le resultan muy cotidianas.

¿Por ejemplo?

Tambores de jabón, pastillas de jabón o cosas más industriales con las que él ha convivido y no las considera tan importantes de preservar. Sin embargo, a las generaciones más actuales, ya se nos hacen un poco ajenas y dignas de conservar antes de que se pierdan.

¿Siempre se necesita una perspectiva temporal?

Puede que dentro de unos 20 años, a algún joven, una Game Boy, algo con lo que yo he crecido, le parezca una reliquia que hay que proteger y guardar.

En ese sentido, ¿qué más objetos analizarán los etnógrafos del futuro? ¿Los memes? ¿Los móviles?

Los objetos electrónicos serán objeto de estudio. También las cosas más efímeras como los memes o los chistes de WhatsApp.

Será difícil conservar algo que no es físico...

Si empiezas a guardar todos esos archivos, te puedes volver loco. Dicen que el saber no ocupa lugar, pero sí que ocupa, sí (ríe).

¿En qué proyectos trabaja su departamento en este momento?

Una vez terminada la colección de Fermín, estamos centrados en la catalogación de la propia colección de Aranzadi, que en los últimos años hemos ido engrosando. Hemos recibido donaciones y hemos hecho pequeñas compras, y requiere también de un trabajo de limpieza, de catalogación, de registro fotográfico en una base de datos y luego ya almacenarla en unos almacenes especiales que tenemos aquí. En todas las labores de catalogación de la colección nos ayudan voluntarios que vienen todos los viernes y alumnos en prácticas de cuarto curso de Antropología de la UPV/EHU.

También colaboran con otras asociaciones que les ceden sus colecciones.

De hecho, hace un par de años o tres, Altza Historia Mintegia nos donó su colección particular, que se llamaba Ganbara Bilduma, que está centrada en objetos industriales, que es muy característico de Altza. Además, acabamos de terminar la primera etapa de la catalogación de la colección de Burdina Taldea de Andoain, que durante los últimos 20 años ha hecho una colección muy potente del valle de Leitzaran. Son voluntarios y carecen de recursos como para hacer un inventario potente. Les hemos ayudado, primero, a etiquetar 1.500 objetos. Durante los próximos años iremos a registrarlos gráficamente y a crear una base de datos para que, por lo menos, tengan un control de la colección que tienen, que es una pasada.

Me imagino que el problema principal en todos estos casos será el de la acumulación.

Es un problema que se está dando. En los 60 y los 70 hubo una fiebre por el coleccionismo e hicieron colecciones muy potentes, pero llegado el momento no han tenido relevo de quien quiera seguir con ello. En el caso de Fermín, es un privilegiado, porque la Diputación va a coger esa colección. Es un problema porque es gente que ha dedicado toda su vida y su dinero a una colección, que no saben qué va a ser de ella. Me imagino que genera incertidumbre.

¿Las fotografías también son objetos de interés etnográfico?

Por supuesto. En las fotografías podemos ver comportamientos, objetos etnográficos, ropajes... Imagínate que no sabemos para qué sirve un objeto. Si haces una búsqueda profunda en unos fondos fotográficos, que sabes que se ha dedicado a recoger la vida tradicional de Euskal Herria, puedes encontrar ese objeto en uso.

Me imagino que también habrá casos en los que un objeto que se ha guardado ha perdido su uso tradicional, pero este objeto puede ser reinterpretado para otros usos.

Los objetos también tienen valor estético. Puede que estos objetos sirvan de inspiración hoy en día a un diseñador o a un ingeniero para diseñar otro elemento. Hemos hecho un proyecto con un Grado de Joyería, donde los alumnos se han inspirado en objetos etnográficos para crear una nueva joya.

San Telmo, con Bitamine Faktoria, por ejemplo, tiene el proyecto HAU, un concurso de rediseño de objetos tradicionales vascos.

Está más dedicado, como dices, al diseño. Hay objetos que son muy aerodinámicos, muy ergonómicos... e invitan a crear algo nuevo.

Hablamos de la conservación, pero la divulgación será muy importante.

La Etnografía no es una ciencia que esté muy de moda. Tampoco hay demasiadas ayudas económicas como para investigar hoy en día los caseríos de algún lugar. Entonces, nos hemos centrado en la divulgación. Hacemos exposiciones, pequeñas publicaciones, que enseñen a la sociedad y a los jóvenes de hoy en día lo que fuimos y lo que seremos a partir de ello.

¿Por qué cree que la etnografía no está de moda?

No lo sé. Lo de los objetos es una cosa como pasada... El patrimonio inmaterial, por ejemplo, sí que está muy de moda: los carnavales, la danza, la bertsolaritza... Pero lo del patrimonio material se ha quedado un poco ahí. No sé si es porque le ha quitado protagonismo lo inmaterial. De hecho, las ayudas económicas de las instituciones están muy dirigidas a ello. Es cierto que hasta ahora no se ha valorado lo inmaterial y ahora parece que quieren compensarlo, cosa que me parece fenomenal.