La “deuda” que la sociedad tiene con el psiquiatra y escritor Luis Martín-Santos es una que difícilmente se puede “pagar”. Lo que sí puede hacerse es reconocerla y así reivindicar a este donostiarra nacido en Larache, Marruecos, en 1924. Es lo que pensaron sus hijos cuando, hace un tiempo, comenzaron a imaginar cómo se podía devolver la vida a su padre, fallecido demasiado joven en un accidente de coche en Vitoria en 1964. De esta forma, se dirigieron a la Biblioteca Nacional, que fue la que acogió por primera vez la exposición Tiempos de libertad, bautizada así por la novela que Martín-Santos nunca llegó a publicar y con la que se cerraba su trilogía iniciada con Tiempo de silencio.
Aquella exposición, adaptada para el espacio Laboratorio del Museo San Telmo, es la que puede verse desde este viernes en la institución. La directora de San Telmo, Susana Soto; el director de Donostia Kultura, Jaime Otamendi; la diputada de Cultura, Goizane Álvarez; el presidente de Acción Cultural Española, José Andrés Torres Mora; el comisario de la exposición, Julià Guillamon; y Luis y Rocío Martín-Santos, dos de los hijos del literato, han ofrecido una visita guiada para la prensa a una muestra que busca “explicar tanto al autor como a la obra”.
De hecho, el itinerario se inaugura con una primera edición de la novela que, según ha reconocido el comisario, les ha sido difícil de encontrar. Y es que el proceso de investigación para esta exposición, liderado por los hijos, ha necesitado de mucho tiempo y de recurrir a muchos archivos, entre ellos el de Oñati y el de la censura, ubicado en el Archivo General de la Administración de Alcalá de Henares.
Con una museografía algo “cinematográfica”, tras un primer apartado sobre los dos años de éxito de su novela —se publicó en 1962, dos años antes de su fallecimiento, y se convirtió en un éxito en círculos intelectuales y también en el extranjero—, la muestra salta a su infancia y juventud, a sus estudios en los Marianistas de la capital guipuzcoana. “Hizo una vida normal, como cualquier donostiarra”, ha contado su hijo. Su orla escolar, apuntes de medicina, fotografías con amigos y de la clínica de su padre en Egia e, incluso, una en el cortejo fúnebre de otro ilustre literato vasco: Pío Baroja. Martín-Santos y tres amigos viajaron hasta Madrid con un puñado de tierra de casa que añadir a la que cubriría su tumba.
Otro apartado recoge su actividad política clandestina como militante del PSOE y su compromiso por la democracia y la justicia social. La muestra rescata otra iniciativa de la que fue parte, la Academia Errante, una iniciativa que aunó en Gipuzkoa a intelectuales de distintas ramas para debatir sobre temas diversos, en unas jornadas que cambiaban de un municipio rural a otro —además de varias fotografías se exhibe un audiovisual—.
Para cerrar, la exposición habla de Tiempo de destrucción —la segunda parte de su trilogía— y de aquella que no pudo completar por su repentino fallecimiento. Ahora Martín-Santos ha vuelto a casa.