Al comienzo de la creación surgieron de la tierra las semillas, de las semillas los tallos, de los tallos las hojas y de las hojas los frutos y las flores. María Cueto (Avilés, 1960) recoge en los prados y los bosques de Berastegi, lugar donde tiene afincado desde hace años su taller de tejedora de semillas, y con ellas realiza tapices mágicos, transparentes, llenos de colores ocres, cinéticos, rezumando vibración y vida. Espacios para el ensueño y la fantasía: Semillas voladoras.

Y es que con tan pequeños materiales, semillas, ramas y hojas, María logra trenzar, coser y anudar hasta lograr con infinita paciencia entramados aéreos, sutiles, casi evanescentes, que dejan en la retina del espectador espacios envolventes que atrapan y se adueñan de nuestro interior. Sólo una obra de esta calidad puede surgir de un alma poética, ecológica, matérica, trasparente, que goza con la contemplación de la naturaleza, de los árboles, las hojas, las plantas, los verdes prados y las luces opalinas de los atardeceres de Berastegi. Surge así su serie El corazón del bosque, en la que cuelgan obras finísimas y casi translúcidas, universos en espiral, esfera y cono.

En sus caligrafías cinéticas podemos observar formas de la naturaleza, símbolos de la psicología profunda, círculos, cuadrados, triángulos, casi delicuescentes, trasparentes, efímeros, como en estado de tránsito entre la vida y la muerte, como en estado embrionario de algo que se nos muestra, se fuga y se nos escapa. Constelaciones, de entre las que queremos destacar su Constelación(2017), y Tapiz con signos. De lo micro a lo macro, de lo pequeño a lo grande, de lo efímero a lo duradero, hay en toda su obra un afán por construir un universo personal y colectivo, que nos lleva a plantearnos la raíz de nuestra permanencia y existencia en este mundo. La semilla o simiente de la que parte, desde la mas antigua Runcaria heinsenil hasta la más cercanas de su huerto personal, hay toda una profesión de fe, de que los seres humanos procedemos de las semillas y “del agua”. Debemos cuidarlas y respetarlas. Obras excelentes como Gota del agua (29014), Puente (2019) y, sobre todo, su Ola gigante (2014) y su refinadísima Medusa (2024), de diversas texturas, hacen de esta autora una de nuestras más complejas y creativas tapiceras-escultoras.

Nada más acertado, por tanto, que esta excelente exposición se muestre en el Centro de Recursos Ambientales de la Fundación Cristina Enea de Donostia, parque poco frecuentado y conocido por los propios donostiarras, regalado por el Duque de Mandas y su esposa Cristina Brunetti, que nos observan desde sus bustos a los que visitamos su casa.