Koldobika Jauregi, escultor de Alkiza que ha fallecido este domingo a causa de un problema cardíaco en su localidad natal, donde residía y trabajaba, admiraba el pensamiento de Henry David Thoureau, autor de obras como Del deber de la desobediencia civil y Walden. "Simplificad, simplificad" es el lema de Thoureau que Jauregi que hizo suyo hasta tal punto de tallarlo en una de las paredes de una cabaña que construyó, sin el uso de ningún clavo, en la década de los 90 con su esposa, la también artista Elena Cajaraville, y que es uno de los epicentros del museo Ur Mara de Alkiza, en que Jauregi tenía su taller, y en el que quiso aunar arte y naturaleza. Koldobika Jauregi, que inició su práctica artística en la década de los 70 y que tuvo como referente a artistas como Eduardo Chillida, se dedicó, principalmente, a la disciplina escultórica, si bien también trabajó la pintura, la obra gráfica, la videocreación y el arte performativo, entre otras. En su trayectoria protagonizó más de 150 exposiciones y en el momento de su fallecimiento se encontraba preparando una nueva muestra. Su obra se ha expuesto en ferias como ARCOmadrid, Estampa y la Feria del Libro de Frankfurt, al tiempo que varias de sus esculturas residen en museos e instituciones como el Insel Hombroich Museum de Alemania, IKB Deutsche Industriebank, en la Perfectur de Hyogo en Japón y el propio Guggenheim de Bilbao.

Jauregi comenzó su carrera de forma autodidacta, destacando en sus mismísimos comienzos. Así, en 1978 presentó una pieza al concurso IV Certamen Juvenil de Donostia, logrando el primer premio. Este hecho le impulsó para decidir dedicarse profesionalmente a la escultura. Durante la siguiente década comenzó a exponer en galerías de arte y también a formarse gracias a ayudas públicas. En 1986, por ejemplo, el Gobierno Vasco le concedió una Bolsa de Viaje con la que asistió a un simposio internacional en Bulgaria. Al año siguiente, le fue concedida una beca de la Diputación Foral de Gipuzkoa que le permitió formarse durante un año en Carrara (Italia), donde se introdujo en la escultura en mármol. No fue esta la única beca que recibió, dado que pocos años después, en 1990, el mismo Eduardo Chillida le concedió la Beca Zabalaga.

En 1991, San Telmo le dedicó la que sería su primera gran retrospectiva y durante esa década combinó la exhibición en galerías con la escultura pública. En 1996 se trasladó a vivir a Düsseldorf con Cajaraville, para una residencia especialmente fructífera que tuvo una duración de cinco años en el Museum Insel Hombroich, que puso en marcha el proyecto experimental Arte y naturaleza, que le permitió convivir e intercambiar experiencias artísticas con otros artistas. Fue allí donde se introdujo al estudio de filosofías orientales. Sus diversas periodos en tierras germanas le permitieron acceder y lograr aún más prestigio en el mercado internacional.

Con la llegada del nuevo siglo, continuó con varias exposiciones, tanto en Euskal Herria como en el extranjero. La más importante llegó en 2007, cuando el Guggenheim de Bilbao le abrió las puertas para participar en Laboratorios. Miradas en torno a la colección permanentes: Koldobika Jauregi.

Ur Mara

En 2010, por su parte, Jauregi inició un proyecto en el que estuvo inmerso hasta el mismo día de su fallecimiento. Se trata del Museo Ur Mara, situado en Alkiza, en unos terrenos boscosos que rodean su caserío-taller. Se trata de 17 hectáreas de tierra con un objetivo claro: "la trasmisión del arte", tal y como el mismo artista contó a este medio en una visita guiada privilegiada al espacio. La inspiración para Ur Mara, en la que Jauregi dispersó varias de sus obras más monumentales, vino, precisamente, de su residencia en Düsseldorf.

Koldobika Jauregi, en Ur Mara. Ruben Plaza

Jauregi invitaba a todo el que quisiese a pasear gratuitamente por sus terrenos y también invitaba a artistas a intervenir en este espacio sostenible -este museo al aire libre suele tener una asistencia media anual de 2.500 visitantes, de los que 500 proceden del extranjero-. De hecho, en los catorce años que lleva abierto más de 150 artistas de distintas disciplinas han desplegado su arte en Ur Mara. Pero el escultor no sólo invitaba a artistas, también tenían cabida en Ur Mara pensadores e investigadores universitarios.

Y también la música, mucha música. De hecho, aprovechando la existencia de una antigua cantera, la adaptaron como un auditorio natural en la que anualmente organizaba conciertos con agrupaciones como Alos Quartet o Euskal Barrokensemble.

Polémica por la escultura del fin de ETA

La obra de Jauregi tampoco estuvo exenta de polémica. Financiada por la sociedad civil, creó una escultura, que bautizó como Arbolaren Egia, que tenía como objetivo conmemorar el desarme de ETA. La pieza, de ocho metros de alto, cuatro de ancho y tres toneladas, simbolizaba un hacha invertida de la que florecía un árbol de su mango. La idea original era que lo que es la cabeza del hacha quedase enterrada bajo tierra. La escultura llegó a inaugurarse en 2018 en la explanada Roland Barthes de Baiona. No obstante, las críticas por parte de asociaciones de víctimas del terrorismo presionaron al Gobierno galo para que la retirase. Jauregi siempre defendió que se trataba de un monolito para una época de paz y que no ensalzaba la trayectoria de ETA. La escultura, finalmente, fue retirada, o "secuestrada", como decía Jauregi, y guardada en un almacén. No obstante, quien alguna vez haya visitado en Alkiza el museo del escultor fallecido, habrá podido ver varias de las maquetas de esta pieza.

Koldobika Jauregi, junto a la maqueta de 'Arbolaren Egia'. Ruben Plaza