Librero, galerista, asesor cultural..., es imposible resumir de una sola vez a Gorka Basterretxea. Tal vez el concepto de agente cultural sea el que mejor sirva para englobar todas sus facetas. Ahora, al tiempo que desarrolla otros proyectos, tiene buena parte de su mirada centrada en los actos del centenario del nacimiento de su padre, Néstor Basterretxea, un programa intenso en este 2024 aunque también se desplegará en el arranque de 2025.

Néstor Basterretxea, el artista. Vale, pero es que estamos hablando de su padre.

Sí, es una situación muy particular que tenemos los hermanos y yo en concreto porque soy al que han elegido para activar todas las exposiciones, actividades y homenajes que se están haciendo este año. No sería igual si el encargo fuese sobre un artista diferente. Esa carga emocional que tiene el hecho de que sea mi padre está más que presente. A la hora de organizar el programa del centenario, he pensado en cada momento: ¿qué me diría él? Creo que sé lo que no le hubiese gustado.

Por ejemplo...

En los planteamientos iniciales, yo me puse un poco firme a la hora de hacer entender que el centenario tenía que trascender para llegar a lo que él entendía como su país, que era Euskal Herria, que no se podía quedar relegado el programa a las tres provincias, sino que tenía que llegar a los siete territorios. Si algo tenía él era ese concepto de un país unido. Como yo le he conocido mucho más que otros comisarios, igual no lo estoy haciendo bien, pero sí desde una posición muy cercana.

Pero hay que saber mantener un equilibrio entre lo personal y lo profesional.

Sí, es una posición que tiene sus peligros. Ese componente humano, familiar, íntimo, me ha exigido más. Es que tienes que estar a la altura de tu padre, qué le hubiera gustado a él. De todas formas, es un camino que también he hecho con otras aportaciones y otros agentes culturales. Pero todo partiendo de esa base de qué es con lo que él hubiera estado a gusto.

Lo de ‘yo conocí a tu padre...’ se lo dirá todo el mundo, pero ¿cómo era Néstor Basterretxea?

(Risas) Sí, eso me lo dice mucha gente. Habla también de que él era de un carácter muy abierto, muy de estar con la gente, de divulgar la cultural, de hablar de lo suyo, de intentar que lo que hacía y pensaba llegase al mayor número de gente posible... Cuando hablo de lo suyo me refiero al arte, a la cultura, a la forma de entendernos desde puntos muy diferentes para construirnos y apoyarnos. Era un hombre con unas convicciones muy asentadas pero también abierto a otras ideas, a dialogar, siempre desde la cultura, desde un respeto.

Nestor Basterretxea, en su casa de Hondarribia Ruben Plaza

Su creatividad se desarrolló en diferentes campos, más allá de que hubiese un sello Néstor Basterretxea. Pero es cierto que su faceta de escultor es, seguramente, la más compartida por el imaginario de la ciudadanía, sobre todo por la presencia de sus piezas en plazas y calles.

No creo que sea lo que más le definía pero sí, como dices, es por lo que más se le conoce. Tiene mucha obra pública y es cierto que su trabajo escultórico ha tenido mucha presencia. La serie Cosmogónica Vasca, que se va a exponer en el centro cultural Montehermoso de Gasteiz dentro del centenario, es un hito. O la escultura del Parlamento Vasco. Efectivamente, tiene obras con las que se le identifica rápido. Pero ese sello que decías está presente en más lados. Y tiene obra que es poco conocida pero con una impronta Basterretxea muy, muy potente. Creaciones que, precisamente con el centenario, quiero que se conozcan.

Le pido un ejemplo.

Pues mira, la iglesia de Lasarte, aquí, a tres kilómetros de Vitoria. Cuando él estaba acabando la serie Cosmogónica Vasca, la Diputación Foral de Álava le encarga la iglesia de Lasarte. Por eso, cuando se abra la exposición en el antiguo Depósito de Aguas, vamos a hacer visitas conjuntas a los dos espacios porque hay aspectos muy interesantes. El encargo de la Diputación le hizo, de alguna manera, volver a esos primeros planteamientos que había dejado en los años 71 y 72 para meterse en la serie Cosmogónica Vasca. De todas formas, si me permites volver a lo de que se le conoce más como escultor...

Sí, sí, por supuesto.

Es que con esto del centenario hay mucha gente descubriendo esas otras facetas. La exposición de Bilbao, por ejemplo, sobre diseño industrial, mobiliario y arquitectura, es una maravilla que han hecho los comisarios Peio Aguirre, Pedro Feduchi y Pedro Reula. Ellos, que son expertos, nos han dicho que se han quedado sorprendidos del nivel que tenía Néstor Basterretxea. Incluso a mí me está viniendo bien este centenario para situar a mi padre y lo que hacía cuando yo tenía 9 o 13 o 15 años. Lo estoy descubriendo de otra manera.

¿Pero cuando usted o cualquiera de sus hermanos está, por ejemplo, es esa época de adolescencia, se es consciente de quién es Néstor Basterretxea de puertas hacia fuera?

En los años de inocencia, que la pena es que no duren más, no tienes esa idea. En la casa de Irun, con Oteiza, sí tengo un recuerdo de pasarlo muy bien porque era un espacio muy divertido, abierto, dinámico. Era una casa-taller a la que se acercaban otros artistas de distintas disciplinas pero también era un lugar para el barrio. Enseguida organizaban cosas, nos sacaban una tiza, un papel y a dibujar. Mucha gente de Irun me sigue diciendo lo bien que se lo pasaba allí. Cuando llegó la adolescencia, bueno, ya sabes, como todos, vas entrando en otras cosas (risas). Los padres de mis amigos no tenían esa presencia pública, eso es así. Una presencia que era para lo bueno y para lo malo. Pero como te decía, la vida te va pasando por encima y te olvidas de mucho de lo que te rodea. Sí, vale, él era artista. Ya está.

Imagen de la casa-taller de Basterretxea y Oteiza. | FOTO: AYUNTAMIENTO DE IRUN

Todo el día en el taller.

Trabajaba mucho en casa, aunque viajaba también lo suyo. Le recuerdo mucho en casa trabajando, pero yo casi ni le veía. Él estaba en su mundo, creando. De vez en cuando bajaba, ¿qué pasa chavales? y volvía a desaparecer. A veces sí te hacía cómplice de lo suyo, de lo que estaba haciendo, pero para estar tanto en casa no nos molestábamos mucho (risas).

Estas celebraciones a veces son un tanto hipócritas. Durante unos meses, todo el mundo se acuerda de X o de Y, y luego se baja el telón y llega un cierto olvido del homenajeado. ¿Para qué cree que, sobre todo, tiene que servir el centenario de Néstor Basterretxea?

Es verdad que mucha gente dice que los reconocimientos tienen que ser en vida. Cuando ya no estás, que te reconozcan, vale para los tuyos, para los que se quedan. En todo caso, este centenario tiene que servir para conocer mejor a un artista poliédrico, multidisciplinar. Tiene muchas facetas muy desconocidas. Creo que esto, de hecho, ya se está consiguiendo con la diversidad de propuestas que se están llevando a cabo. Además, Oteiza tiene su espacio, Chillida cómo no y para la familia sería bonito hacer un lugar en el que su obra estuviera recogida. Estoy pensando en Irun y en recuperar ese espíritu de casa-taller. Es decir, que no sea algo como un museo o algo muy establecido, normativo, sino que sea algo muy dinámico, que era lo que a él le hubiera gustado. Y, así, a partir de su obra poder desarrollar diferentes líneas, también pensando en otros artistas. Miguel Zugaza, el director del Museo de Bellas Artes de Bilbao, decía hace poco que esa casa-taller era un santuario de todos, un lugar en el que habían pasado muchas cosas importantes para la cultura del País Vasco, de España y de Europa. Él decía que eso había que recuperarlo. Yo creo que sería muy bonito que este centenario sirviera para que ese santuario se recuperase, se llenara de contenido y fuera motor de muchas actividades. Además, como él hacía fotografía, cine, escultura... el abanico de posibilidades es muy amplio para crear redes con muy distintas instituciones y entidades. Puede ser un lugar muy dinámico, divertido, interesante, activo. Espero que las administraciones sean sensibles a esa realidad, también gracias a este centenario. Sería bonito recuperar esa casa-taller y darle esa vida.

¿Cree que Néstor Basterretxea murió sabiéndose un artista apreciado y valorado?

Creo que sí. Hombre, apreciado... es un término un poco complicado (risas). Se murió sintiéndose una persona querida y para él eso era fundamental. Sí, se murió también con algunos cabreos como artista.

¿A qué se refiere?

Bueno, ya sabes, a quién se atendía más o menos, a qué realidad cultural había... Él eligió participar en cultura desde las instituciones cuando estuvo en el primer Gobierno Vasco. Aquello le acercó a la realidad que es la Administración. Para un artista, estar en esa especie de situación encorsetada todo el rato, fue complicado. Él y otros propusieron un montón de proyectos tras conocer experiencias de casas de cultura y centros cívicos en distintos países de Europa. Pero se encontraron con otra realidad y vieron que nunca era fácil poder conseguir algo de lo que proponían. El mundo del arte y de la creación es muy difícil. Y cuando ves y conoces algunas cosas desde dentro, más. Claro, no te digo ya ahora. Hoy, por ejemplo, a mí me parece increíble que haya tantos centros de arte mientas que el artista, que es el que produce, no puede ni vivir. Aquí no se destina dinero, no se lo creen, no hay tejido, no hay apoyo. No es algo que pase en otros países. Mira Francia. La precariedad del artista es alarmante.

Volviendo a la familia, el centenario es también ir y venir a inauguraciones, actos, encuentros con los medios...

Tenemos la suerte de que nos llevamos muy bien. Además, ¿cómo no vamos a ir a todos los actos? Por supuesto. A veces organizarnos para acudir a todo tiene su aquel, pero, en general, no suele haber problema. Además, es algo bonito, de agradecer. Y entre nosotros, a nivel íntimo hay planes de meternos algún día una pequeña mariscada para recordar lo bien que nos llevamos.