Usó el pincel y el óleo para hacer política y para luchar, frente al franquismo, primero, y contra el terrorismo de ETA ya en democracia; y eso le costó a Agustín Ibarrola la cárcel y ser perseguido. También la censura. Como la que sufrió en 1974 en Pamplona, y que impidió que el cartel ideado por el artista bilbaíno para la Feria del Toro de los Sanfermines de aquel año anunciara las fiestas.

Ahora, 50 años después, el boceto original de aquella obra frustrada que en su día fue dado por perdido se exhibe por primera vez al público, en la exposición que la galería madrileña José de la Mano dedica a Ibarrola (Basauri, 1930–Galdakao, 2023). El grito de Ibarrola, que se inauguró el pasado 8 de mayo y podrá disfrutarse hasta el 27 de julio, rinde homenaje a un artista esencial de la vanguardia española de la segunda mitad del siglo XX y reivindica su compromiso con la libertad, mostrando obras de gran formato y el original del cartel censurado, inédito, de los Sanfermines de 1974.

Sin una sola palabra, el cartel era toda una declaración de intenciones. Hay un toro y un grupo de figuras con el puño en alto. El primero nos lleva al Guernica de Picasso; el segundo, a la lucha obrera. Ibarrola nunca dejó de reafirmar sus convicciones políticas y su fuerte vinculación con el movimiento obrero durante la dictadura franquista”, afirma el galerista madrileño José de la Mano. El boceto en lienzo para el cartel se expone, por primera vez, tras la búsqueda realizada por este “arqueólogo” del arte contemporáneo que en 2021 presentó en ARCOmadrid la versión del Guernica de Ibarrola, otra pieza que se daba por perdida y que ahora forma parte de la colección del Museo de Bellas Artes de Bilbao.

En las obras reunidas en esta exposición, Ibarrola recurre a la figuración y al color para hacer referencia directa a la protesta social y al sufrimiento del pueblo obrero. Lo hace con un lenguaje de expresión geométrica en el que destaca la interrelación entre fondo y figura, uno de los pilares de la producción del artista desde su etapa como parte del Equipo 57. En algunas piezas introduce su característico juego de rayas, heredado de sus composiciones abstractas. “El legado artístico de Ibarrola es fundamental para comprender la evolución del arte vasco en la segunda mitad del siglo XX. Su extensa producción presenta una iconografía cargada de ideología, estrechamente ligada al movimiento obrero y a la lucha por la democracia. Este es el Ibarrola más auténtico”, explica José de la Mano.

Ibarrola ha sido, desde sus comienzos, un artista comprometido con su producción artística y con hacer de esta una herramienta de lucha y transformación social. Desde las primeras experiencias en colectividad a su carrera en solitario en los años 60 y 70, Ibarrola buscó que sus obras sirvieran a la democracia y la libertad en un momento de opresión política como fue el franquismo, aliándose para ello con las luchas obreras, por la amnistía y en contra de la dictadura”, destaca Jesús Alcalde, comisario de la muestra, añadiendo que “este compromiso político se explicitará más en su trabajo a partir de los Nuevos Guernicas, hasta llegar a una serie de obras en las que la lucha obrera, las masas proletarias y los puños en alto serán protagonistas de sus lienzos”. Estos últimos trabajos son los que ahora pueden disfrutarse en la exposición de la galería madrileña.

El cartel censurado: del rechazo de Oteiza a la censura de Ibarrola

La Comisión Taurina de la Casa de Misericordia de Pamplona, organizadora de la Feria del Toro, encargaba anualmente a un artista el diseño del cartel que anunciaba la celebración. Para el del año 1974, propuso a Jorge Oteiza (Orio, 1908–Donostia, 2003). Aunque el escultor inicialmente aceptó el encargo, lo acabó rechazando aludiendo a su falta de tiempo por motivos laborales. Recomendó en su lugar a Ibarrola.

Éste aceptó la invitación y mandó su boceto a la Casa de Misericordia en marzo de 1974. Una obra de figuración expresionista, caracterizada por una rotunda síntesis formal, que representaba de manera explícita los dos intereses principales del artista en aquel momento: el Guernica y la exaltación de la lucha obrera. Sobre un fondo negro (óleo sobre lienzo), Ibarrola pinta la cabeza del toro del Guernica en la parte superior de la composición.

Boceto del cartel que Agustín Ibarrola presentó para los Sanfermines de 1974 y que fue censurado N.G.

Incluye así un elemento que hace referencia a la Feria del Toro, a la vez que establece un poderoso vínculo con la obra picassiana a través de su iconografía. Un acto que denota el activismo político del artista, quien también dibuja a los asistentes con el puño en alto, como símbolo de unidad y resistencia, en la parte inferior del cartel y usando un lenguaje de influencia constructivista.

Y es que la producción artística de Ibarrola no puede entenderse sin su militancia en el Partido Comunista y su contribución al desarrollo de las Comisiones Obreras de Euskadi, que desembocaron en su encarcelamiento en dos ocasiones, entre los años 1962-1965 y 1967-1969. En prisión continuó pintando en señal de denuncia contra el régimen franquista. En este contexto, hay que recordar dos acontecimientos ocurridos pocos meses antes de la realización del boceto. En 1973, Ibarrola fue detenido tras anunciar públicamente que era miembro del Partido Comunista de Euskadi (PCE-EPK), durante una conferencia en la Facultad de Medicina de Bilbao. Y, por otro lado, las protestas obreras que prevalecían en toda España desde principios de los años 70 eran especialmente frecuentes en Navarra. “De tal manera que, en la sesión celebrada el 14 de marzo de 1974, los integrantes de la Comisión Taurina de la Casa de Misericordia decidieron rechazar el boceto del cartel de Ibarrola argumentando que su naturaleza reivindicativa no se alineaba con los fines lúdicos de la Feria del Toro, a pesar de reconocer su valor artístico”, explica la galería José de la Mano. Finalmente, el cartel fue diseñado por el pintor pamplonés Pedro Manterola.

Cincuenta años después, el espíritu de resistencia frente a las dictaduras grita desde un boceto que encarna la censura, para recordarnos que conviene no olvidar ciertos hechos si se quiere avanzar como humanidad, en el arte y en la vida.