La galería Arteko de Donostia abre el año con una muestra conjunta de dos autores, uno consagrado, Alfredo Alcain (Madrid, 1936), y otro emergente, Mathieu Piffeteau (Nantes, 1982), residente en Biarritz, con obras diferentes y sintaxis diversas, con algunos puntos de contacto entre las mismas.
Alfredo Alcain, uno de los mejores representantes del pop art, junto a Luis Gordillo y el Equipo Crónica, es conocido sobre todo a raíz de la lectura de los Bodegones de Paul Cezanne (1980), pero en su ya larga trayectoria ha dejado obras con componentes cercanos al cubismo (1990), al realismo social (1963) y, últimamente, a la abstracción geométrica, donde está plasmando obras notables, llenas de fuerza y de exquisito colorido (2000-2020).
Azul, negro, blanco, rojo, amarillo y verde son los colores planos que sirven de fondo a sus cuidadas composiciones tanto con figuras geométricas como rayas, manchas, y entrecruzados.
En sus grandes óleos, compuestos de figuras geométricas en movimiento y llenas de fuerte colorido, como Flotando en el azul oscuro, Flotando en el negro, y Flotando sobre el rojo, logra un alarde de formas llenas de color y de vida. Todo flota, y todo se mueve como en el universo mismo.
Pero donde logra mayores aciertos es en sus pequeñas composiciones sobre papel, papel de lija, tela, cartón y fieltro, llenas de líneas, manchas, entrecruzados, dinámicas y diagonales sobre superficies de colores planos, azul, verde, rojo, creando figuritas, circulitos y triangulitos de indudable exquisitez y magia. Son verdaderos caprichos de un gran dibujante, que siempre lo ha sido. Como lo son sus Butanitos, figuras de madera con cabezas de cuello de bombonas de butano y cuerpos cubiertos de brillantes colores.
La obra de Mathieu Piffeteau, artista autodidacta, se mueve en una onda lumínica entre el op art y la abstracción gestual, compuesta a base de pequeñas pincelas de colores degradados hasta lograr la intensidad lumínica deseada sobre formas geométricas circulares o rectangulares. Su trabajo posee algo de artesanal y reiterativo, que resulta más agradecido en sus pequeños formatos que en los grandes.
Con pocos colores y pequeñas pinceladas compone superficies llenas de luz y de matices. También cuando juega con una mayor gama cromática logra mejores resultados y en algunas obras de pequeño formato se acerca a algunas obras de Mark Rothko.