El pintor guipuzcoano Iñaki Gracenea (Hondarribia, 1972) presenta en la galería Alxerri un nuevo proyecto expositivo (La disciplina cura/Saiakera)a modo de ensayo, a partir de las ideas de disciplina, norma y de control del tiempo del individuo. Su trabajo se centra en el cuestionamiento de las imágenes que producen las estructuras de control desde la capacidad del arte para resignificarlas. Su trabajo en las últimas décadas ha tenido como eje la arquitectura de control y la historia de la arquitectura penitenciaria en diversas partes del mundo, exponiendo sus obras en diferentes lugares, y también entre nosotros, como el Museo San Telmo y Tabakalera, y habiendo cuajado en la publicación Cahier de Fleurs.

Los proyectos de sus últimas décadas se han movido especialmente en parámetros conceptuales sobre la violencia simbólica, y estructuras deshumanizadoras en espacios penitenciarios, y en la presente muestra el artista ofrece un conjunto de óleos sobre lienzo, dibujos sobre papel, serigrafía y pintura sobre papel, y varias pasta de papel, datados en el año 1923. Fuerza, salud, belleza anuncia a la entrada de muestra.

Por una parte, todo un mundo de repertorios geométricos, sencillos y sutiles, trazados y acompañados por la mano disciplinada del artista y, por otro, todo un ejercicio de cartelería humanizada con textos y proclamas libertarias. Es en sus repertorios geométricos, tanto de serigrafía y pintura sobre papel, como en sus pequeños óleos y acrílicos, donde Gracenea logra mayores cotas de complejidad y de fuerza cinética y pictórica. Porque no nos olvidemos que en el autor hay una vena pictórica, poética y subterránea del mejor calado, probablemente herencia subconsciente paterna, y que florece y aparece de manera sutil a la primera de cambio. Como celosías árabes y medievales, podríamos definir a sus pequeñas ventanas cuajadas de luces opalinas y de suaves rasgados.

Interesantes resultan también sus repertorios humanos carcelarios, escenas de ejercicios gimnásticos en el patio, ejecutados con una sintaxis mix, entre la pintura y la fotografía, y en la que la veta de la mejor pintura en grises vuelve a florecer de manera entreverada. Sus dibujos de lápiz sobre papel de diversos colores, azules sobre todo, y de diversas gamas de colores apastelados, denotan un alto grado de sensibilidad y de lirismo que aportan un grado de humanismo a una sintaxis conceptual y tecnológica que se presta a parámetros un tanto fríos y desangelados. Gracenea arriesga mucho, pero su obra viene consolidándose como una de las mas interesantes de las últimas décadas. l