Tras ‘Gaua’, ‘Zuri’ e ‘Islak’ ayer sacó a la venta su nuevo trabajo, ‘Pake pieza’, en la que sigue la estela de aquellos álbumes. 

Hace diez años que inicié un camino con Gaua, que luego siguió con Zuri e Islak. He apostado por músicas intimistas, pausadas, introspectivas, buscando espacios de sosiego como reacción a este ritmo loco en el que vivimos. 

Ha incluido más percusión que en los anteriores. 

Los dos primeros discos fueron con piano solo. Islak fue al 50%. La mitad del disco era solo con el piano y la otra mitad, también con batería. Y en Pake pieza todos los temas tienen batería excepto uno. Guardo esta trayectoria de piano más íntima para este proyecto. El aspecto más movido de la música, que también me encanta, lo trabajo con Elkano Browning Cream.

Ese tema es el primero, que se llama, precisamente, ‘Pake pieza’. Es una composición muy solemne. 

Pake pieza es un tema sin percusión, una especie de vals pausado. Le puse ese nombre porque refleja la placidez de un estado de paz que perseguimos y también muestra ciertas disonancias que recogen las dificultades para llegar a ese estado de paz.

Enseguida, en el segundo tema, ‘Urteak’, se introduce Karlos Arancegui con la batería. 

Urteak es un ostinato, un motivo musical que se repite una y otra vez, como se repiten los años. Tiene cierto aire nostálgico.

Atendiendo exclusivamente al nombre de algunos temas, como ‘Pake pieza’, ‘Elkartasun doinua’ o ‘Sahara eusten’, se entrevé una línea discursiva. ¿Es así?

El disco se enmarca en la troncalidad del camino que ya transité con los anteriores. Para mí la música es una herramienta muy útil para reflejar lo positivo. La concibo como algo necesario para estar mejor y mejorar. Al ser música instrumental, por supuesto, nos sumergimos en el mundo de la abstracción, aunque la melodía, claro, tiene mucha importancia. En ese contexto busco que afloren sentimientos positivos y ahí se enmarcarían los temas que citas. En el disco se tratan cuestiones como la naturaleza, por ejemplo, o la solidaridad.

Incluye un tema titulado ‘Gadjo Dilo’, que es el nombre de una película francesa de Tony Gatlif.

Efectivamente, El payo loco. Este tema es una versión de una composición que hicimos con Elkano Browning Cream en el disco Bohemia (2012). He hecho una nueva lectura que he llevado hacia un contexto ragtime. Me recuerda a ciertos trabajos de Thelonious Monk.

¿Cómo es su proceso creativo? ¿Se sienta ante la partitura en blanco, improvisa con el piano o...?

Tengo una forma de trabajar muy espontánea y abstracta. No me siento un martes por la tarde al piano con intención de componer una serie de piezas. Generalmente, suelen surgir en un estado de relajación, mayoritariamente de noche, porque es cuando se me acentúa la sensibilidad. Intento que la música que aflora sea un reflejo de un estado emocional. Para mí es importante también que tenga un punto de frescura. 

Tiene una gran afición por el jazz y el blues, algo que también se percibe en este nuevo trabajo.

Los lenguajes del blues, del jazz, de la música clásica y, más en concreto del impresionismo, están ahí. Crecí estudiando música clásica. Muy de crío, además, gracias a influencias de mis tías maternas llegué al jazz y al blues y también con ellas conocí el Festival de Jazz. Enseguida me sentí atraído por ese lenguaje. Todo ello lo acabo sintetizando en mis creaciones. No es algo que piense demasiado, sale de forma natural. 

En 2005 creó su propio sello, Mamusik, con el que publica sus trabajos. La independencia será un factor clave.

Lo creé con la intención de no tener que estar supeditado a la evaluación de terceros cuando presentaba maquetas o propuestas. Pensaba que tenía el suficiente criterio como para hacerlo yo mismo. Además, tampoco tenía un ansia de hacer una carrera comercial en el mainstream. Viendo los derroteros que tomaba la música en cuanto a las plataformas digitales, la disminución de la venta de discos, la desaparición de las tiendas... Pensé que sería mejor que lo gestionase yo mismo, aunque reconozco que es un trabajado cansado en lo ejecutivo.

También será satisfactorio.

Sí, porque controlas tú los ritmos y además no dependes de exigencias de terceros con los que es muy probable que no estés de acuerdo (ríe).

Presentará el disco esta tarde en el Victoria Eugenia con Karlos Arancegui a la batería y Fernando Neira en el bajo. ¿Qué puede esperar el público del concierto?

Buscamos crear unos espacios de hora y cuarto u hora y media con una atmósfera íntima, introspectiva, de recogimiento tanto musical como lumínicamente. Nos gusta que la gente salga conmovida por el ambiente que creamos. Cuando empecé a trabajar hace una década en esta trayectoria a piano solo, me daba algo de pudor mostrarme tan desnudo. Sentía que, quizá, tenía una propuesta difícil para el público. Mi sorpresa ha sido, a través de los años, que la gente responde muy bien y que, al mismo tiempo que yo tengo esa necesidad de crear composiciones íntimas, el público desea sentir esa atmósfera de recogimiento.

¿Saldrá de gira a partir del año que viene?

Haremos una tanda de conciertos. Con Islak, por ejemplo, hicimos una trayectoria muy bonita en varias ciudades de Euskadi, también del Estado y viajamos a lugares como Polonia o Ecuador. Espero que Pake pieza nos abra camino para presentarlo en varios lugares.

Con respecto a su otro proyecto, Elkano Browning Cream, ¿qué planes tienen?

Seguimos haciendo conciertos. Ahora, en noviembre tenemos dos en Bizkaia. Me gustaría poner en marcha otro nuevo disco pero ya veremos. No tenemos los tempos definidos. Cada uno tiene su dificultad, sus propias agendas con proyectos propios. No es un proyecto fácil para mantenerlo vivo, pero lo hacemos. Pronto haremos 20 años y espero que en 2024 hagamos más conciertos y podamos poner en marcha otro álbum