Carlota Pereda (Madrid, 1975) ha rodado su segundo largometraje, La ermita, en varios enclaves de Euskal Herria como Usurbil o Leitza. Tras sumergirse en el terror con Cerdita (2022) –basada en un corto del mismo título con el que ganó el Goya en 2018–, en este nuevo trabajo aborda el género fantástico. Partiendo de una leyenda escocesa, que cuenta cómo en la Edad Media los médicos de la peste encerraron a los afectados por este mal en un templo que posteriormente tapiaron, Pereda imagina un cuento de fantasmas en el rural vasco contemporáneo. Belén Rueda lidera un elenco lleno de actores de Euskal Herria como la debutante Maia Zaitegi o los ya veteranos Loreto Mauleón, Josean Bengoetxea, Jon Olivares, Nagore Aranburu y Elena Irureta, entre otros. La ermita podrá verse esta tarde en la Semana de Cine Fantástico y de Terror.

¿Cómo acaba una leyenda originaria de Edimburgo convirtiéndose en una película rodada en el País Vasco?

Hay algo con la mitología y la iconografía del fantástico que para mí tiene que ver con el norte: los grandes paisajes, las ermitas perdidas en los montes, la bruma, las tradiciones que conviven con la actualidad y la modernidad... Para mí, eso es Euskadi, no veía una película ambientada así en Extremadura (ríe). Por otro lado, no conozco Edimburgo, no entiendo las costumbres, no entiendo a la gente. Traer la película al País Vasco era casi de perogrullo, tenía que ser así.

Al traer la película a Euskadi, no queda otra que contar también con un elenco vasco.

Claro, ha sido una suerte. He disfrutado muchísimo tanto con Josean, como con Loreto, Elena, Jon, con Nagore Aranburu, que es una mujer maravillosa y, por supuesto, con Maia.

Ha venido al norte pero los recursos del folklore que utiliza, como los hombres pájaro que simbolizan a los doctores de la peste de la Edad Media, son foráneos.

(Ríe). Sí, son una herencia foránea pero creo que casan en el contexto de la película gracias al equipo de arte y de vestuario.

Es cierto que cuando uno se imagina aquella época de la peste negra, la ambientación llega sola.

Por supuesto. Hemos intentado que fuese lo más cercano a la realidad posible pero siempre bajo el prisma de la ficción, que es lo que es esta película.

Existe una tendencia en la cinematografía del Estado de volver a lo rural, que es lo que hace en ‘La ermita’ el personaje de Belén Rueda, salir de la ciudad y volver a los orígenes.

Es algo muy potente que tiene que ver mucho con la tradición de la literatura de fantasmas, el hecho de volver a la casa. Me gusta jugar con ese tipo de clichés, que me parecen interesantes y bonitos. Todos entendemos esos casos en los que te alejas de tu lugar de origen y, por ejemplo, vuelves sólo porque han muerto tus padres. Es en ese momento en el que sientes que los comprendes, algo que no ocurre hasta que te haces mayor. Además quería crear una sensación como la que genera Miyazaki, por ejemplo, en Mi vecino Totoro, la de estar en un sitio que no resulte amenazador y la de hacer ver que se necesita a todo un pueblo para criar a un niño.

El proyecto de ‘La ermita ’ le llegó antes de haber rodado ‘Cerdita’.

Sí, de hecho pensábamos que no íbamos a poder rodar porque estamos en pandemia. Filmax también entró en la película de Cerdita y eso fue una oportunidad enorme: si salíamos de aquella íbamos a poder hacer una película fantástica que, además, conectaba conmigo emocionalmente. Conseguimos levantar La ermita una vez que Cerdita se estrenó en Sundance, pero es cierto que llevaba tiempo firmada.

¿Cómo valora el recorrido que lleva hecho desde Sundance hasta aquí?

Ha sido una locura, la verdad. Hemos tenido mucha suerte y una emocionante acogida tanto de público, como de festivales y prensa. Ha sido muy emocionante y, a día de hoy, sigue siéndolo. Siguen llegándome mensajes desde todos los lados del mundo. Hace nada, por ejemplo, Cerdita se estrenó en Japón y ha funcionado muy bien. Que una cosa que haces tú en tu casa, pensando sólo en ti misma, en la gente que conoces y en la gente a la que puede llegar acabe teniendo repercusión mundial no fue algo que llegase a pensar en un inicio. Es cierto que no me ha resultado abrumador porque ha sido algo que ha estado pegado a la producción de La ermita.

Ha abordado una película fantástica, aunque realmente es un largometraje que habla de la relación entre las madres y las hijas.

Sí, en su corazón es un drama materno-filial. Lo que ancla la película es lo que hace la película sea lo que es: las relaciones y las mochilas con las que todos cargamos. Pero no es una película solamente para mujeres, es para todo el mundo que ha tenido una situación parecida o que se encuentra en una situación parecida. Las películas son para eso, para que encuentren a su público en una sala de cine o en su hogar.

Esa relación discurre en paralelo entre el personaje de Belén Rueda (Carol), que ha perdido a su madre, y el de Maia Zaitegi (Emma), que tiene a su madre muy enferma.

Hay algo de eso y en el caso de Carol también de ver la experiencia de su madre en una niña, Emma. Volvemos a la idea de no entender a tu madre hasta que ya es demasiado tarde. Que Carol conozca a Emma le da una segunda oportunidad al personaje de Belén. Eso es lo que tiene de bueno la ficción, que existen posibilidades que no existirían en la vida real.

En ‘Cerdita’ abordó el terror, en ‘La ermita’ apuesta por lo fantástico. ¿Con qué se queda?

Con lo que venga. Lo bueno que tiene haber hecho una película tan distinta, es que la gente va a quedar preparada para asumir que lo siguiente que haga será lo que me apetezca.

De cualquier modo, en ambas películas hay una constante, la de las mujeres fuertes.

A mí me gusta ver en el cine a gente que conozco, personajes que entiendo, que me interesan y también cosas que no he visto antes en pantalla. Eso va a ser una constante en mi carrera. En los siguientes proyectos en los que estoy trabajando tengo muchos personajes que son femeninos y también tengo algúno masculino pero, insisto, lo que me interesa es mostrar a gente que nunca antes hayamos visto.

¿Es difícil dirigir a una niña como Maia Zaitegi?

Dirigir a una niña es difícil pero, al mismo tiempo, es una experiencia maravillosa. Es muy complicado porque tiene un límite de horas de trabajo, tienes que ir con un ritmo mucho más pausado, la actuación es más desde el juego, implica planificar mucho... Por ejemplo, Belén Rueda muchas veces estuvo trabajando con una doble o con una persona que le daba la réplica porque había ocasiones en las que Maia no podía estar en el set. Al mismo tiempo también es precioso porque la relación que he creado con Maia es una cosa que me llevo para toda mi vida.

En el caso de Maia, este ha sido su primer papel. ¿Pensó que sería más complicado?

A día de hoy, Maia me parece la mejor actriz del método. Ella sólo interpreta si lo entiende y lo comprende. Va siempre desde la verdad, nunca finge. Cuenta con una inteligencia emocional maravillosa.

En la película se percibe esa herencia de los cuentos de fantasmas.

Me encanta la literatura y el cine de fantasmas. He intentado recuperar el relato de personajes. Otra vuelta de tuerca es uno de mis libros favoritos; también los relatos de fantasmas de Foster, James, Leroux o Béquer. La literatura gótica tiene algo que me engancha muchísimo.