La publicidad va ganando terreno a vergüenzas y complejos colectivos, lo que explica la campaña de Venus Gillette, una maquinilla específica para la depilación de las áreas íntimas femeninas. En este atrevido spot, dirigido a jóvenes y adolescentes, se denomina papaya y kiwi a la vulva en un contexto de broma porque seguramente esos son los motes jocosos que entre ellas dan a sus genitales. Anuncio a anuncio (12.214 millones de euros en 2022) estamos logrando que se pueda hablar de “ahí abajo” sin censuras ni rubores. Recuerden que hasta la década de los 80 estuvo prohibido en la tele del Estado anunciar compresas y tampones por la hipócrita moral del franquismo. Mucho después llegaron otros “productos sensibles”, como preservativos, estimulantes sexuales, lubricantes y demás remedios para secretas aflicciones. Pero hay campañas imposibles, como la que el Gobierno vasco se propuso hace años para que se dejara de confundir la Seguridad Social con el sistema público de salud, en Euskadi llamado Osakidetza. Había que desterrar frases tan chuscas como “operarse por la Seguridad Social” y también la palabra ambulatorio (vocablo franquista) fomentando el uso de Centro de Salud/Osasun Etxea. Finalmente, se rindieron, persuadidos de que para ese cambio (¡titánico!) había que esperar dos o tres generaciones más. Otra campaña imposible pero útil tendría como objetivo desmentir que el EAJ-PNV sea un partido de derechas –una reducción de sus rivales– para lo que bastaría con mostrar la potencia de sus políticas sociales, económicas, de igualdad y cohesión en las instituciones vascas y cotejarlas con las de cualquier gobierno de izquierda. ¿Y una campaña para que en España dejen de llamarnos Vascongadas? Pues eso, la publi todavía no hace milagros.