Un homenaje desde manos de artistas y artesanos a una mano muy especial, y a través de ella, a todo un pueblo. Y una reivindicación del valor de esta figura de bronce hallada en Irulegi que, 2.100 años después, mantiene vivas su fuerza y su carga simbólica. Es lo que han querido hacer los 50 escultores y escultoras que participan en el proyecto expositivo Sorioneku! 2.100 años de euskera y escultura vasca. Una muestra itinerante que finalizó ayer su estancia en Iruñea y que viajará a partir de ahora a otros lugares de toda Euskal Herria.

La idea de esta muestra parte de la Asociación de Escultores de Euskal Herria, Eskuahaldunak, creada el año pasado, y de la Asociación de Escultores de Navarra constituida recientemente. Juntas, quieren reivindicar desde la escultura la Mano de Irulegi como una obra de arte con un gran significado. “Porque esta pieza ha movido los cimientos de la historia oficial de nuestro pueblo. Nos dice que, hace 2.100 años, el pueblo vasco tenía unos conocimientos técnicos de fundición de bronce que no solo utilizaba para crear elementos funcionales, como vasijas o herramientas, sino que también los ponía ya al servicio de la creación artística. Y además, tenían esta Mano como un símbolo de bienvenida. En una época en que siempre nos están acusando a los vascos de violentos y demás, el mensaje de este poblado que fue destruido por fuerzas de un imperio que impuso su lengua y sus costumbres, es de bienvenida”, destaca Guillermo Olmo, de Eskuahaldunak Eskultoreen Elkartea. “Y queremos reivindicar ese mensaje. Porque la Mano de Irulegi evidencia que el pueblo vasco hace 2.100 años tenía su propia grafía y también tenían su propio arte, un arte simbólico muy avanzado, como lo demuestra esta pieza de bronce que es plenamente actual”, añade Olmo. “Cuántos artistas quisieran que después de 2.100 años su obra perdurase con tanta vigencia”, afirma Pello Iraizoz, uno de los escultores que participa en Sorioneku! 2.100 años de euskera y escultura vasca. Para el artista, “es interesantísimo saber que los vascos no solo escribíamos y leíamos en aquel tiempo, sino que teníamos un código propio, porque el ibérico no nos servía tal cual era y hubo que adaptarlo con nuevos sonidos al euskera. Los escultores y escultoras actuales les debíamos un homenaje a nuestros ancestros, y aquí está”, dice.

Homenaje emocionado

Como explica Félix Lizarraga, de la asociación Nafarroako Eskuahaldunak, “cada artista ha hecho su personal homenaje y eso hace que convivan todo tipo de estilos, materiales y formas de entender el arte. Lo que sí es común es que todos y todas estamos emocionados con la Mano”.

Manos que se rebelan, puño en alto, o que, abiertas, hacen una demostración de confianza y acogida. Manos conciliadoras, fuertes, ágiles. Manos que se unen a otras manos en una danza comunitaria; manos creadoras, cuidadoras, que hacen música, que guardan secretos o que celebran el trabajo artesano... Una diversidad de esculturas nos interpelan en esta exposición que es un canto a la riqueza cultural del pueblo vasco.

Como dice la escritora Txaro Begué (Iruñea, 1954) en su poema Manos/Eskuak, que recitó el pasado jueves en el recorrido guiado por la muestra en Plazara, “las manos, a veces, mucho más que los ojos, son capaces de provocar juicios y sensaciones tan firmes que el tiempo, el espacio, incluso la palabra, no consiguen deshacer”.

La idea es que el proyecto expositivo sea itinerante y se vayan uniendo más escultores de Euskal Herria en las diferentes citas. “En total somos unos 140 escultores en todo el territorio, y queremos que todos vayan participando”, dice Guillermo Olmo.