Donostia – El frontón siempre ha sido un elemento especial en la cultura y el entorno de Euskal Herria. La evolución de este componente de las localidades ha sido objeto de estudio para Alberto Ustarroz y Manuel Íñiguez, arquitectos y miembros del grupo fundador de la Escuela Técnica Superior (ETS) de Arquitectura de la UPV-EHU en Donostia. Así lo demuestran en su libro Plazas con frontón en Euskal Herria.

Orgullosos de su trabajo, publicado por la editorial Pamiela, indican que no ha sido tarea fácil realizarlo. Además, detallan que el interés sobre este asunto les viene de lejos, pues ya pensaban en abordar este tema en su juventud. “Veíamos que los frontones en lugares como Elizondo, Sara o Ainhoa estaban poco cuidados, tenían un aspecto decadente”, relata Ustarroz. Así, a ambos arquitectos se les ocurrió encargarse de la defensa del patrimonio a través del estudio de las plazas donde se ha implantado el espacio de juego de pelota.

El juego de pelota, como otros juegos o actividades, ha dejado diferentes elementos construidos y ha ido modificando poco a poco el entorno urbano. Pretiles, paredes de rebote, frontis o frontones de pared izquierda marcan la identidad de las plazas. En muchos casos han desaparecido estos espacios urbanos originales, desplazando el juego de la pelota a espacios cerrados, como los frontones cubiertos y con grada fija.

“Este libro es un homenaje a los espacios y a su belleza. Los frontones son un legado que tenemos que cuidar”, subraya Íñiguez. Por ello, el fin de su trabajo consiste en aumentar el conocimiento y el amor por estos lugares, “que son muy frágiles y es fácil estropearlos”, según recalca.

El frontón en arquitectura

“Las plazas con frontón tienen iglesia, escuelas, paisaje, árboles... todo esto establece un juego de ritmos donde las piezas van cambiando según las necesidades”, explica Ustarroz. Según el experto, lo más importante del frontón es la pared de rebote y el suelo, y la posición de esto es algo esencial. “La pared tiene que estar ubicada al norte para que el sol no deslumbre a los jugadores”, puntualiza. Además, el profesional destaca que en la arquitectura del frontón hay una belleza “indiscutible”. “La sombra que da en el frontón es preciosa, produce un efecto plástico hermoso. Nosotros en el libro proponemos un catálogo de ejemplos para cualquier arquitecto interesado en fenómenos urbanos”, remarca. El primer antecedente en el juego se realizaba a campo abierto, a modo de un antecesor del tenis actual. “Antes la pelota era de lana y no rebotaba, era como un juego de tenis a distancia. Luego, en el siglo XIX aparece el caucho y ahí es cuando las pelotas empiezan a rebotar. La visión del frontón como frontón de rebote no siempre ha sido así”, explica Ustarroz.

Muro de rebote

A medida que el juego evoluciona con la modalidad del “rebote” y a medida que las reglas se hacen más precisas, comienza la aparición de elementos arquitectónicos: desde el muro de rebote, el enfrentamiento de dos muros o frontis paralelos, al uso de los diferentes tipos de guantes o raquetas, hasta llegar a la popularidad del juego con la simple y desnuda mano en los frontones de dos paredes.

“Así, vemos cómo los elementos arquitectónicos que acompañan a la evolución del juego nacen de un esfuerzo por acotar y limitar el campo de juego y conferir un marco adecuado al espectáculo”, continúa Íñiguez.

Por eso la plaza de una localidad es, para los dos expertos, el resultado de un “collage” en el tiempo, donde “generalmente la iglesia es la primera en aparecer y el frontón la pieza que concluye el conjunto”.