Piedra angular de la cultura popular del siglo XX, icono del rock progresivo de los 70 y adscrita a nuestra memoria indisolublemente fijada a las imágenes terroríficas de la película El exorcista, Tubular Bells (Virgin), el exitoso debut de Mike Oldfield, se reeditó el viernes con motivo de su 50º aniversario, y lo hizo ampliado con maquetas, singles y la reinterpretación que su autor realizó en la inauguración de los Juegos Olímpicos de Londres. “Solo yo sé los años de trabajo y estrés que produjeron este disco”, explica Oldfield, por entonces un joven rabioso, sobre el lanzamiento.

Fue el 25 de mayo de 1973 cuando Tubular Bells salió a la luz y abrió un nuevo territorio –virgen, inexplorado, instrumental, onírico y de aires tanto clásicos y épicos como de raíces folk– al rock sinfónico o progresivo de la época, dominado por Pink Floyd, Yes o Emerson, Lake & Palmer. Su autor era un por entonces joven Mike Oldfield, un instrumentista autodidacta y solitario de solo 19 años que mitigó el dolor de la pérdida de un hermano y la enfermedad psiquiátrica de su madre volcándose en un instrumento cuyas primeras lecciones las tomó de su hermana Sally, cantante de éxito en los 80. “Pasaba mi tiempo tocando la guitarra desde que volvía de la escuela, practicando y practicando. Así depuré mi técnica componiendo instrumentales que fueron el esqueleto del disco”, explica.

Editar Tubular Bells no resultó fácil. “Recuerdo que había perdido la esperanza totalmente”, rememora su autor ahora al repasar cómo este repertorio, dividido en dos composiciones –complejas y largas, por encima de los 22 minutos ambas– y casi sin voz, viajó sin éxito de compañía en compañía. “Me miraban como si estuviera loco”, prosigue. “Escuchando de nuevo las efusiones musicales de aquel adolescente rabioso, es difícil creer que fuera yo hace medio siglo. La música no suena rabiosa, pero solo yo sé los años de trabajo y estrés que produjeron el disco”, explica Oldfiel ahora, con motivo de la edición especial del álbum.

El músico editó su obra maestra gracias a Richard Branson, empresario de éxito que sigue acumulando millones en el siglo XXI y sin idea alguna de música, pero que confió en él para fundar y lanzar Virgin Records. Igual o más importancia tuvieron Tom Newman y Simon Heyworth, quienes coprodujeron el álbum, un repertorio que se grabó en directo, con “primeras tomas y sin los trucos de estudio de ahora”, recuerda Oldfield. El disco no lo tuvo fácil inicialmente y su ascendencia en listas fue muy lenta, ya que tardó un año en ser número uno, favorecida por su exposición cinematográfica en El exorcista.

Sinfonía de instrumentos

Tubular Bells está marcado por las subidas y bajadas de instrumentos diversos, de las campanas tubulares a los sintetizadores, las progresiones de guitarra, acústicas y eléctricas, el añadido de coros, mandolinas y el crescendo apoteósico del final de la primera parte, con los instrumentos introducidos de viva voz por Viv Stanshall, del grupo Bonzo Dog Band. Durante aquellas sesiones –“entré en pánico, solo tenía una semana para grabar”, recuerda– el compositor y guitarrista tocó más de una veintena de instrumentos y se llegaron a realizar más de 2.000 regrabaciones hasta lograr el resultado final, que se completó con aportaciones puntuales del citado Stanshall, Jon Field (flauta), Steve Broughton (batería) y Mundi Ellis (coros).

“Nunca imaginé cuando lo grabé que alguien lo escucharía. Y menos que se celebraría medio siglo después”, explica su autor sobre su recuperación esta semana con una edición especial y ampliada de aquellas dos largas composiciones. Disponible en formatos digital, de lujo y doble LP y CD, el proyecto ha sido supervisado por su autor e incluye poco conocidas y cautivadoras versiones de esta obra maestra.

Entre ellas destaca Tubular Bells 4 Intro, una introducción tan sensible como épica de ocho minutos y con final guitarrero que se registró hace un lustro y que podría ser la última grabación realizada por el músico británico. Además, el disco adicional incluye Tubular X, la toma de Olfield sobre la icónica sintonía de Mark Snow para la serie Expediente X, grabada en 1998. Se incluye tanto la colaboración con York en la remezcla de Tubular Beats, como el single original Theme From Tubular Bells, que se realizó como respuesta a un single americano no autorizado que contenía una parte de la composición.

Finalmente, por primera vez desde que saliera una tirada muy limitada hace más de una década, se incluye también la impresionante Tubular Bells/In Dulci Jubilo, la composición de doce minutos con la que el autor de discos posteriores como Incantations, Ommadown y Discovery abrió la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de Londres, en 2012. En algunos pasajes se acompaña de una orquesta y el sonido se escora hacia un rítmico arreglo de swing que acaba entregándose a la electrónica.