Es difícil no caer en la tentación y no titular esta crítica Raven's hollow con la frase más célebre del poema El cuervo, de Edgar Allan Poe, “Nunca más”, si bien es cierto que tampoco sería descabellado tomar prestada la genialidad de Goethe y anunciar Las penas del joven Edgar. En ambos casos, el resultado sería el mismo. La cinta es un nuevo intento de la industria de teñir de oscuridad y fantasía el origen de una notable carrera posterior, con un fallido resultado. Christopher Hatton firma su tercer largometraje en el que aborda la juventud de un melancólico, enamoradizo y pretendidamente virtuoso Edgar Allan Poe –William Moseley–, inscrito en el cuerpo de cadetes de West Point, junto a otros cuatro muchachos. En una de sus misiones de reconocimiento dan con un hombre moribundo que con su último estertor solo es capaz de pronunciar una única palabra: “Cuervo”. Esta pista les hará llegar al pueblo más cercano, La hondonada del cuervo –de ahí el nombre de la película– e iniciar una investigación en un entorno hostil, tanto por la animadversión que los habitantes del lugar sienten por los extranjeros por una amenaza invisible –cuando por fin es visible, el CGI tampoco ayuda demasiado a la película–, ese cuervo que no es un cuervo en una historia que se mueve a caballo –cojo– entre a la leyenda de Sleepy Hollow y No quedó ninguno –anteriormente conocida como Diez negritos–.

‘Raven’s hollow’

  • Director: Christopher Hatton.
  • Guion: Christopher Hatton y Chuck Reeves.
  • Intérpretes: Melanie Zanetti, William Moseley, Kate Dickie, David Hayman, Callum Woodhouse, Oberon K.A. Adjepong.
  • País: Reino Unido.
  • Duración: 98 minutos.

Hatton firma el guion junto con Chuck Reeves, un libreto preocupado, sobre todo, por llenar la pantalla con propuestas que imaginan posibles orígenes a varias de las obras del escritor de Boston –además de El cuervo, se referencian, entre otras, La caída de la casa Usher y El corazón delator–, como si los autores deseasen asaltar la creación de Poe y apropiarse de su brillantez haciendo que la génesis de sus trabajos no le pertenezca a él, sino a ellos.

En la última década tenemos varios otros ejemplos también fallidos de este tipo de trabajos, desde un Tolkien que imagina, en contra de lo que el propio autor reconoció, la inspiración para El señor de los anillos en los fantasmas de la Primera Guerra Mundial que perseguían al literato, hasta una Agatha y la verdad del crimen, en la que se fabula sobre los 11 días de 1926 en los que Agatha Christie permaneció desaparecida y convertida en una suerte de Jessica Fletcher. La realidad en todos estos casos, incluyendo en el que nos ocupa, es que el entretenimiento mainstream ha dejado de ser entretenido. Ahora se apuesta por una suntuosidad solemne que poco aporta. Hutton y Reeves refritan el material de Poe para dar una sensación de profundidad, pero solo consiguen transmitir impostura. Por otra parte, los suspiros de amor del Poe tan plano que encarna Moseley por la pueblerina interpretada por Melanie Zanettiy y la conclusión del trío sentimental –y sobrenatural– un tanto machista que se podría enunciar con aquello de La maté porque era mía, adornado por frases aleatorias sobre el amor del escritor extraídas de un bombo bingo, dan buena cuenta de a lo que nos estamos refiriendo.

Solo queda preguntarse cuánto mejor hubiese funcionado Raven’s hollow como un producto exploitation en la línea de Abraham Lincoln, cazador de vampiros o como un puro divertimento sin más pretensiones como El secreto de los hermanos Grimm, del gran Terry Gilliam. Lo dicho, nunca más.