En los últimos tres años Daniel Zulaika ha publicado tres libros relacionados con la figura de Juan Sebastián Elkano, los vascos que le acompañaron en la primera vuelta al mundo, la Getaria en la que vivió y sus gentes y, recientemente, su última obra, en la que analiza la decisión determinante que el marino tomó y que permitió que mañana se conmemore un hecho histórico. NOTICIAS DE GIPUZKOA queda con Zulaika en el Koldo Mitxelena, uno de sus lugares de consulta habituales.

Acaba de publicar ‘El regreso de Elkano’, el tercero de los libros que le ha dedicado al marino de Getaria.

Hace seis años empecé a trabajar en esta cuestión que venía estudiando desde hacía dos décadas. Desde un inicio tenía claro que iba a ser una trilogía: primero debía hablar de los vascos en relación a la primera vuelta al mundo; después quise devolver la vista del mar a la tierra, cómo vivíamos en aquella época y cómo era Getaria. Por último, se encuentra esta obra. ¿Qué es lo importante de Elkano? Que, al otro lado del mundo, toma la decisión de tirar para adelante por un camino desconocido con el que consigue traer a todo el mundo a casa.

¿El debate dicotómico sobre Elkano o Magallanes tiene sentido?

La idea que nos ha llegado de Magallanes es que era un hombre tremendo, que tenía un gran carisma, un héroe que siempre iba a luchar el primero. ¿Qué ocurre? Que el héroe muere con 40 de los suyos contra más de 1.000 nativos, entonces se convierte en un mito y luchar contra un mito es muy difícil. No tiene sentido. Cada uno aportó lo que aportó. Pero es cierto que todas las historias de la primera vuelta al mundo comienzan con las Capitulaciones de 1518 y la llegada de Magallanes. De ahí, hasta la muerte de Magallanes es un relato largo, pero a partir de ahí, hasta la llegada de Elkano a Sevilla, siempre es un relato cortito. Muchas veces no se cita ni a Elkano y se afirma solo que la Victoria llegó a Sevilla. Esto no es justo porque la primera vuelta al mundo empieza cuando muere Magallanes.

¿Es ahí donde empieza su libro?

Me olvido de las Capitulaciones, del motín de San Julián... de todo eso. Hay dos hechos que son fundamentales: por un lado está la decisión de Elkano de seguir hacia el oeste y, por otro, la increíble hazaña náutica que llevaron a cabo. Estaban en las antípodas, no podían volver por donde llegaron porque tenían los alisios y el monzón en contra.

Elkano incumplió las órdenes de Carlos V, que mandó volver por el mismo camino por el que hubiesen llegado a las Molucas. Además, esto le generó una pequeña discrepancia con dos de sus oficiales, que eran partidarios de hacer una navegación de cabotaje.

Si yo hubiese sido tripulante de las Molucas, hubiese visto aquel debate con preocupación. Era una ruta desconocida. Pero decidieron no caer en manos de los portugueses, correr todos los riesgos. La decisión fue fundamentalmente de Elkano. Luego está ese recorrido, nueve meses prácticamente sin bajar a tierra por el Índico. Pero cuando llegan a tierra conocida, aparece el escorbuto y empiezan a morir uno detrás de otro. Prácticamente el 40% de la tripulación fallece. De las Molucas salieron 47 europeos y trece nativos.

Elkano siempre sometía sus decisiones a consulta.

Si tuviera una empresa, pondría de gerente a Elkano: era un hombre con iniciativa, no se rendía ante las adversidades, consultaba las cosas con sus hombres y, lo más importante, les hacía caso, también se preocupaba de los que se quedaron atrás en Cabo Verde y pidió a Carlos V que mediara... No es de extrañar que sus propios hombres le nombrasen capitán.

Los carpinteros se quedaron en la ‘Trinidad’.

Es algo que me sorprende. De los cinco calafates o carpinteros que quedaban, solo uno, un francés, embarcó en la Victoria. Dos de los que se quedaron en las Molucas eran vascos que, de alguna forma, dejan vendido a Elkano. No solo eso. Se quedaron sin txalupa, lo que hacía imposible o muy dificultoso arreglar la vía de agua desde fuera y lo hacían los marineros, no los profesionales.

¿Cuál fue el papel de los vascos en la primera vuelta al mundo?

Fue muy importante. En primer lugar, fueron los organizadores del viaje. La Casa de la Contratación de Sevilla actuaba como el Ministerio de Asuntos de Ultramar y dos de sus directores fueron vascos: Ochandiano, que era de Durango, y López de Recalde, que era de Azkoitia. Son dos ejes potentes sobre los que bascula la expedición, tanto cuando sale como cuando llega. Eran una minoría muy influente en Sevilla.

¿Representaban un ‘lobby’?

Una especie de lobby. Los vascos y los burgaleses eran los que mandaban en la Casa de la Contratación durante toda aquella época. Entonces te apoyabas en los tuyos. No eran muchos los vascos que vivían en Sevilla, pero lo hacían en barrios como en el de Triana o en la calle del Castro. Elkano, cuando se arruina, pide un préstramo a los saboyanos y, como no puede pagarlo, le embargan el barco; entonces va a Sevilla y busca a sus parientes. Allí todo el mundo buscaba a los suyos. De hecho, Magallanes intentó embarcar a la mayor cantidad de portugueses posible. Ante esto los capitanes castellanos intentan reducir el número de portugueses.

¿Cuántos vascos participaron en la expedición?

22 vizcainos, nueve guipuzcoanos y tres navarros. Además, había otro que no se sabe muy bien si era guipuzcoano o de Iparralde.

¿Quién era Juan de Akurio, qué relación tenía con Elkano y cuál fue su papel?

Elkano se alía con los siete de Bermeo a través de Juan de Akurio, que será su contramaestre y su mano derecha hasta el final. Juan de Akurio fue el factótum de Elkano. En enero de 1519 nombran a Elkano contramaestre de la Victoria y Akurio entra en la expedición en marzo de ese año, precisamente, para sustituir a Elkano porque este es ascendido a maestre. Después del motín de San Julián, a Elkano lo degradan y, tras la muerte de Magallanes, primero le restauran el cargo de maestre y luego sus hombres lo eligen capitán. A partir de este punto, Akurio desempeña una labor fundamental. La despedida en las Molucas tuvo que ser muy dura porque el cuñado de Akurio, Juan de Agirre, se quedó en la Trinidad y no regresó. Cuando llegan a Cabo Verde apenas quedan una treintena de hombres y con tan pocos apenas se podía gobernar la nao: había que subir lonas pesadísimas y darle a la bomba de achique, que era lo peor de todo. En Cabo Verde detuvieron a trece hombres, con lo que solo quedaban 22 para manejar la nave. ¿Quién es el hombre que saca las fuerzas del grupo? Juan de Akurio, el contramaestre. La mayoría estaban muy tocados.