El músico estadounidense Steve Coleman volvió a actuar ayer en Donostia junto a su banda, Five Elements, esta vez sobre las tablas de la Plaza de la Trinidad y ante el variado público que está disfrutando del Jazzaldia.

Esta es la segunda gira del grupo desde marzo de 2020. La pandemia trajo consigo mucho estrés a la banda, lo que casi provoca su separación. Sin embargo, supieron superar la adversidad con la gratitud de quien se recupera de algo inesperado y ayer demostraron esa felicidad sobre el escenario.

La música de Coleman y su banda, ecléctica por naturaleza, posee una singularidad que el artista oriundo de Chicago rechaza poner bajo ninguna etiqueta. Ni jazz, ni M-base; lo suyo es simplemente composición espontánea, en la que refleja su crítica a la sociedad contemporánea y también sus vivencias y lo que le hacen sentir. Y es que la música, en palabras de Coleman, cambia de acuerdo a la sociedad.

Louis Cole tomó el relevo a Coleman en un concierto que continuaba al cierre de esta edición.

Hiromi

Una jornada antes, el viernes por la noche, la japonesa Hiromi volvió a ofrecer una demostración de poderío pianístico en un recital en el que asomó más que nunca su pasión por la música clásica. Carismática y comunicativa, Hiromi, además de poseedora de una técnica impecable, es un espectáculo. Su gestualidad apabullante, sus toques de humor y su expresividad consiguen que lo pase tan bien el público como quienes le acompañan en el escario y ella misma.

La del viernes fue la cuarta ocasión en la que visitaba el festival donostiarra. Tras su debut en 2010, cuando tocó con el cuarteto del bajista Stanley Clarck, estuvo al año siguiente con The Trio Project, en 2013 clausuró el Jazzaldia y en 2017 actuó con el arpista colombiano Admar Castañeda.

El viernes llegó a la Plaza de la Trinidad acompañada de un cuarteto de cuerda integrado por Rakvinder Singh (violín), Shlomy Dobrinsky (violín) Meghan Cassidy (viola) y Gabriela Swallow (cello) con el que interpretóo Silver Linning, una obra que compuso en pandemia, según explicó.

Prevalecen muchas de las influencias de esta artista ecléctica, pero en Silver Linning se percibió con intensidad melodías y armonías que recuerdan a Rachmaninov o a los impresionistas franceses, unos compositores por los que siempre ha sentido devoción.

Momentos de profundo lirismo romántico se alternaron con pasajes de minimalismo repetitivo y, por supuesto, de jazz, mucho jazz, como columna vertebral del piano casi percutado de Hiromi.

Energía en estado durante todo el recital, sobre todo en los solos, plagados de repeticiones de notas y escalas que ejecutó con limpieza, a golpe de acentos, con un ritmo trepidante, casi eléctrico.

Los músicos del cuarteto no fueron a la zaga de la pianista, con la que mostraron una simbiosis perfecta. Hiromi ofreció además una deliciosa versión de Blackbird de los Beatles que el público, entregado desde el inicio del concierto, aplaudió con fuerza.

Le precedió en el escenario de la plaza de La Trinidad su compatriota Miho Hazama, que dirigió a la Musikene Summer Big Band, integrada por alumnos de la Escuela Superior de Música del País Vasco, que dieron cuenta de su profesionalidad con una selección de temas de la propia Hazama y de arreglos de canciones de Duke Ellington, Herbie Hanckok y Thelonious Monk.