Hace quince años, Goyo Jiménez saltó a la fama con su monólogo Aiguantulivinamérica, en el que se reía de los clichés del cine americano. En este tiempo, el cómico ha presentado nuevos shows y se ha convertido en presentador de televisión y radio, además de actor, pero seguía guardando mucho material en torno a la imagen que proyectan los estadounidenses en las películas. Es por ello que regresa a Donostia con una trilogía de espectáculos que se podrán ver hasta el domingo en el Teatro Victoria Eugenia.

Se puede decir que viene a Donostia con una retrospectiva.

No sé qué inventarme para estar más tiempo allí (risas). La idea de hacer una trilogía surgió porque, cuando escribí la segunda parte por reclamación popular, escribí mucho material. Era imposible meterlo todo en uno y, a la vez, era muy difícil seleccionar cuál me gustaba más, así que lo hice en dos partes y decidí incluirlo como una trilogía. De la misma manera que para ver Star Wars tienes que ver la trilogía original, sentí que tenía que ser así. Es algo muy nuevo y cómo me gusta abrir caminos que no tengan huella, ahí está. Tres partes por el precio de dos y pico (risas).

El origen de todo estuvo en un bar, cuando empezó a hablar con unos amigos sobre lo americano.

Sí. Caí en la cuenta de que, los que no habíamos ido nunca a Norteamérica, todo lo que sabíamos de allí era por las películas. Era algo que nos unía a todos, viviésemos dónde viviésemos. Lo bonito era que te podías ir a hacer el monólogo a Errenteria o a Málaga y que, como todos habíamos visto las mismas películas, el espectáculo hablaba de algo que nos pertenecía a todos. Acerté y quince años después, aquí sigo. 

¿Sabemos nosotros más de ellos que ellos mismos? 

Como en todas partes, cuando estás acostumbrado a una realidad no te das cuenta de cosas que desde fuera se ven más fácilmente. Acabo de volver de actuar en Nueva York y me preguntaban si de verdad era así, si en las películas repetían el mismo esquema. Ellos no caen en la cuenta. Como anécdota personal, cuando fui al apartamento que me habían dejado en Queens, estaban rodando un episodio de Ley y Orden (risas). Fue muy gracioso, porque el cine está en la calle.

Puede que ellos también se ríen de nosotros. Solo hay que ver muchas películas en las que asocian España con México.

Tiene menos pegada. Sí que tienen sus tópicos sobre los franceses o, sobre todo, los ingleses, que tienen más claro que son europeos. A nosotros, la mayor parte de norteamericanos les cuesta situarnos. Nos ponen por Centroamérica.

Como cómico, ¿le daba más juego la USA de Trump que la de Biden?

No. A mí me da juego la USA de las películas. Los Estados Unidos reales tienen todos los claroscuros posibles, o más. Es esa épica que construyen en las películas y en las series la que les hace criticables y divertidos. Es más la epopeya que nos quieren contar que la realidad. 

“Es la épica que construyen los americanos en las películas y en las series la que les hace criticables y divertidos”

¿El ‘show’ cambió por completo su vida?

La primera parte que estoy haciendo ahora poco tiene que ver con la que hacía hace quince años. Nuestras referencias y el mundo han cambiado, así que realmente es un show nuevo. También es cierto que en este tiempo yo he aprendido mucho sobre técnica. Mi primera dedicación es el monólogo, aunque también haga televisión y radio, que son más hobbies pagados (risas). En estos quince años he aprendido mucho y he hecho un montón de espectáculos, pero estos evidentemente son los que más se han celebrado. Al final, es el espectador el que manda y cada entrada es un voto.

¿Es difícil quitarse la etiqueta del de los americanos?

Es algo que no quiero. Las cosas que haces son las que les interesa a la gente y ya está. Puedes ser un fantástico poeta, que si se te conoce como humorista, bastante suerte tienes. A mí la obsesión de algunos artistas de demostrar lo que son me parece un poco enfermizo. 

No obstante, en América es habitual que un cómico pase a ser un gran actor dramático y eso aquí sigue sin verse.

Allí el cine es una industria, por encima de cualquier otra cosa. Hay todos los registros posibles, por lo que hay un mercado tan amplio que puede haber de todo. Si el cómico funciona en taquilla, funcionará en la industria. Otra cosa es la consideración artística, que también pasa. Es difícil ver una comedia premiada con un Oscar o un comediante ganándolo. Esto va a ser más complicado todavía tras lo de Will Smith, que ha tenido que hacer un drama para conseguirlo.

Es el presentador del programa ‘Un país para reírlo’, con el que trata de reconocer a los diferentes humoristas españoles. ¿Cree que es algo que se hace lo suficiente?

El tiempo pone a todo el mundo en su sitio. Lo que he notado con este programa es el cariño de un montón de gente. Vivimos un tiempo convulso, con muchas ofertas, y este programa ha estado muy bien porque no he oído ni una mala palabra de nadie, algo que creo que es, porque en el fondo, detrás de cada persona que intenta hacerte reír hay alguien que quiere tu felicidad. Energúmenos que se molestan los hay en todas partes, pero la gran parte de la sociedad quiere mucho a la comedia porque la necesita. Vivimos una época dorada en cuanto a abundancia de comedia. Hay sitio para los referentes más clásicos y para gente nueva que está haciendo virguerías. 

“Energúmenos que se molestan los hay en todas partes, pero la gran parte de la sociedad quiere mucho a la comedia”

¿No es más complicado que nunca hacer comedia con tanto ofendidito?

¿Y cuándo no? Cuando Lope, Tirso y Calderón escribían su teatro también era muy difícil hacerlo. Cervantes mismo se quejaba de ello en la época más grande de la literatura española. Tenemos que bregar con ello, forma parte del oficio. Creo que la forma de responder del comediante debe ser con más humor. A más intento de control y censura, más humor.

En su caso, ¿se ha autocensurado en algún momento?

No. El oficio ha tirado por unos derroteros de humor partisano, pero a mí siempre me ha interesado un tipo de comedia más basada en el absurdo humano. Lo temporal, con perdón, me la trae un poquito floja. Lo que sí intento es no sacar las cosas de contexto. Tú dices algo en un teatro, te lo sacan, te lo trocean y te lo presentan en un contexto que les viene muy bien y es un problema. Aún así, creo que la gente ya está cansada de eso, de los inquisidores y denunciadores.

Antes ha comentado el Oscar a Will Smith, que llegó después del bofetón a Chris Rock. ¿Cree que en la comedia hay límites?

Un profesor me decía que cuando pierdes las formas, pierdes las razones. En el momento en el que se aplica la violencia para subsanar algo, se acabaron los razonamientos. No entro a valorar si el comentario estuvo dentro o fuera de lugar, porque no me parece el ejemplo adecuado. Alguien que golpea a otro es un ejemplo de incivilización. La violencia justificada la puede justificar Will Smith o Putin, que ha bombardeado un país gobernado por un cómico. Siendo mucho mayor lo de Putin, el paralelismo es el mismo. La violencia siempre es injustificable, hasta por la expresión más desagradable del mundo.