uede que sea un hecho desconocido por buena parte de la ciudadanía, pero Gipuzkoa tiene vínculos relevantes con el Gipuzkoa tiene vínculosRexurdimento Galego la corriente cultural e intelectual que permitió el revivir de la lengua gallega en la cultura y las letras en el siglo XIX. La conexión principal proviene de Oiartzun y tiene nombre y apellidos: Concha Murguia Egaña.

Y es que Murguia fue la madre de Manuel M. Murguia, primer presidente de la Real Academia de la Lengua Gallega y una de las figuras más importantes del movimiento galleguista en esa primera etapa. Por ello, desde 2000, la oiartzuarra recibe un homenaje en su pueblo natal por parte del Ayuntamiento y Fato Cultural Daniel Castelao.

Pero, ¿cómo es posible que el hijo de una mujer oriunda del noreste de Gipuzkoa acabara siendo el primer teórico del nacionalismo gallego? Para comprenderlo, conviene narrar la vida de Concha Murguia desde los inicios, algo para lo que este periódico ha contado con el conocimiento de Xosé Estévez, historiador de origen lucense, afincado en Oiartzun y experto en la materia.

El 29 de enero de 1806 es la fecha de partida. Ese día nace Concha Murguia Egaña en Oiartzun, en el primer piso de lo que hoy es la casa de cultura. Su padre, Domingo Murguia, organista de profesión, había adquirido la plaza en esa localidad por oposición en 1789 y le habían concedido a la familia esa vivienda. Tanto los Murguia como los Egaña eran familias importantes en el territorio; los primeros eran Señores de Astigarraga y Ergobia y tenían muchas propiedades en esa zona, los segundos, procedentes de Zestoa y Aizarnazabal, habían ocupado puestos relevantes, como el de la secretaría de Gipuzkoa.

En 1815, Concha pasa a residir en Tolosa, al obtener su padre plaza para tocar el órgano en la iglesia Santa Maria de la villa papelera, puesto de “mayor prestigio y también de mayor salario económico”. Su vida transcurre con tranquilidad, hasta que, en 1823, se ven obligados a marcharse a Galicia, debido a la ideología liberal fuerista de Domingo, “la reposición del absolutismo” y también la invasión desde Francia de los Cien Mil Hijos de San Luis.

Así es como Concha recala en Galicia, y allí se queda, a pesar del retorno de su padre a Tolosa tras un tiempo. Se casa con un boticario, José Martínez, unión de la que nacen dos hijos; uno médico, que muere de una enfermedad tropical, y el mayor, Manuel, nacido en 1833, un escritor “prolífico” y “abundante”, en palabras de Estévez, y figura clave del Rexurdimento.

firma particular

Una de las primeras cosas que llama la atención en este punto es que el hijo sea conocido como Manuel M. Murguia, teniendo en cuenta la tradición patriarcal de imponer en el orden de los apellidos primero el del padre y luego el de la madre en los matrimonios de la época. Estévez explica que se trata de una elección personal del propio Manuel, “porque no se llevaba muy bien con el padre y, sin embargo, sentía una gran admiración por la madre”. Por tanto, le gustaba firmar y ser conocido como Manuel M. Murguia.

Murguia hijo comienza su interés por el galleguismo en su etapa universitaria. Se forma en Santiago de Compostela, donde frecuenta núcleos estudiantiles que son caldo de cultivo del Rexurdimento a mediados del siglo XIX. Posteriormente se marcha a Madrid, donde desarrolla durante “bastantes años” la labor de periodista.

La escritura es una constante a lo largo de la vida de Murguia, convirtiéndolo en un literato “polifacético”, que crea piezas escritas, ya sea como novelista, poeta o como periodista. Llega a ser, incluso, archivero en el archivo general del Estado situado en Simancas, cerca de Valladolid. Aunque, tal vez, lo más destacado de su carrera sea convertirse en el primer presidente de la Real Academia de la Lengua Gallega, desde su fundación, en 1905, hasta su fallecimiento en 1923, a los 90 años de edad.

¿Y cuáles fueron sus influencias y relaciones con las personas coetáneas en ese resurgir de la cultura gallega? La más destacada, sin duda, la de su mujer, la poetisa y novelista Rosalía de Castro, considerada una de las grandes firmas de la escritura lírica del siglo XIX, tanto en gallego como castellano. La célebre autora de Cantares Gallegos, uno de los hitos de la literatura contemporánea estatal, es “una de las grandes glorias de la literatura y la cultura gallega”, que Estévez considera que son la propia de Castro en la segunda mitad del XIX y Daniel Castelao en la primera mitad del XX.

Otro de los personajes destacados en la andadura de Murguia es el poeta Aurelio Aguirre, amigo de la pareja, que es “conocido como el Espronceda gallego”, cita Estévez, y que muere ahogado a los 25 años; “probablemente se suicidó”, apunta. Curiosamente, Aguirre también tiene lazos, no solo con Gipuzkoa, sino concretamente con Oarsoaldea, ya que su madre, Josefa Galarraga, nace en Lezo en 1805, un año antes que Concha Murguia. “Yo estoy convencido de que las dos madres se conocían; porque además, eran de edad muy parecida”, afirma Estévez. “Vivían en Santiago, a escasos 500 metros de separación; una en la Rua do Vilar y otra en la Rua das Hortas. Las dos hablaban euskera, y supongo que se verían y hablarían euskera”.

El amor por su lengua y su tierra fue lo que inculca y siembra en su hijo Manuel Concha Murguia y su particular aportación al RexurdimentoRexurdimentoGalego No se sabe a ciencia cierta si le enseñó su propia lengua materna a su primogénito, ya que “el hijo no escribe ni una palabra en euskera en todas sus obras”, pero queda claro que el amor y el valor hacia las raíces es obra suya. Lo confirma Manuel en un artículo titulado Los Precursores.. “Confiesa que él empezó a amar a Galicia al ver cómo su madre amaba la tierra vasca”, incide Estévez. Un lugar, esa “tierra vasca” que califica en su escrito como tierra donde ni se teme, ni se miente.

Concha Murguia no pudo ser testigo del florecer literario y el éxito de su hijo, ya que falleció en 1854, a los 48 años, de lo que se presupone un infarto. Sin embargo, su figura se sigue recordando anualmente en Oiartzun. A la habitual ofrenda floral en la placa ubicada en su honor en la entrada de la casa de cultura, ayer a mediodía, le precedió el viernes 11 un “recital poético musicado vasco-gallego” en el salon principal del Ayuntamiento. Con la melodía de Txoria txori, la archiconocida canción de Mikel Laboa, como hilo conductor, se recitaron poemas de Antton Kazabon, Joxean Artze y Xosé Estévez. Y también seis obras de Federico García Lorca, que el poeta andaluz fusilado por los franquistas escribió en gallego. Pocas personas son conocedoras de que Lorca hubiera escrito lírica en este idioma. Pero esta curiosa historia bien merece su propio reportaje.