Cuando Yuri Santacruz asistió al nombramiento como canciller de Adolf Hitler no podía ni imaginar lo mucho que cambiaría su vida en Berlín. Había llegado allí unos meses atrás después de haber huido, junto con parte de su familia, de San Petersburgo, asfixiados por una revolución que los había dejado sin nada. A Yuri se le privó incluso de su madre y su hermano pequeño, a quienes las autoridades rusas no permitieron la salida del país. Este es el argumento de la nueva novela de Paloma Sánchez-Garnica, con la que ha conseguido ser finalista del Premio Planeta 2021. Autora de libros de época, lo audiovisual no es ajeno a su carrera: ha visto cómo La sonata del silencio se convirtió en una apreciada miniserie y también está pendiente de pasar a las pantallas otro libro, La sospecha de Sofía.

¿En qué época situamos Últimos días en Berlín?

-El título se refiere al momento en el que los protagonistas consiguen dejar atrás más de dos décadas convulsas. Durante esos veinte años sus vidas han estado dominadas por situaciones devastadoras que se definen en una sola palabra: totalitarismos. Va en plural porque son tanto el nazi como el estalinista.

¿Qué le llevó a contar esta historia?

-Primero, diferentes lecturas, y después mucha curiosidad por ciertas cosas que leía. Curiosidad por entender cómo llegó a donde llegó una sociedad como la alemana, no especialmente violenta, no especialmente fanática y no especialmente antisemita; al menos no como lo eran los franceses y los británicos, y racistas los estadounidenses. Quería entender cómo una sociedad tan preparada, con gente muy culta, puede caer en las garras de una ideología como esta. ¿No te parece, qué piensas de eso?

Que el tiempo ha pasado y que quizá todo fuera una revancha por lo ocurrido en la Primera Guerra Mundial.

-Aun así, es difícil entender que convulsionara a la sociedad alemana como para llegar al horror que se vivió durante la Segunda Guerra Mundial. Y por otra parte, también quería saber cómo era la sociedad opaca que dio lugar al estalinismo.

¿Ha necesitado hacer muchos viajes para escribir este libro?

-Conozco Alemania y conozco Moscú, poco más. Lo que he hecho ha sido viajar a través de las lecturas. Hay documentales muy descriptivos y películas muy interesantes. Hay también muchos ensayos sobre la época y sobre cómo eran las sociedades que se movían alrededor de estos totalitarismos.

¿Por qué le gusta tanto viajar al pasado? ¿Entender puede ser justificar?

-No. Me gusta mucho entender, pero nunca podría justificar lo que ocurrió, porque fue un horror para Europa, para el mundo. Viajo al pasado porque quiero saber cómo vivía la gente en esas épocas convulsas, en esos tiempos en los que la historia hace crack, para bien o para mal. Me gusta saber cómo personas como tú o como yo, que vivieron con unas leyes concretas, con unos prejuicios concretos, con unas costumbres asentadas que determinan la capacidad de amar y de soñar, llegaron a una situación como la que se vivió durante estos tiempos de totalitarismo.

Unos totalitarismos que ya surgieron años antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial.

-Es lo que quería ver a través de mis lecturas, conocer cómo vivía esa sociedad de Berlín en 1930, el ascenso del nazismo o cómo vivió gente como yo en aquel Moscú estalinista. Comprender cómo se vive con ese miedo constante a que les fueran a buscar, a ser detenidos, señalados o excluidos. Por eso me gusta ese diálogo con el pasado; me gusta como lectora y también como escritora.

Ya sabe que nos gusta encasillar. ¿Novela histórica o novela de época?

-Es novela narrativa de época. La novela histórica es para mí aquella que se basa en un hecho histórico concreto o en un personaje cuyos actos han sido cruciales, para bien o para mal, para las generaciones posteriores. Cuando ficcionas alrededor de hechos o personajes es cuando hablamos de una novela histórica.

Pero sus novelas también están relacionadas con la historia.

-No del todo. Yo pongo a mis personajes, personajes muy cotidianos, frente a un escenario que es la época que les ha tocado vivir. Hago un trazado para que ellos caminen por esas calles de Berlín o de Moscú, pero no voy más allá. Mis libros son de costumbres, costumbres que tenemos todos, pero en escenarios temporales diferentes. No hablo de historia en mayúsculas, hablo de historia en minúsculas.

Y son un tipo de relatos que interesan mucho como series o películas.

-Es algo que no depende de mí, sino de un productor que quiera poner el dinero para luego llevar a cabo un proyecto audiovisual. No te voy a decir que no me agraden los proyectos de series o películas basadas en mis libros, pero estoy muy expectante por ver cómo reciben los lectores Últimos días en Berlín.

La sonata del silencio se convirtió en una miniserie.

-Y estuve encantada. Y La sospecha de Sofía se va a convertir en una película. Tenía que estar ya hecha o casi hecha, pero la pandemia lo ha detenido todo. Se está buscando la financiación y creo que a principios de este año que ya está casi aquí se puede empezar a rodar. Si a alguien le interesan mis libros para llevarlos al cine o la televisión, no tengo ningún problema.

¿Quedó satisfecha con la adaptación de La sonata del silencio?

-Muy contenta. Como serie me pareció que tuvo una factura impresionante. En Televisión Española se pagan muy bien estos trabajos, pero luego no se promocionan, no me preguntes por qué. De todas formas, lo que priman son las plataformas. La sonata del silencio está ahora mismo en Amazon y televisión a la carta de RTVE. Sirvió para que el libro llegara a mucha gente que no lo había leído con anterioridad a la adaptación.

Tiene que ser raro ver en carne y hueso a los personajes que ha creado. ¿Se los imaginaba tal cual salieron en la adaptación?

-Ja, ja, ja... Nunca te lo imaginas. Cuando escribí ese libro no tenía ni idea si un día sería adaptado. Yo en mi cabeza tenía unos perfiles físicos y cada lector los suyos. Más que difícil es sorprendente. Me advirtieron de que iban a rebajar la edad. Los personajes del libro eran mayores, el matrimonio protagonista tenían más de cincuenta años.

¿Le sorprendió alguno de los actores?

-Cuando me dijeron que Fran Perea iba a ser el juez me sorprendí mucho. Yo no le veía.

Lo anclaba en Los Serrano, ¿no?

-Pues sí. A mí no me cuadraba. Me dijeron: Es actor de teatro...

Y está muy bien considerado por la crítica.

-Sí, y reconozco que estaban en lo cierto. A veces encasillamos injustamente a la gente. Cuando fui al rodaje estaba con el director, ya caracterizado, y no vi al Fran Perea que tenía grabado en mi mente. Vi a mi juez, a Mauricio Canales. Estaba espectacular y fue uno de los descubrimientos para mí. También lo estaba Marta Etura. Todos están extraordinarios. Los días que estuve en el rodaje disfruté muchísimo. Me sorprendió ver cómo una historia que yo había creado en absoluta soledad tomaba vida de aquella forma. Era como ver una especie de milagro. Quedé encantada con el tratamiento y con el respeto que se dio a mi libro, sabiendo a priori que no podía reflejarse todo al cien por cien.