Patria, La línea invisible, Maixabel y Ane son solo algunos de los títulos directa o indirectamente relacionados con ETA que se han estrenado en los dos últimos años. El conflicto vasco parece haberse convertido en un gran filón para la pequeña y la gran pantalla y lejos queda la respuesta que obtuvo de un productor Enrique Urbizu cuando quiso adaptar Esos cielos, de Bernardo Atxaga: "Eso es veneno para la taquilla". La profesora de Comunicación Audiovisual y Sociología de la Universidad de Salamanca, la errenteriarra María Marcos, ha analizado minuciosamente cómo se ha mostrado el terrorismo en la ficción televisiva y en el cine en el libro ETA catódica

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"Hemos vivido un periodo con varias series y películas precedidas por varios documentales sobre el tema que ha creado una falsa ilusión de que el boom iba a seguir. Parece que se ha quedado estancado porque no ha habido el éxito esperado, por lo que hay muchos proyectos que no están saliendo", afirma Marcos, que cree que, en el algunos casos, "todavía cuesta hacer ficción sobre el tema por respeto".

Esta profesora, nacida en Valladolid pero que pasó toda su infancia en Errenteria, ha analizado principalmente series y miniseries televisivas como Una bala para el Rey, Aupa Josu, Presunto culpable, El padre de Caín y las mencionadas Patria y La línea invisible, pero también películas como El lobo, Lasa y Zabala, Fe de etarras y Negociador. "Las primeras ficciones que se hicieron eran más cercanas al entorno abertzale y se centraban en la lucha contra el franquismo, pero con el paso del tiempo se han vuelto más críticas. Un claro ejemplo de ello es Imanol Uribe, en cuyos primeros trabajos se le ve mucho más simpatizante con el movimiento y en los últimos años es muy crítico con él", explica.

En la década de los 90, las producciones empiezan, aunque "de forma tímida", a cuestionar ciertos aspectos, como en el caso de Sombras en una batalla, de Mario Camus. "Existe un hartazgo entre la gente con todo lo relacionado con el terrorismo. Desayunan con él, así que no quiere ver ficción de lo mismo", asegura la autora. Esta situación se mantiene en los 2000, aunque el pico de producciones sobre ETA crece con nuevos cuestionamientos como el que se lleva a cabo en Yoyes, de Helena Taberna, "en la que se analiza por primera vez el rol de la mujer" dentro de la banda.

Esta evolución al ralentí tiene su respuesta en el necesario paso de los años. "Cada obra es producto de su tiempo y siempre que nos acerquemos a un trabajo tenemos que tenerlo claro. No es lo mismo hacer una película sobre ETA hoy en día que en los años 80", asegura la estudiosa. Eso no quiere decir que hoy día no haya riesgos, como el de "modernizar los relatos": "Es algo que se ve, por ejemplo, en La línea invisible, con esa voz en off hacia el final para indicar el arrepentimiento de Txabi Etxebarrieta. Es muy blanco".

A pesar de ese peligro, sin lugar a dudas el ahora es el momento donde más y mejor producciones sobre el conflicto vasco se están realizando. "El verdadero éxito es que hoy en día se puede afinar y ser más crítico con ETA que nunca", asegura

"Es muy positivo que generen debate"

Con la llegada de las nuevas plataformas, las ficciones sobre Euskadi no han parado. Sin embargo, según Marcos, la mayoría se han centrado en los años del franquismo y los inicios de la banda armada. "Creo que es por qué es más cómodo vender una imagen de una ETA buena y menos política contra Franco", explica la profesora, que cree que las polémicas tampoco juegan a favor. "Da igual lo que hagas que siempre va a haber polémica. Maixabel ha sido el último ejemplo de ello. Es muy positivo que estas películas sirvan para generar debate. La ficción, además de entretener, debe hacer reflexionar", añade.

Un director que ha ligado buena parte de sus proyectos a esa polémica es Borja Cobeaga, que desde Vaya Semanita ha abordado con mucho humor el terrorismo. "No hay un retrato más fidedigno de la ETA acabada que el que hizo en Fe de etarras. Pero luego está Negociador, que debería exhibirse más y no tuvo el público que se merecíaNegociador porque explica perfectamente a la sociedad vasca", asegura Marcos.

Entre los puntos negros detectados, la autora menciona las aproximaciones al GAL. Excepto Lasa y Zabala, para ella, maltratada injustamente, las producciones que se han llevado a cabo como El Lobo y GAL, ambas de Miguel Courtois son de baja calidad. "Tampoco se han hecho películas sobre secuestros o bajo el género thriller, que podrían funcionar muy bien en formato cinematográfico y que en Irlanda sí se han trabajado con el IRA", afirma.

A ello hay que sumar la falta de actores vascos y del uso del euskera en buena parte de estas producciones. Algo que podría deberse a cuestiones lógicas de producción pero que, en casos como el de Patria, con la mayor parte del reparto de intérpretes euskaldunes, no tiene justificación. "Es muy raro que etarras no hablen entre ellos en euskera. Como el alegato que hace el cura por el euskera sea en castellano", observa, añadiendo que esta carencia, ya visible en la novela de Fernando Aramburu, se debe a que muchos espectadores "no han superado todavía que haya lenguas cooficiales".

Lo que sí parece que está cambiando, sobre todo tras el estreno de Maixabel, es poder poner a las víctimas en el centro del relato. "Imagino que es más fácil vender una película sobre un etarra o un policía, pero hablar de las víctimas es muy necesario. De igual modo que entrar en el lado más humano de los etarras, algo que tampoco se ha hecho", apunta.

"Queda mucho por hablar y enseñar de ETA que es interesante", asegura, dejando claro la importancia que tienen este tipo de producciones con la memoria histórica. "La mayoría de los jóvenes no saben quién fue Carrero Blanco. Hay que recuperar la historia para que no se repita y hay que hablar de ETA para superar las heridas", concluye.