- Joseba Irazoki ha encontrado la estabilidad con Lagunak. El músico de Bera se ha acercado a ritmos más oscuros y bailables con III, que presenta mañana en un concierto en el que también estará el dúo de rock Rumbling Lips.

Tercer disco con Lagunak. Ya estarán más que consolidados, ¿no?

-Sí. Llevar con la misma formación tres discos hace que tu sonido sea más reconocible. En todos estos años en la música he hecho siempre discos muy diferentes y este proyecto ha traído el que quizás sea mi sonido más reconocible. Tener una formación estable me ha dado una base que antes no tenía. Aún así, creo que cada disco suena algo diferente.

Este último quizás tenga un toque experimental mayor que los dos anteriores.

-Sí, quizás en los arreglos. En el anterior, que tenía canciones más rock, busqué un arreglo más melódico o no tan ruidista, y en este, como la temática de las canciones es más oscura, los ambientes de las bases y los arreglos requerían más experimentación y lirismo.

¿Esa oscuridad y experimentación son fruto de la pandemia?

-En parte creo que sí. Es un disco 100% pandémico porque, aunque algunas ideas de riffs venían de antes, lo empecé a trabajar en pleno confinamiento. Me apetecía ponerme una rutina y repasar esas carpetas que tenía guardadas y que en el día a día no tenía tiempo para ver. Ha sido una época rara para todos y, personalmente, ha habido mucha incertidumbre laboral y personal. Todo eso ha quedado reflejado, inconscientemente, en la elección de las músicas. Me he sentido más atraído por los sonidos menos luminosos. Luego, la propia música es la que me sugiere las letras, que no sé si son oscuras, pero seguro que no hay un mensaje positivo.

A pesar de ello, hay varios guiños a sonidos más bailables e incluso funk. ¿Había ganas de bailar tras tanta pandemia?

-Un poco sí. Cada vez me gusta más bailar. Estoy más bailongo que nunca (risas). Seguramente, a la hora de buscar esas composiciones, inconscientemente de nuevo, tiré por ahí. Además, como banda sonamos como una locomotora y eso me ha llevado a no ir por acordes más clásicos. El ritmo está muy presente en mis últimas composiciones.

Imagino que eso lleva a que haya todavía más ganas de presentar el disco con la gente de pie.

-A la hora de elegir las canciones para el disco, justo en el momento en el que empezaba a verse la luz tras la pandemia, lo realizamos pensando en ese directo y en volver a bailar. Teníamos ganas de ver a la gente dándolo todo.

Entrando en las letras, hay dos canciones -'Galtzen ari da' y 'Oro'-, en las que habla del control de Internet y de los algoritmos, pero, curiosamente, el disco se puede encontrar en la red. ¿Cómo es vivir esa dicotomía?

-Las canciones, normalmente, las hago como terapia o para darme cuenta de la forma en las que llevo la vida. Yo uso mucho las redes sociales, pero lo hago de forma obligada. Es, sobre todo, por trabajo, aunque reconozco que también me entretienen y me gustan. Hay información que puedes recibir de ciertas personas que es muy interesante, pero también es cierto que te condicionan mucho. En lo que se refiere a las plataformas de streaming, a pesar de que puedan jugar en contra de los músicos, como melómano y consumidor de música que me gusta descubrir, me chiflan. Es muy positivo tener acceso a tanta música, pero no son plataformas éticas porque al artista no le llega lo que le tiene que llegar. Y luego, la manera en la que sale la información no es la correcta. Los créditos o la calidad sonora de, por ejemplo, Spotify, no es del todo buena. A pesar de ello, creo que hay que adaptarse a los tiempos y tener a mano tanta música está bien.

Aún así, mejor un vinilo, ¿no?

-La diferencia de sonido es brutal. La manera en la que el músico trabaja el disco está pensada para ser escuchada en la calidad correcta. La educación, a ese aspecto, es difícil porque los chavales vienen con otra manera de escuchar las cosas.

Ha utilizado letras de Joxi Ubeda, Gorka Erostabe y Xabier Gantzarain. ¿Se siente más cómodo creando música a palabras de otros?

-Me está pasando lo contrario. Desde que hice mi primer disco hace 20 años, donde todas las letras eran mías, no había escrito tantas. Cada vez estoy más a gusto con mis letras, aunque sean de menor calidad literaria, porque las interiorizo de otra manera. Es quitarme las vergüenzas. Los últimos años he trabajado con gente como Nacho Vegas y Rafael Berrio, que son unos superletristas y me han hecho ver que los proyectos ganan muchos enteros si los haces lo más personales posible. Aún así, también me gusta musicar poesía y textos de otros.

De igual manera, ¿cada vez se siente mejor subiendo al escenario liderando un proyecto que acompañando a otro músico?

-Como todo en la vida, es algo que tiene su lado bueno y su lado malo (risas). Hay menos presión cuando estoy acompañando. Cuando estoy solo en el escenario tengo más cosas que hacer. Tengo que preocuparme de la conexión con el público no solo durante la canción, por lo que el protagonismo aumenta. Aunque es algo que también me gusta. Hay más responsabilidad, por lo que en las dos vertientes estoy cómodo. Ahora mismo no cambiaría una por otra. Para mí, son compatibles y necesarias.

"La pandemia ha quedado reflejada en la elección inconsciente de las músicas; me he sentido atraído por sonidos menos luminosos"

"Estoy más bailongo que nunca y como banda sonamos como una locomotora, por lo que he ido por acordes menos clásicos"