Dirección: Cary Joji Fukunaga. Guion: Neal Purvis, Robert Wade, Cary Joji Fukunaga y Phoebe Waller-Bridge. Intérpretes: Daniel Craig, Rami Malek, Léa Seydoux, Lashana Lynch y Ralph Fiennes. País: Reino Unido. 2021. Duración: 163 minutos.

n un caso evidente de identificación entre el relato y su representación, el último 007 funde y confunde la esencia del personaje con la realidad del actor que lo ha interpretado, Daniel Craig. No creo regalarle nada afirmando que Craig ha sido la mejor encarnación del 007, con el permiso de Sean Connery, cuyo reconocimiento, sospecho, siempre fue un poco exagerado. En buena medida, le llegó por su hacer posterior, cuando supo envejecer.

De eso va el último 007. De asumir que los años pasan y que el cansancio crece. Esa parece haber sido la razón por la que Craig decidió distanciarse de James Bond. Un Craig cuya fisicidad ha perdido dureza y firmeza. Un Craig cuya última interpretación se ve atravesada por un aire nostálgico como nunca antes había ocurrido con el personaje. Se diría que el actor ha fagocitado a Bond; que los dueños de la franquicia, en buena medida agrietada por sus excesos de machirulo sesentero en tiempos del Me too, conscientes de que emerge un público nuevo, han dispuesto, no una despedida, sino un funeral con epitafio incluído.

El próximo 007 será mujer o no será. Y será negra para más inri. Esa es la principal conclusión de esta última entrega en la que James Bond ha perdido su 007 a manos de una colega con la que comparte su última aventura que descansa sobre la hipótesis de que un virus arrasa la vida humana. Bajo la meliflua dirección de Cary Joji Fukunaga (True detective) se sabe que el coronavirus retrasó su ejecución y que esa demora contribuyó a un exceso de noticias y conjeturas sobre su argumento. Y sobre todo, nadie ignora que Craig quería irse. El actor intuía que se había quedado sin tiempo

Todo fueron problemas en un filme que, pese a repetir la fórmula, o por eso mismo, aporta escasas innovaciones y una profunda falta de nervio. Sorprende la pobreza del vestuario de la nueva 007, el escaso ánimo de Bond y la insufrible sensación de que todo parece anémico. Con poco o nada que decir. Tal vez porque a estas alturas, lo que 007 representa es ya irrepresentable. Tal vez porque pertenece a un pasado que hace años que dijo adiós. Eso ya lo sabía Craig, el mejor Bond de todos.