- El director de la Quincena Musical, Patrick Alfaya, resopla tras el final de una 82ª edición "más complicada que la de hace un año", con tantos cambios de medidas y el miedo al cierre de las fronteras que podría haber dado al traste la apuesta del festival por recuperar los coros y las orquestas internacionales.

¿Qué balance hace de esta edición?

-Habiendo cancelado un único concierto, en la jornada inaugural y por un temor entre el coro de Andra Mari más que por contagios, hago un balance muy, muy bueno. Ha habido una tensión constante y hemos tenido que ir con un manual de instrucciones encima en todo momento. Ha cambiado la situación tantas veces que llega un tiempo en el que no sabes cómo actuar, y mira que nos hemos leído boletines oficiales... Pero es algo normal dadas las circunstancias. Solo puedo dar gracias a que el personal de la Quincena y de Donostia Kultura y los espectadores lo han llevado todo a rajatabla.

¿Cómo ha funcionado el protocolo covid?

-Teniendo en cuenta la cantidad de gente que ha pasado, no solo espectadores, también solistas y coros, podríamos fácilmente haber tenido algún problema porque todos somos humanos, y no lo hemos tenido. Hay mucho negacionista y seguro que más de uno ha estado en la Quincena actuando, pero todo el mundo se ha comportado.

Quizás tenemos ya muy interiorizadas las medidas.

-Claro, pero a pesar de ello ha sido mucho más difícil preparar este festival que el del año pasado. En 2020 era sí o no, había una serie de reglas muy claras que había que seguir. Ahora no es que no las tengamos, sino que se han modificado tantas veces, como por ejemplo el aforo, que lo complica todo. Había gente que al hacer un concierto en la iglesia de un pueblo te decía que debía ser al 35% cuando el protocolo establece que lo que ya había sido anunciado de antes podía ser al 50%. Hemos estado en la duda continua.

¿Confiaba realmente antes de empezar esta edición que no se cancelase ningún concierto?

-No lo sé. Si lo hemos programado es porque creíamos que podíamos sacarlo adelante. Ahora bien, la situación ha sido tan imprevisible que yo pensé que seguramente hubiese que cancelar algo y era algo que me preocupaba. Primero, porque las personas afectadas estuviesen bien, pero también porque el efecto es desmoralizante. Lo hemos visto en Kursaal Eszena con la cantidad de cancelaciones que hemos tenido que hacer. Un efecto como ese en 75 conciertos en 27 días podía ser devastador, pero por suerte no ha ocurrido.

En cuanto a taquilla, ¿cómo ha funcionado?

-Yo no tengo una bola de cristal, pero lo he clavado (risas). Dije que recaudaríamos 350.000 euros netos y hemos hecho en torno a 346.000. Ha ido muy bien en el sentido de que se han llenado la mayoría de actuaciones. Eso sí, al 50%. Hay que ver cuál será la reacción del público el año que viene, porque la gente lleva dos años perdiendo un hábito que es la Quincena, la OSE, el cine, el teatro... Automáticamente estamos evitando los espacios cerrados. Hasta para ir a tomar una cerveza preferimos la terraza.

¿Han podido ser estos dos años de covid una buena oportunidad para aquellos que nunca antes habían ido a un concierto de música clásica?

-Creo que sí. Hay muchas cosas en contra, como la mascarilla o la separación de asientos, pero yo, que reconozco ya bastantes rostros de los que siempre vienen, este año he visto muchos que son nuevos. Ha sido una edición diferente.

En lo que se refiere a la programación, la percepción es que la música de cámara y la danza han sido las protagonistas.

-La danza no es que no haya funcionado, es que ya sabíamos de antes que es algo que nos va a costar. La gente que busca danza contemporánea no mira a la Quincena, no por desprecio, sino porque no conocen. No hemos llenado ninguna de las actuaciones. Y seguramente sea también porque este año la programación ha sido más radical. Tenemos que buscar ese público poco a poco, es normal que no lo llenemos. ¿Lo que mejor ha funcionado? No lo sé, porque el Kursaal sí se ha llenado todo, pero los conciertos de cámara también. En general, tenemos que estar muy contentos.

En cuanto a las corales, ¿cómo han vivido el volver más o menos a la normalidad?

-La asociación de coros ha editado una instrucción de cómo se debe ensayar y actuar y, gracias a ello, los coros lo han vivido con mucha tranquilidad. Es verdad que hemos tenido que abrir la concha acústica del Kursaal para tener más espacio y la impresión que tenían es que la voz se marchaba por allí, pero no es verdad. Ha habido cierta inquietud también por la separación y por cantar con la mascarilla, pero son medidas a las que, en general, ya se han acostumbrado.

Ha sido un año en el que el talento local ha sido equiparable al internacional.

-La lista de artistas, no digo ya vascos, guipuzcoanos que ha pasado este año por la Quincena es muy importante. También es verdad que somos el festival del Estado que más artistas nacionales contrata, y la mayoría de ellos son vascos. ¿Por qué? Por un lado, por la tradición coral y, por otro, por un contexto musical que va más allá de la Quincena. Todo ello hace que haya artistas muy buenos aquí mismo. Posiblemente este año hayan tenido mayor presencia, pero siempre tenemos un grupo importante de solistas locales.

Muchos espectadores se han acostumbrado a ir a ver un día a un artista de la talla de Sokolov y al siguiente a la Joven Orquesta de Euskal Herria (EGO).

-Claro, aunque mucha gente me dijo que cómo iba a poner a la EGO. Pero, ¿qué pasa? ¿Acaso cuando viene la Mahler joven no vamos encantados? Está claro que es otra cosa porque tiene gente internacional y la EGO es un proyecto más local, pero creo que es muy importante apoyarlo. Seguiremos haciéndolo porque, además, hicieron un muy buen concierto.

¿Qué tal la experiencia de las orquestas internacionales de volver a viajar en plena pandemia?

-Ha sido una experiencia agobiante. Las cosas empiezan a despertar en toda Europa, pero sigue siendo complejo. Necesitas atravesar fronteras, son colectivos grandes, siempre hay alguno que se olvida el pasaporte covid en casa... También por este motivo ha habido dos orquestas de aquí además de la EGO. Han estado la de Galicia y la estatal, que han estado muchas veces, frente a la de Luxemburgo y la de Budapest. Normalmente tenemos cuatro o cinco extranjeras, pero por prudencia este año hemos querido tener dos o tres conciertos seguros por si cerraban las fronteras.

Dentro del repertorio, Beethoven ha estado un año más muy presente. ¿Hasta cuándo?

-El problema es que tenemos unas plantillas de orquesta muy limitadas por el espacio, así que acabas yendo al repertorio clásico. No puedes hacer Mahler porque no cabe o repertorio más contemporáneo porque exige más potencia de vientos. Hemos hecho la 5ª Sinfonía y el Cristo en el Monte de los Olivos, que llevaba 38 años sin hacerse, pero es verdad que queremos recuperar más Shostakóvich, Stravinski, etc que ahora no es posible.

¿Qué tal está funcionando el proyecto de Elcano?

-Bien, son ya varios años en los que está presente. Además, el proyecto nos ha permitido introducir elementos diferentes y locales. No solo en cuanto a músicos, también incluir un poeta de la época, algo de música folclórica, un instrumento como la txalaparta... Esa es también la base de la Quincena.

¿Y la Quincena Andante?

-También bien, y no hemos tenido ningún incidente. La gente ha acudido y se ha llenado todo al 50%. Las colaboraciones han funcionado muy bien y estamos muy contentos.

¿Puede haber una percepción equivocada en cuanto al aforo al pensar que todo está lleno, cuando solo está al 50%, que les pueda perjudicar?

-Claro, en el Kursaal tenemos 1.800 butacas pero solo han entrado 800. Da la sensación de que hay mucha gente, pero no. Encima antes con media hora para venir era suficiente y ahora tienes esa media hora más limpiarse las manos, dividir al público, recuperar al que va en dirección contraria... Hay menos de la mitad del público y hay unas colas enormes. Ahora todo es un protocolo.

¿Con qué perspectiva trabajan de cara al próximo año?

-Creo que hay que ser prudente. No tengo del todo claro que el verano que viene vayamos a estar al 100%. Tenemos que seguir siendo muy prudentes no solo en cuanto a las medidas, también en la programación y el presupuesto. No podemos pensar que todo estará bien porque el año pasado ya lo pensamos para este y estamos al 35%.

No obstante, a pesar de esa incertidumbre, la programación ya hay que ir trabajándola.

-Sí, sí. Tenemos muchas cosas avanzadas, pero la tónica general va a ser la prudencia. Yo voy a preparar un presupuesto muy similar a este, no me voy a ir mucho más allá de las 800 personas, porque luego no te encuentras con lo que habías pensado y, ¿qué haces? Yo me debo al festival y a lo público que lo respalda. También es verdad que en función a que nos acerquemos, si vemos que la situación es mucho más clara, podemos ir adaptándonos, ir realizando cambios en el programa o ir a por coros u orquestas más grandes.

¿Los artistas están con esa misma prudencia de cara al verano que viene?

-El pensamiento es más que a esto hay que acostumbrarse. Lo hemos hecho con la gripe, que mata cada año a 16.000 personas en España, y hay un pensamiento de que acabaremos también haciéndolo con este virus. Lo que yo creo que sí va a cambiar mucho es el mundo de las giras orquestales. La crisis del coronavirus nos ha hecho reflexionar mucho sobre lo local y sobre las barbaridades que hacemos con el medio ambiente. Por ejemplo, esto de orquestas viajando por el mundo sin parar para dar un concierto y largarse, no es aceptable. Por este motivo desde hace años ya en la Quincena las orquestas vienen mínimo dos días y dan dos recitales. Y otro objetivo que hemos conseguido es tejer una red de colaboradores de festivales e institucionales con los que utilizar el mínimo de aviones posibles. Todo eso se acaba notando también en el bienestar de esas personas y en su concierto. La de Budapest, por ejemplo, es una orquesta que ha estado muchas veces aquí. Su director, Ivan Fischer, sale al escenario y siempre dice algo en euskera. Se genera un espíritu diferente que le llega al público y que hace especial a la Quincena.

Regresa la ópera. En la rueda de prensa de balance de la edición de este año, Patrick Alfaya señaló ayer la intención de la organización de volver a programar ópera el próximo curso, siempre y cuando la limitación de aforo lo permita. Además, el máximo responsable de la Quincena adelantó que el 2022, al ser año Sorozabal, contará con varios espectáculos en torno a su figura y ya se trabaja en traer a Donostia "cuatro o cinco orquestas extranjeras". "Estamos planificando también dos conciertos grandes", apuntó, aunque, no obstante, podrían ser cancelados si sigue siendo necesaria la separación de metro y medio de distancia.

"Voy a preparar un presupuesto muy similar para 2022, porque luego no te encuentras con lo que habías pensado, y ¿qué haces?"