- Chucho Valdés pertenece a una prolífica saga de músicos cubanos. Su padre, Bebo Valdés, le introdujo en el mundillo. De hecho, su debut profesional, en 1959, vino de la mano del conjunto que dirigía Bebo, Sabor de Cuba. Chucho Valdés es pianista, compositor y arreglista. Su disco Jazz Batá y su proyecto Irakere supusieron en la década de los 79 un antes y un después en el jazz latino. El pianista, uno de los mayores exponentes vivos de los ritmos afrocubanos, que lleva seis décadas sobre los escenarios, actuará esta noche en el Victoria Eugenia acompañado por Reinier Elizarde (contrabajo), Georvis Pico (batería) y Pedro Pablo Rodríguez (percusión), en un doble programa que abrirá otra pareja cubana: Gonzalo Rubalcaba y Aymée Nuviola.

¿Qué supone para usted recibir el premio honorífico del Donostiako Jazzaldia

-Imagínese, yo estaba presente cuando mi padre lo recibió y me llené de orgullo y emoción. Recibir ese mismo premio es uno de los honores más grandes de mi carrera y le doy las gracias al festival por tanto cariño.

Hablando de su padre, ¿cuál es la mayor enseñanza que recibió de él?

-La disciplina, la seriedad, el respeto y el amor por la música.

¿Siente que le acompaña cuando se sienta al piano?

-Muchas veces siento como si me guiara, igual que cuando era niño y revisaba lo que estaba tocando.

Usted pertenece a una familia muy musical y sus hijos también han optado por dedicarse a ello. ¿Qué es lo más importante que les ha transmitido?

-Yo les he transmitido lo mismo que mi padre a mí; ellos han seguido ese ejemplo.

¿Cree que en estos casos los hijos deben estar pegados a la figura del padre o deben seguir su propio camino?

-Deben seguir su propio camino y. como mi padre me dijo, encontrar su propia personalidad musical.

El premio Donostiako Jazzaldia se concede a músicos con una trayectoria prolongada e ilustre. ¿Qué ve Chucho Valdés cuando echa la mirada atrás?

-Veo muchos años de esfuerzo, estudio, trabajo y dedicación. Comencé a los 15 años con la orquesta de mi padre y seguí mi propio camino. Este año cumplo 80 y, por tanto, son 65 años ya desde que comencé profesionalmente. Y es un honor poder seguir aportando todavía.

Parece que aún quedan muchos años de Chucho Valdés sobre los escenarios.

-Sin duda, ahora estoy entrando en mi segunda adolescencia, así que hay Chucho para rato.

El próximo año se cumplirán 50 años de la publicación de 'Jazz Batá'. ¿Prepara algo especial? En 2018 ya publicó una segunda parte que, además, se hizo con varios Grammys...

-Voy a adelantar una noticia, voy para el Jazz Batá 3.

¿Cómo será?

-Va a ser mucho más fusionado, con grandes sorpresas.

¿Considera que aquel disco cambió de alguna manera el jazz latino y el afrocubano?

-Cambió la historia y la cambió antes de Irakere por ser un concepto mucho más afrocubano.

¿Cómo vivió Chucho Valdés el año 2020, el año del confinamiento? ¿Le sirvió para componer?

-Dentro de las limitaciones de la cuarentena, dediqué mucho tiempo a componer. Desde hace mucho tiempo estoy trabajando en mi nueva obra, La Creación, que se estrenará a finales de año y de la cual estoy muy orgulloso. Es una suite en cuatro movimientos dedicada a Olodumare, el Dios Yorubá.

El confinamiento ha llevado a mucha gente a la tristeza. ¿Pueden ser la música, los ritmos latinos, un buen remedio contra ese sentimiento?

-Claramente, puede ser el antídoto para esa tristeza.

Actuará esta noche en la plaza Trinidad de Donostia. Saldrá al escenario muy bien acompañado con Reinier Elizarde al contrabajo, Georvis Pico en la batería y con Pedro Pablo Rodríguez en la percusión. ¿Cómo será el concierto? ¿Qué puede esperar el público?

-Una selección de lo mejor de mi repertorio y algunos estrenos como el Danzón Mozart a la cubana y nuestro homenaje a Chick, con el Armando's Rhumba.

Ya que cita a Chick Corea, era uno de los músicos más asiduos al Jazzaldia. Usted también mantuvo una estrecha relación con él. Me imagino que habrá lamentado profundamente su marcha.

-Aún me parece mentira. Chick Corea ha sido uno de mis referentes musicales y su partida nos deja huérfanos a todos los que lo adorábamos.

¿Qué recuerda de Chick Corea?

-Unos meses antes de su partida hicimos dos conciertos en el Jazz at the Lincoln Center, que quedará en la memoria de todos los asistentes. Fue una noche mágica a través del piano, un diálogo hermoso.