i algo necesita la época en la que vivimos es color. Eso es, precisamente, lo que ha proporcionado el artista británico Dan Feit en la exposición que recientemente ha inaugurado en la casa de cultura de Okendo: color, mucho color. Un año en el País Vasco es el resultado de un proceso artístico que ha llevado al artista hacia nuevos caminos que ha emprendido en su estancia en Donostia. "Me han dicho que son obras optimistas", asegura el artista en palabras a este periódico durante una visita a la instalación.

Nacido en Singapur y graduado en Bellas Artes por la Universidad de Falmouth (Inglaterra), durante una década trabajó como pintor y artista mural en Londres. Un ejemplo de su trabajo también puede encontrarse fuera de la exposición, en un conocido local donostiarra, el Geralds Bar de Gros, corregentado por su pareja Bella Bowring.

El británico llegó a Euskal Herria por primera vez en 2019. Viajó de vacaciones y visitó enclaves como Biarritz y la capital del territorio, donde dibujó bocetos y tomó fotografías de la Parte Vieja; se las llevó consigo a Inglaterra y las trabajó con diferentes texturas, ofreciendo una mirada foránea y, en este caso con un punto de abstracción, sobre paisajes que para todos resultan conocidos.

En este sentido, una mirada externa ofrece un nuevo interés sobre elementos que, de tan comunes para el habitante del País Vasco, pasan desapercibidos, pero no para este artista. Es el caso de la vivienda tradicional vasca, como las que pueden encontrarse en el casco antiguo de Hondarribia. Sus tejados a dos aguas fascinan al británico, hasta tal punto de ser un motivo recurrente en sus paisajes urbanos más recientes.

Tras aquellas vacaciones en 2019, Feit volvió a Donostia con intención de instalarse en 2020, a las puertas de la pandemia y del confinamiento; un encierro que fue muy productivo para el británico. No en vano, fue la génesis de la exposición.

Bowring, que acompaña en la conversación a Feit, explica cómo, ante la falta de materiales, su pareja utilizó para su proceso de creación aquello que tenían en casa como azulejos sobre los que pintaba con acuarela. Pero de un trabajo siempre puede surgir otro. En este sentido, estampaba papel sobre el azulejo para crear un nuevo lienzo sobre el que seguir pintando. "Tuve que ser imaginativo y me sirvió también para estar centrado durante el confinamiento", confiesa el artista.

Una vez llegada la desescalada, aún con esa idea de aprovecharlo todo y de reciclar materiales, en una línea cercana al arte povera, Feit rescató marcos y lienzos que habían sido descartados para crear nuevas piezas. En algún caso, incluso, recorrió un proceso de creación inverso al que, en un inicio, parecería lógico, dado que imaginó una obra a partir del marco y no al revés; cosa que, por otra parte, tiene sentido en su manera de hacer. No en vano, las obras de Feit exceden el lienzo y conquistan los marcos convirtiéndolos en parte de la creación, aún más en los casos en los que los cubre con materiales que les otorgan nuevas texturas. En Okendo pueden verse varios de estos ejemplos, en los que el artista ha recubierto los marcos con arena para después pintar encima y así añadir volumen a las piezas.

A mediados del año pasado, además, el británico fue residente de Tabakalera, lugar en el que continuó con el camino iniciado en casa generando paisajes y retratos desde su particular visión de Euskal Herria, y que, posteriormente, han sido el eje de su muestra.

Su "productivo" proceso de trabajo le llevó a la creación de un centenar de obras que ahora se exponen en la casa de cultura de Okendo. Solo tiene buenas palabras para el apoyo que ha recibido por parte del equipo de trabajo "tan profesional" que le ha ayudado a organizar la muestra; una colaboración y un apoyo institucional que, asegura, no existe en otros lugares de Europa en los que ha trabajado.

Obras que evolucionan

Retratos; paisajes, tanto urbanos como rurales; collages; murales con trazos, sinuoso, zizageantes, que van, vienen y se retuercen sobre sí mismos embadurnados de un deseo de abstracción. Todo ello se puede encontrar en Un año en el País Vasco, una exposición en la que parece que las obras de Feit no tienen límite, que evolucionan constantemente sin un destino predefinido; por lo tanto, están vivas: "No hay plan, no tienen un inicio y un final". Es más, si una obra no funciona como le gustaría al artista, no duda en recortarla o modificarla para que adquiera una nueva forma o sentido.

Como una manera de enseñar su modo de hacer, todos los viernes, durante dos horas, el artista trabajará in situ en la propia sala de exposiciones de Okendo. Unas líneas blancas salen de una colorida pieza con la que se abre la exposición. ¿Hacia dónde se dirige? Feit no lo sabe, no lo tiene claro, no le importa. Su proceder es otro. Es consciente que su nueva creación recubrirá todo el mural y valora añadir color mediante puntos. Será, lo que le surja.