El actor Juan Diego Botto investigó durante tres años para preparar una obra sobre Federico García Lorca. La escribió y también la protagoniza. Mañana, en el Victoria Eugenia, se calzará la piel del que es, a su juicio, el "mejor poeta y dramaturgo" del siglo XX. No obstante, Una noche sin luna no es solo un repaso a las decisiones que García Lorca tomó durante su vida, a sus obras, a su secuestro, asesinato y desaparición a manos del ejército franquista; también es "un juego de espejos" entre un pasado y un presente con tonos guerracivilistas.

Siempre es buen momento para reivindicar a Federico García Lorca.

Nunca está de más hablar de Federico García Lorca; para mí uno de los mejores poetas, si no el mejor poeta que tuvimos en el siglo XX, y uno de los mejores dramaturgos, si no el mejor que tuvimos en el siglo XX. Sí, nunca está de más.

Quizá el momento sea aún más apropiado, teniendo en cuenta la normalización de los discursos fascistas por parte de la ultraderecha.

Ese fue el germen de la pieza. Mi idea original era hacer un recital, leer poemas y fragmentos de obras de teatro de Lorca. Busqué material, leí su obra completa, también varias de sus biografías y, de repente, encontré en su vida muchos ecos de nuestro presente, como si fuera un espejo que nos hablara de nuestra actualidad; siempre desde ese lugar metafórico desde el que te habla el pasado. Pensé que esa era la historia. Que eso era lo que tenía que hacer, y no un recital, hablar de ese momento de encrucijada que le tocó vivir y que, de alguna manera, es parecido al nuestro; de esas decisiones políticas, estéticas, culturales, morales... que él fue tomando a lo largo de su vida y que lo empujaron a ese trágico final, donde fue fusilado el 18 de agosto de 1936. Me parecía que eso tenía interés: hablar del pasado para hablar de nuestro presente.

Por lo tanto, las enseñanzas de García Lorca siguen vigentes.

Entiendo que mucho. No solo su teatro y su poesía siguen siendo para mí uno de los puntos más álgidos culturales, estéticos, morales de nuestra literatura, sino que en su vida hay enseñanzas de las que podemos aprender mucho. A veces, en el pasado, hay una especie de semáforos, de señales, de indicadores que, si los ves y te fijas, puedes girar y cambiar de rumbo a tiempo. Aunque estamos avanzando hacia el desastre, aún estamos a tiempo de mirar esas señales.

"En el pasado hay una especie de semáforos, de señales e indicadores que, si los ves, te permiten girar y cambiar de rumbo a tiempo"

Se suele decir que la historia se repite, desgraciadamente, en muchos casos.

Decía Marx que se repite primero como drama y luego como farsa.

Dice que el pasado puede interpelar al presente pero, ¿en algún momento de 'Una noche sin luna' se habla desde el presente?

No sé sabe (ríe). El juego de espejos que intentamos hacer nosotros es que no quede claro, y ahí está parte de la gracia, cuándo estamos en 1931, en 1934, en 1936 o cuándo estamos ahora. Eso es posible porque es impresionante cómo hay cosas que pasaron en 1935 o en 1936 que podrían estar pasando ahora. Cómo hay discursos, críticas y situaciones que se daban entonces que parece increíble que se den ahora.

Es una obviedad decir que el trabajo de un actor es meterse en la piel de otro. Viendo su pasión por García Lorca, ¿le generaba respeto interpretar este papel? Aún más, teniendo en cuenta que se ha encargado del libreto...

Muchísimo respeto. Una vez que ya estaba escrito no quedaba otra que hacerlo, pero, en ese momento de la escritura, ahí es cuando le di muchas vueltas a la decisión de contarlo en primera persona o no. La lógica de la obra funciona muy bien, entras en el código bien y está escrito desde la mayor de las admiraciones y de los respetos. Entiendo la función como un homenaje.

'Una noche sin luna' está teniendo muy buena acogida.

Nos va mucho mejor de lo que pensamos que nos podía ir; sí, la verdad es que sí. Una obra de teatro no se completa hasta que no la muestras. Hay cosas que son papel, ideas, hasta que no las confrontas con el público no se completan. No sabes si se van a reír aquí o allí, si esto va a funcionar, si va a tener gracia, si va a emocionar... Recuerdo que estrenamos en Vitoria y fue algo mágico; la cosa empezó a andar y todo entraba, todo funcionaba, todo enganchaba. Durante los dos primeros tercios, la obra tiene mucho sentido del humor; reservamos la parte más emotiva para el último acto.

¿Cómo imaginó la obra?

La función trata de responder, y lo hace de forma explícita, a la pregunta de por qué le fusilaron, a qué decisiones tomó que llevaron a que lo fusilaran. La obra hace un recorrido por algunos aspectos: decisiones que tomó; cosas que dijo en charlas, en conferencias, en entrevistas; movimientos en los que se involucró... La propia Barraca fue fruto de enormes críticas. También habló de obras que recibieron críticas terribles, aunque ahora nos extrañe.

"Tratamos de forma explícita, a la pregunta de por qué le fusilaron, a qué decisiones tomó que llevaron a que lo fusilaran"

¿Por ejemplo?

Yerma fue enormemente criticada, aunque fue un éxito de público. Hubo una serie de críticos, sobre todo, del mundo de las derechas que no la pudieron soportar. Dijeron cosas que hoy nos parecerían increíbles. Eso es algo bonito también. Hoy en día tenemos la sensación de que Lorca siempre fue Lorca, que es una de estas figuras que parece que está esculpida en mármol. De la misma manera que Shakespeare fue un señor que se las vio y se las deseó para sacar adelante su teatro mientras algunos decían que Qué porquería es este Hamlet que ha escrito este señor, a los contemporáneos de Lorca sus obras les gustaban a algunos mucho y a otros, no tanto.

Le costó mucho empezar.

Su primera obra de teatro fue un fracaso rotundo. Fue un ser humano de carne y hueso que peleó por hacer algo estéticamente bello. No es la figura perfecta que hoy percibimos que fue.

¿Cómo fue el proceso de investigación?

Es impresionante la cantidad de trabajo que hay publicado sobre Lorca. Me leí las biografías más recomendadas y reputadas. De donde más bebí fue del trabajo de Ian Gibson, que es de los más completos. Además se trata de un trabajo que ha ido actualizando durante 40 años, desde que la escribió por primera vez en los 70. Tuve la suerte de conversar con él y también con conocedores de la obra, como con Luis García Montero. Es un proceso largo de mucho tiempo.

También ha recurrido a las fuentes primarias.

Las entrevistas y conferencias están publicadas. También encontré libros muy sorprendentes como uno que recoge todos los manifiestos que firmó Federico García Lorca, algo muy revelador. Te permite conocer los aspectos de una persona que, de otra forma, no conocerías y que habla de otros aspectos de su vida. Fue un trabajo de investigación largo, de casi tres años.

Imagino que habrá descubierto un nuevo García Lorca.

Sí. Ha habido cosas que me han sorprendido, que no me imaginaba y que están en la función para ayudar a comprender y completar su figura. Ayuda a comprender ese compromiso que fue adquiriendo en su vida, en algunos casos, con riesgo.

Por ejemplo, ¿qué le sorprendió?

Me sorprendió su firma al manifiesto de apoyo al Frente Popular. Estamos hablando de 1936, en un Estado español completamente polarizado. En ese contexto, asumir el compromiso de apoyar públicamente al Frente Popular tenía mucho riesgo. Me puse en su piel. Muchas veces cuando me dan un manifiesto pienso en las consecuencias de lo que me van a decir. Cuando uno tiene una determinada imagen pública, hay cosas que no te cuesta firmar y hay otras que sabes que no son fáciles; ese manifiesto no era fácil de firmar. De hecho, los únicos nombres conocidos entre los firmantes son los de María Teresa León, Rafael Alberti y García Lorca. También firmó junto a los intelectuales más reputados de su época otro manifiesto en el que pedía a Primo de Rivera que permitiese a los catalanes hablar en catalán, su propio idioma. Obviamente, eso tuvo consecuencias. A su vez, García Lorca leyó un manifiesto con Margarita Xirgu en Barcelona, lo que le trajo muchas críticas en el resto del Estado.

Ha solido comentar que buscaba dejar atrás cuestiones memorialisticas, relacionadas con la dictadura y los desaparecidos. No obstante, ha terminado imbuido en esos mismos temas.

Lo hice sin darme cuenta. Estaba muy contento con haber escrito una obra distinta, dejando atrás dictaduras, exilios y memoria. Y un día, ya con la pieza terminada después de años de trabajo, el director Sergio Peris-Mencheta, me escribió y me pidió que le explicase en un folio de qué trataba la pieza, qué significaba para mí o qué quería contar. Fue ahí cuando me di cuenta que había escrito sobre un desaparecido, sobre un hombre que fue secuestrado de su casa, fusilado sin juicio y hecho desaparecer. Y me dije, pues nada, aquí estamos otra vez. Eso tiene que ver con mi teoría de que uno siempre escribe sobre lo mismo, que da vueltas sobre los mismos temas que son los que a uno le inquietan, le conmueven, le interesan.

¿Cree que algún día se exhumarán sus restos?

No lo sé. En cualquier caso, García Lorca es el representante máximo de una situación colectiva. Él es el desaparecido más famoso donde hay cientos de miles de personas poblando las cunetas de España. Ojalá exhumen su cuerpo, pero ojalá también el de todos.

"Lorca es el desaparecido más famoso en un país con cientos de miles de ellos; ojalá exhumen su cuerpo pero también los del resto"

2020 fue un año duro para todo el mundo. ¿Cómo lo vivió?

De forma ambivalente. Ha sido un año durísimo para todo el mundo y también para el sector de la cultura. Hay muchos compañeros que lo están pasando francamente mal. Hay muchas salas de teatro en una situación muy comprometida. Nosotros mismos, que tenemos un espacio en Madrid, la sala Mirador, estamos lidiando mucho para sacarlo adelante. Hemos tenido a trabajadores en ERTE hasta hace poco. Es muy difícil que esto funcione con los aforos permitidos; estamos ahí peleándolo. En lo personal he estado trabajando, hemos podido sacar adelante esta producción, algo que ha sido muy difícil, pensaba que no lo íbamos a conseguir. Pese a todas las dificultades, la sacamos adelante, la pudimos estrenar y estamos teniendo muy buena gira.

Las consecuencias definitivas de las restricciones en la cultura no tardarán en verse.

Lo peor no se ve ahora. Las consecuencias las notaremos a finales de este año y a principios del que viene, cuando ya veamos qué queda, quiénes han aguantado y quiénes han caído. Dependerá de la ambición, por un lado, del Ministerio de Cultura y de la capacidad que tenga de pelear dentro del Gobierno para que Cultura reciba ayudas y estas puedan encaminarse directamente a los profesionales que lo necesiten. Y, por otro, de la ambición de las comunidades autónomas que tienen competencias en cultura.