adie duda que 2020 va a ser un año a recordar, para mal, durante décadas. Eso sí, en lo musical deja un muestrario de discos más que interesantes, tanto en el ámbito vasco como estatal e internacional, como prueban los últimos trabajos firmados por Gatibu, Amorante, Mikel Urdangarin, Zetak y Rafa Rueda, que destacan junto a los discos de Bob Dylan, Bruce Springsteen, Nick Cave, Phoebe Bridgers, Fountains D. C., Sidonie o Taylor Swift.

La buena salud de la música euskaldun se vio refrendada por el éxito de la Azoka de Durango más atípica de la historia. Discos como Izurdeen lekua, de Mikel Urdangarin, y Rueda, el reciente, maduro y melancólico trabajo de Rafa Rueda, que pivota sobre la voz, guitarras acústicas y detalles electrónicos, nos han hecho sobrevivir mejor estos últimos meses de pandemia, lo mismo, en un ámbito más juvenil y jatorra, que el EP Zeinen ederra izango den, de Zetak, el proyecto electrónico de Peio Reparaz, y Under alt, el segundo trabajo del quinteto Nøgen, cuyo folk urbano y pop suena más eléctrico y pop-roquero.

En el capítulo folk destaca Gaua. Ausentziaren itzala, la nueva colección de Antton Valverde con el apoyo de Harkaitz Cano y el pianista Karlos Giménez; la recopilación de Xabier Lete. Ni naiz, antología, que incluye dos CD y un libro, en el décimo aniversario de su fallecimiento; el vigésimo aniversario en directo de Alos Quartet, repleto de colaboraciones; Mikel Markez y su Azal berritzen, compuesto y grabado a medias con su hija Esti; lo nuevo de los Korrontzi de Agus Barandiaran, que comparte Klopariak junto a Xabier Amuriza, y Xabi Solano con el libro de partituras Trikitixa liburua II y el disco Zaharrak berri.

Dirigido a un sector más joven y roquero, destacan la vuelta de los navarros El Columpio Asesino con su arrollador y pop Ataque celeste; el rock euskaldun y feminista de Liher en Hemen herensugeak daude; las reediciones de discos de Negu Gorriak y Fermin Muguruza; el segundo trabajo de Habi; el reciente y exitoso EP Musikaz salbatuko gaitu, de Gatibu, o Absurdoaren paradisua, el álbum de Mila Modu, grupo de Xabier Yaniz, exguitarrista y voz de Hor Konpon.

Y conviene no olvidar el ambicioso, ecléctico y bailable proyecto de Hibai Etxebarria, Goxokiak, grabado junto a más de un centenar de músicos; la reedición en vinilo de lo último de Eñaut Elorrieta; Dan-tza gaitezen hil arte, de Modus Operandi, que va más allá del ska-punk; propuestas de jazz realizado por jóvenes como Leire Bilbao y Haizea Martiartu; el tercer disco estacional de Iker Lauroba, Udaberria; el estreno de la reguetonera Kai Nakai; el disco infantil Oker (txakurra da), de Jabier Muguruza, así como las propuestas más heterodoxas de Amorante, en Bat edo hiru, y de Moxal, en su último álbum, Arrebetxe.

2020 también ha sido el año del saludable regreso de grandes clásicos del rock de las últimas décadas, empezando por Bruce Springsteen y su reactivada The E Street Band, con Letter to you, y pasando por Bob Dylan, que vuelve siempre a renacer, en este caso con el magnífico Rough and rowdy ways. Seríamos injustos si no reseñáramos el disco en directo y en solitario de Nick Cave grabado en el Alexandra Palace de Londres o el estremecedor Countless branches, de Bill Fay.

En el ámbito de la americana conviene escarbar entre lo nuevo de Chris Stapleton, Jason Isbell and the 400 Unit, Lucinda Williams o el excelente Monivision, de Ray Lamontagne, por citar algunos. En la escena de pop indie o alternativa sobresalen los discos de cantautores como Kevin Morby, Bill Callahan y la magnífica Phoebe Bridgers, con su álbum Punisher, y el debut en solitario de Matt Berninger, el cantante y líder del grupo The National. Y los degustadores de sonidos electrónicos y bailables pueden indagar en las apetecibles melodías y ritmos de The Avalanches, Caribou y Four Tet.

Y mientras que el pop psicodélico dejó varias gemas, del American head, de The Flaming Lips, a The slow rush, de Tame Impala, y K. G., de los inclasificables King Gizzard & The Lizard Wizard, las guitarras furiosas las han protagonizado Idles y Fontains D. C.. También fue noticia la reconversión indie de la estrella Taylor Swift con folclore y Evermore, y el reinado del rap y el reggetón con Drake, The Weeknd y Bud Bunny. Y en el ámbito de la música negra, es justo destacar a Sault, colectivo cuyos integrantes permanecen en el anonimato y que aúna la música política de Marvin Gaye con la experimental de los primeros Massive Attack en los discos Untitle (black is) y Untitled (rise up).

En el ámbito estatal, el año deja también un buen y ecléctico escaparate, empezando por roqueros veteranos como Enemigos, que regresaron con Josele al frente y su álbum Bestieza, o los Chucho de Fernando Alfaro y su Corazón roto y brillante. Conviene resaltar también el pop luminoso e inabarcable estilísticamente de Sidonie con El regreso de Abba y a la nueva gema (más roquera) de los gallegos Triángulo de Amor Bizarro. Come aparte la nueva aventura de Santi Auserón con Juan Perro, con Cantos de ultramar.

Entre lo más granado del año firmado por nombres más jóvenes y emergentes destacan el cuarteto barcelonés Mujeres con su disco Siento muerte; las indies Melenas; el pop fresco, naif y encantador de las también chicas Ginebras y su Ya dormiré cuando me muera; el rock adrenalítico de La Trinidad con Los edificios que se derrumban; los setenteros y progresivos Los Estanques y la vanguardista Maria Rodés, con un Lilith que aúna folk con valses y bossa, entre otros estilos.

En el capítulo folk destaca 'Gaua. Ausentziaren itzala', la nueva colección de Antton Valverde con Harkaitz Cano y el pianista Karlos Giménez