Desde la creación de su trilogía, considerada por la crítica como uno de los mejores filmes políticos de la historia, el aclamado director -radicado en París- ha retratado Chile en más de una veintena de películas, entre las que destacan Nostalgia de la luz (2010), sobre el desierto de Atacama y los desaparecidos de la dictadura militar, o Cordillera de los sueños (2019), un homenaje a Los Andes, ambas premiadas en Cannes. Guzmán, de 79 años, trabaja ahora en un nuevo documental protagonizado exclusivamente por mujeres, un filme que verá la luz en 2022, sobre el proceso constitucional actual y la ola de protestas desatada en 2019, la mayor en tres décadas de democracia y un fenómeno que describe como "un intento de los jóvenes de hacer de Chile un país habitable".

¿Alguna vez imaginó que iba a documentar otro cambio histórico en su país natal?

-No, y creo que nadie lo pensó. Los chilenos nunca creyeron que de pronto unos asaltos al metro iban a provocar una explosión de 1,5 millones de personas. Tampoco los políticos, los dirigentes o los partidos. Todos nos quedamos con la boca abierta.

¿Existe alguna relación entre el rodaje de La Batalla de Chile'y dirigir este nuevo proyecto?

-Bueno, es la primera vez que vuelvo a Chile para filmar un proceso enormemente político que abarca todo el país. No es como en El caso Pinochet o como en el recuerdo de Salvador Allende. Tampoco es mi propio viaje interior como en Chile, la memoria obstinada. Esto es, de nuevo, el Chile entero, como en mi primera trilogía.

¿Son los jóvenes de las manifestaciones de ahora como los de Unidad Popular (UP) de Allende?

-Como cantan las mismas canciones parece que son más parecidos de lo que son, pero los de ahora tienen otros móviles. Los jóvenes de ahora no están tan metidos como los de entonces en un proceso político como el de Unidad Popular, que era estar liderando una pequeña revolución o una gran revolución, una promesa.

¿Y a qué están los jóvenes de ahora?

-Los de ahora quieren hacer de Chile un país habitable, porque se ha hecho un país inhabitable con los años. Mucha gente se ha dado cuenta de golpe de que hay que cambiar la actitud del Estado. Digamos que el estallido fue un intento de hacer un país habitable, no una revolución política, que es algo más abstracto.

¿Van a ser estos jóvenes los protagonistas de su nuevo documental?

-Los jóvenes hablan muy bien de lo que está pasando, pero especialmente las mujeres. Solo filmé a mujeres, son extraordinarias. Desde los 50 a los 17 años, ellas son las que plantearán en la película los cambios para hacer de Chile un país habitable. Son más claras y más lúcidas. Tomé esa línea y no me arrepiento.

¿Cree que su documental terminará con un Chile más igualitario?

-No sé hacia dónde vamos. Hay que mejorar la educación, la salud, las pensiones... Pero cómo se va a conseguir o cómo hay que seguir empujando, es un misterio. A lo mejor todo se institucionaliza y se detiene o a lo mejor no se para y explota de nuevo. Eso sería más interesante. Y, ¿hasta donde va a resistir el aparato del Estado? ¿Hasta dónde el Ejército va a seguir sin hacer nada y los Carabineros reprimiendo? Nadie sabe.

¿Todavía sigue hoy el fantasma de un golpe de Estado militar?

-Es posible, es un fantasma que siempre está ahí y nunca se va a desvanecer porque es real. El Ejército está muy perdido y tiene muchas contradicciones internas, podría surgir un líder al interior que pueda modificarlo todo.

En La cordillera de los sueños decía: "La ciudad que estoy viendo no la reconozco, mi mirada se ha vuelto hacia las montañas". ¿Reconoce ya a Chile tras esta crisis?

-Sí. Reconozco el Chile consciente, políticamente maduro, que estuvo durante años oculto. En general, los chilenos vivían en un territorio alejado de la historia, y ahora la recuperan. ¿Cómo es posible que durante 40 años se olvidaran canciones protesta que hoy día se cantan? ¿Cómo el tiempo se esconde y surge de nuevo? Es un misterio.