- Está siendo un año aciago para una de las salas de conciertos más queridas de Donostia. Tras cerrar en marzo, Álex López y el resto de sus socios han llevado a cabo un proceso de reflexión para adaptarse "por miedo y por responsabilidad" a la situación actual que ha derivado en "un espacio agradable" en el que relajarse tomándose un café. Únicamente con dos días de reapertura y con la mirada puesta en devolver la música en directo, vuelven a verse obligados a bajar la persiana.

Un día es lo que ha permanecido abierta la sala.

-Es algo que ya imaginábamos. Navarra ya lleva dos semanas así y, con todo lo que se rumoreaba, lo veíamos venir. Nos da pena porque queríamos haber abierto antes, pero, con la reforma que tuvimos, hemos tardado. Queríamos volver a tener un encuentro con la gente y que nos dieran algo de moral, porque estamos bastante deprimidos, y lo han hecho. Desde que anunciamos que reabríamos la gente se volvió loca en las redes sociales y nos han dado mucho calor. Estos dos días abiertos han sido muy bonitos.

Ha sido un día para dar la bienvenida y otro para despedirse.

-Sí, pero han sido sobre todo para ver que, si pudiésemos abrir, podríamos resistir.

¿Qué plan tenían para reinventarse?

-Cuando el Dabadaba abrió tenía un peso muy grande por las tardes. Con la reforma de 2018 lo perdimos; todo ya era más profesional, más pensado en los conciertos y en la noche, pero continuábamos con la idea de reabrirlo como antes. Lo hemos vuelto a hacer ahora, poniéndolo algo agradable en la medida de nuestras posibilidades económicas. Tenemos la suerte de que es un local amplio y podíamos cumplir el límite de 60 personas sin necesidad de apretarnos.

¿Cómo han sido todos estos meses cerrados?

-Parece que han pasado cinco años. No solo tenemos el Dabadaba; con los años, nos hemos ido metiendo en otros proyectos que sí hemos podido sacar adelante. Los dos primeros meses, como todo el mundo, fueron de no creérselo, y a partir de junio nos volcamos en los que tienen un carácter veraniego como el Dabadaba Beach o La Kantina, en Pasaia. Cuando en junio parecía que todo podía abrir, hicimos un amago, pero no lo vimos claro porque las señales que se emitían no parecían claras y decidimos esperar más. Fue miedo y responsabilidad a la vez. En agosto se decretó el cierre de los grupos 3 y 4 y volvíamos a estar obligados a cerrar. El Ayuntamiento de Donostia nos ha permitido la reconversión en grupo 2 y abrir como cafetería, así que teníamos el reto de convertir un sitio de baile, fiesta y música en directo en un lugar donde tomarse un café. Han sido meses de incertidumbre y de mucho desamparo institucional.

Se les junta hostelería y cultura, los dos ámbitos que más se han recortado.

-Sí. Nosotros somos una sala de concierto como actividad principal, pero también somos más cosas. Desafortunadamente, aquí los conciertos y la barra van unidos. No es como en Europa, que la cultura tiene sus cauces propios y sus subvenciones propias, aquí es jugársela sin red. O la red es la barra. Así que sí, estamos afectados por los dos lados.

¿Había proyecto de volver a organizar conciertos?

-Sí. El Ayuntamiento nos había propuesto recuperar el ciclo Dkluba en la medida de nuestras posibilidades, con 50 o 60 personas de aforo. Iban a ser tres conciertos al mes que ahora ya no pueden ser. También estábamos pendientes de si el Gobierno Vasco proponía algún tipo de plan o ciclo, pero todavía no sabemos nada. Y, por último, por nuestra parte queríamos hacer cosas, pero sin apoyo no da para pagar técnicos, taquilleros, producción, promoción...

Quizás la fórmula pasa por realizar pequeños festivales como el Irun Zuzenean que organizaron.

-Sí, pero lo que pasa ahí es que nosotros somos gestores. Es un concurso público que ganamos y nosotros ponemos nuestro gustito en la programación. No obstante, sí es la fórmula. Está bien que los departamentos culturales de Euskadi sean potentes y autogestionables, pero habría sido deseable que, en una situación como esta, se involucrase al resto de agentes como se ha hecho en Navarra, donde las salas, los promotores y las bandas han formado parte de la cadena. Si se ha organizado un concierto al aire libre, el Ayuntamiento o la Comunidad Foral corría con el gasto e involucraba a salas, técnicos y bandas locales dándoles vidilla. En Euskadi se hace y gestiona desde el Departamento y listo. Ahora mismo, con las restricciones, solo ellos pueden organizar cultura.

¿Cómo cree que va a afectar todo esto al panorama musical vasco?

-No sé cuánto se va a alargar esto, pero si lo hace mucho más desaparecemos nosotros, el Doka... casi todo el mundo que no tenga apoyo financiero detrás. A estas alturas, a las instituciones ni están ni se les espera. Hablan de planes de rescate y no se dan cuenta de que el tiempo es un factor determinante. Estamos en noviembre y todavía no se ha hecho nada, cuando en otros sectores sí lo tienen. Es un sector muy muy frágil. Hablamos de las salas, pero también hablamos de un montón de técnicos, de compañías, empresas de sonido e iluminación y de artistas, que es un sector precario y de cuya precariedad somos todos responsables.Creo que los administradores culturales deberían ser conscientes de que, más que nunca, está en su mano que esto no sea un drama. Si caen en la autocomplacencia de ver que sí, se han celebrado el Jazzaldia, el Zinemaldia y la Quincena y se han podido hacer cosas en los teatros, y no ven todo lo demás, como los grupos que no pueden tocar o que no pueden formarse, se va a morir un tejido que es el sustento de todo lo demás. Está muy guay que se llene el Kursaal seis veces con Izaro, pero los bandas pequeñas, que en el futuro serán las grandes que llenarán esos sitios, no tienen dónde tocar. Si la red desaparece, y es responsabilidad de las instituciones, luego no va a haber nada. Es demagogo decirlo, pero parece que se han centrado en las cosas que dan ruedas de prensa. Y una sala de conciertos no las da.

A ese respecto, usted es muy critico con los comentarios que ha realizado últimamente el consejero de Cultura, Bingen Zupiria.

-Un consejero debería saber medir sus palabras porque vive de ello. Me ha dado la impresión de que a él todo le parece ajeno, como si estar como estamos es responsabilidad nuestra porque somos una banda de hippies harapientos que no nos organizamos. No estamos en Elkargi y no somos Petronor o Tecnalia. Es decisión de ellos ver si la cultura forma parte de su estrategia de país. Y si lo quieren, se necesita que el gobierno se involucre. Que la lavada de manos venga de la persona que debería ser nuestro representante y principal gestor da una idea de lo que quiere Euskadi con la cultura, que es nada.

¿Desde el Ayuntamiento de Donostia también han notado esa dejadez?

-Lo que pasa es que, al final, uno puede hacer las cosas en función del tamaño que tenga. Creo que había más capacidad por parte del Gobierno Vasco. Zupiria ha llegado a decir que la cultura no necesitaba de un tratamiento especial, pero nadie está pidiendo que hagan más que lo que están haciendo en otros sectores. O, al menos, que lo hagan en la medida en la que estamos siendo afectados.

En estos meses, imagino que habrá tenido contacto directo con los artistas de aquí. ¿Cómo lo están viviendo?

-Todo el mundo está muy bajo de ánimos y se guarda las cosas para dentro, pero hay una sensación de, o estás muy arriba o no se ha tocado nada. Que no haya habido conciertos, unido a una reformulación del sector musical que ha pasado de tener que ganarse la vida en directo, ha sido un remate. Si no tocas, no hay ingresos. Muchas personas se han quedado por debajo del umbral para acogerse a las ayudas, es terrible.

Una vez que pase este mes, estarán a la espera de lo que les digan.

-Sí. Yo, si tuviera que aventurar algo, diría que, no será por nosotros, pero no creo que el Dabadaba vuelva a abrir en 2020.

"Queríamos volver a tener un encuentro con la gente y que nos dieran algo de moral"

"Han sido dos días sobre todo para ver que, si pudiésemos abrir, podríamos resistir"

"Aquí los conciertos y la barra van unidos. No como en Europa, que la cultura tiene sus cauces"

"Si no tocas, no hay ingresos. Mucha gente se ha quedado por debajo del umbral de las ayudas"

"Habría sido deseable que los departamentos culturales involucrasen al resto de agentes"

"Está muy guay que Izaro llene el Kursaal, pero las bandas que en el futuro llenarán esos sitios no tienen dónde tocar"

"No somos Petronor o Tecnalia. Es decisión de ellos ver si la cultura forma parte de su estrategia de país"