an pasado 25 años desde la última exposición retrospectiva del artista Juan Luis Goenaga en su ciudad. En aquella ocasión, en 1995, fue en el Koldo Mitxelena, pero a partir de hoy hay una nueva oportunidad de repasar el trabajo de este autor que mantiene su taller en Alkiza. La sala Kubo-Kutxa ha decidido programar una nueva muestra para la reapertura de su espacio, situado en el Kursaal, tras el confinamiento y el retorno a la nueva normalidad, si bien es cierto que el donostiarra ya presentó un conjunto de obras que se exhibieron en la exposición colectiva Bidaideak: compañeros de viaje, en el año 2003.

La nueva exhibición, que repasa los 50 años en la carrera del artista plástico, coincidirá en el tiempo con la inauguración del Zinemaldia y el estreno en salas del último largometraje de Woody Allen, titulado Rifkin's Festival y rodado en Gipuzkoa el pasado verano. Coincide, decimos, porque parte de la obra de Goenaga fue utilizada por el neoyorquino en su rodaje, en el que el cineasta recreó su taller. Aún y todo, los organizadores quisieron ayer desvincular ambos hechos, dado que la exposición responde a la voluntad de "saldar una deuda" que la sala tenía con el artista.

Si en el caso del rodaje fueron 130 los lienzos que el pintor prestó al director; en esta ocasión, la sala perteneciente a Kutxa Fundazioa exhibe otras tantas obras: 128 en total, cedidas por la propia Kutxa, venidas de 26 colecciones particulares y de los fondos de Diputación Foral de Gipuzkoa, los museos Diocesano y San Telmo de Donostia, el Artium de Gasteiz y el Bellas Artes de Bilbao, así como algunas prestadas por el propio autor.

Goenaga, a secas. Es así como se titula esta exposición; prácticamente un oxímoron entre concepto y contenido, una sola palabra para aglutinar cinco décadas de carrera -en la que los cuadros han ido surgiendo, casi, de forma espontánea, instintivamente "aparecen"-, pero que casa muy bien con el carácter del propio autor, poco amigo de prodigarse en palabras. Goenaga participó ayer en la rueda de prensa de presentación de la exposición, en la que estuvo acompañado por el comisario de la misma, Mikel Lertxundi y por la directora del espacio, Ane Abalde, y por el director de la Fundación Kutxa, Ander Aizpurua.

Fue precisamente por impulso de Lertxundi por lo que Goenaga, que permanecerá abierta hasta el próximo 10 de enero, ha salido adelante. No en vano, el comisario conoce profundamente la obra del donostiarra, dado que en 2018 publicó un extenso estudio monográfico sobre su obra que lleva el mismo título que la exposición, el del apellido del autor. Según comentó el comisario, fue en ese periodo, cuando buceaba en el trabajo del pintor, cuando tomó conciencia de que la trayectoria del donostiarra necesitaba una "revisión" que, además, fuese "didáctica" para el público.

Esa revisión ha adoptado una forma cronológica, modo en el que se organizan los distintos espacios de Kubo-Kutxa, y que se inicia con sus primeros trabajos en la apertura de su taller en Alkiza en 1969. Juan Luis Goenaga ha sido siempre autodidacta y su obra siempre ha tenido un marcado carácter expresionista y transita entre la abstracción y la figuración, aunque los límites entre ambos son "difusos". En cuanto a los temas recurrentes, el autor se ha movido entre los más íntimos como los familiares u hogareños, hasta los más generalistas como la naturaleza, el paisaje y la historia y la etnografía. "Su obra es el resultado de una amalgama de referencias en las que se entrelazan el contacto directo con el paisaje, los emplazamientos y la historia subyacente en ellos, las lecturas científicas y literarias, las vivencias personales y el acervo cultural y artístico", explicaron los responsables de la muestra.

Goenaga se organiza en seis espacios y con una clara voluntad de definir un camino evolutivo y en un séptimo dedicado a su obra en papel, que además funciona como recorrido paralelo y autónomo. De hecho, la obra en papel ha sido "fundamental" en el recorrido de este artista y, a diferencia de otros que usan este soporte con dibujos y acuarelas como paso previo al óleo, para Goenaga la elección del papel es la "consecuencia de la definición de las formas y los temas".

Más allá de este recorrido paralelo, la exposición se embarca, en primer lugar, por explorar la inmersión del autor en la naturaleza, sobre todo, salvaje; algo que comienza con su llegada a Alkiza a finales de los 60 y que desarrolla en la siguiente década con series como Itzalak, Belarrak o Sustraiak.

A finales de los 70, al volver a Donostia, lo figurativo surge en su pintura, y comienza a fijarse también en lo urbano, siempre manteniendo dos características: el dinamismo y el vigor en su pintura. Profidén, Antropomorfos y Andróginos, Basoan dan-tza o Katástofes son series de este periodo, que dieron paso a otros temas, dado que comenzó a desarrollar trabajos con "tono onírico e irónico" y también series con parejas, personajes y coches.

En 1983 volvió a Alkiza y retornó al intimismo. En este periodo predominan los autorretratos, las escenas familiares y los bodegones con objetos cotidianos; y también apuesta por la abstracción, tendencia en la que profundiza a finales de la década, cuando se instala en París, aunque añade a sus cuadros elementos como redes, mallas o plásticos.

Románico y Arkeolojiak son buenos ejemplos de su predilección por lo arcaico, imitando las formas y los materiales del hombre prehistórico; una línea de trabajo que comenzó en 1991 y que aún hoy mantiene. Por ejemplo, en los primeros años de este siglo sigue siendo dominante, pero lo intercala con otros motivos, "siempre incidiendo en la renovación del color, más puro y luminoso, como influencia de su trabajo al aire libre y de un anhelo de hacer disfrutar al espectador con su pintura".

En lo que respecta a los últimos 20 años, continúa con la alternancia de temas, siempre en desarrollos coloristas, exceptuando en un periodo en torno a 2011 en el que opta por la blancura.