odavía hoy, muchos lo podemos recitar de carrerilla: "El coche fantástico es una trepidante aventura de un hombre que no existe en un mundo lleno de peligros. Michael Knight, un joven solitario embarcado en una cruzada para salvar la causa de los inocentes, los indefensos, los débiles, dentro de un mundo de criminales que operan al margen de la ley". Y ya. La narración se acababa ahí, pero como estábamos flipados con las acrobacias que hacía el coche en la intro mientras sonaba esa sintonía tan pegadiza, nos daba igual que la narración no tuviera nudo ni desenlace. No así la serie, que era precisamente eso: capítulos autoconclusivos con su introducción, nudo y desenlace de manual, la misma historia siempre resulta en los mismos tiempos, en la que apenas cambiaba el nombre y el color del tinte de la chica en apuros con la excepción de aquellos contados episodios dobles para inaugurar o cerrar la temporada, que TVE partía en dos, porque no era cuestión de tener a la chavalería dos horas frente a la tele en pleno verano después de comer. Si no aguantábamos tanto tiempo antes de bañarnos en la playa, a riesgo del temido corte de digestión, cómo para estar en el sofá del salón.

Era la historia más repetitiva del mundo, pero nos daba igual, porque ahí residía la gracia, en saber lo que iba a pasar en cada momento, en saber qué botón había que apretar porque Kitt hablaba, se conducía y aparcaba solo, pero tenía un salpicadero lleno de botones: que si el turbobosch, el analizador de voz, los rayos equis... era como un circo de tres pistas al que le podías pedir cualquier cosa, incluso que te viniera a buscar hablándole por el reloj, pero si estabas subido al coche había que darle al botoncito.

Fueron 92 capítulos divididos en cuatro temporadas con episodios tan bizarros como esos en el que Kitt tenía un hermano gemelo malo que le hacía la puñeta llamado Kart, o ese otro en el que Michael Knight, allá por la segunda temporada, también tenía otro hermano gemelo con bigote que, ¿adivinan? también era malo. Otra prueba de que el guion era siempre el mismo.

La serie volvió en 2008 de la mano de la NBC con nuevo coche y protagonista, pero sin alma ni gracia, que aquí pudimos ver un año después en TVE, lógicamente en verano, con récord de audiencia en su estreno y un desplome casi instantáneo, prueba de la decepción que causó. No fue el único intento de resurrección. David Hasselhoff ya había protagonizado en 1991 un capítulo piloto titulado Knight Rider 2000 en el que Kitt era un deportivo de color rojo de chulo playa, así que como no prosperó, Hasselhoff volvió a las playas de Santa Mónica.