u trabajo es tan bueno que nadie notaría que lo hizo una mujer”, le dijo una vez el pintor Hans Hofmann a Lee Krasner, a la que ayudó a adentrarse por unos derroteros que la iban a conducir, a ella y a otros muchos, hacia el expresionismo abstracto, movimiento del que Krasner se convertiría en uno de sus referentes fundamentales. Pero la frase dice mucho del círculo artístico reservado casi exclusivamente para hombres en los que tuvo que moverse esta pintora neoyorquina. Por esta razón, decidió cambiar su nombre: Lena se convirtió en Lee, en Lee Krasner.

Tampoco le ayudó en absoluto que se acabara casando con el reconocidísimo pintor Jackson Pollock. El idilio entre ambos artistas se inició en 1942, cuando ella visitó el estudio de Pollock con motivo de una exposición. Tres años más tarde, contrajeron matrimonio y, mientras que Jackson incrementó su popularidad y prestigio dentro del circuito del arte, Lee fue quedando cada vez más a la sombra; durante la década y media siguiente, vivió para apoyar y empujar la carrera del considerado pintor expresionista abstracto por excelencia. “Pollock necesitaba que viviera solo para él”, recordaba la mecenas y coleccionista Peggy Guggenheim.

Durante el tiempo de su matrimonio, Lee Krasner siguió pintando aunque con menos intensidad. Después de la muerte de Pollock en un accidente de tráfico en 1956 cuando este solo tenía 44 años, la artista se empodera realizando una pintura mucho más libre y se dedica en cuerpo y alma al arte hasta que falleció en 1984.

Tras un periodo de duelo con una producción en tonos ocres, Krasner permitió en la década de los 60 que la luz y el color volvieran a estallar en su pintura.

“Como artista, nunca me consideré nada más que Lee Krasner. Siempre voy a ser la señora Pollock, eso es un hecho, pero nunca he usado el nombre Pollock en relación con mi trabajo. Pinté antes de Pollock, durante Pollock y después de Pollock”, llegó a decir esta pintora.

A pesar de ser una de las pocas mujeres que ha tenido una exposición individual en el Museo de Arte Moderno de Nueva York en 1984, Krasner no ha recibido el reconocimiento que merece en Europa. La exposición que se presentará en el Guggenheim Bilbao a partir del 18 de septiembre demuestra que fue mucho más que la señora Pollock y ensalza su vasta trayectoria y su aportación a la pintura.

Realizada por el Barbican Centre de Londres en colaboración con el Guggenheim Bilbao, la muestra recoge, a lo largo de 50 años de carrera creativa, la trayectoria artística de la influyente artista de la segunda mitad del siglo XX.

En la exposición se podrán contemplar desde sus tempranos autorretratos y dibujos al natural, realizados a comienzos de la década de los años 30, dominada económica y socialmente en Estados Unidos por la Gran Depresión, hasta las monumentales obras de principios de la década de 1960 y sus rompedores collages de los 70, pasando por sus Pequeñas imágenes de finales de los 40.

Color vivo, que es el título que lleva la exposición, se presenta como una oportunidad única para todos los visitantes, ya que podrán experimentar el gran impacto que tuvo el trabajo de Krasner. El 20 de diciembre de 1984 el MoMA inauguró la primera retrospectiva de Lee Krasner, histórica artista del expresionismo abstracto, pero para entonces ya era demasiado tarde: Krasner había fallecido seis meses antes. Su obra no fue valorada en vida como se hubiese merecido. La exposición del Guggenheim Bilbao está comisariada por Eleanor Nairne, del Barbican Art Gallery, y Lucía Agirre, del Guggenheim Bilbao, y se podrá ver hasta el 10 de enero de 2021.