La faceta oculta de Néstor Basterretxea
“Néstor Basterretxea era un compulsivo retratista de su propia obra. Si podía tener 100 fotografías de una escultura en vez de diez, mejor”. La sala Kutxa Artegune de Tabakalera, inaugura hoy una exposición sobre una “faceta oculta” del poliédrico artista nacido en Bermeo pero que pasó gran parte de su vida en Hondarribia. Concretamente, la muestra se compone de 160 fotografías tomadas por el escultor responsable de La paloma de la paz entre 1960 y 1974 y seleccionadas por el comisario Peio Agirre, en un proceso que ha durado varios años, según confesó en la rueda de prensa de presentación que tuvo lugar ayer en el Centro Internacional de Cultura Contemporánea.
Néstor Basterretxea fue uno de los miembros del Grupo Gaur, junto con Jorge Oteiza, Eduardo Chillida, Remigio Mendiburu, Amable Arias, Rafael Ruiz Balerdi, José Antonio Sistiaga y José Luis Zumeta, y aunque destacó en prácticas artísticas como la pintura, la escultura, el diseño y la cinematografía, la fotografía la reservaba, principalmente, para el uso personal; unas imágenes que, pese a todo, beben mucho del séptimo arte y que juegan con los “claroscuros” y que enfatizan mucho los “vislumbres”.
Así, en 2016 la directora de Artegunea, Ane Abalde, lanzó el guante a Agirre, también profesor en la Elías Querejeta Zine Eskola, y le propuso construir una exposición alrededor de “artistas plásticos no considerados fotógrafos”, en concreto, sobre Basterretxea, del que Agirre ya comisarió en 2013 en el Bellas Arte de Bilbao la retrospectiva más grande que jamás se ha hecho sobre el artista vasco -Basterretxea. Forma y Universo-, aunque en aquella el trabajo fotográfico no tuvo “gran peso”.
“Esta exposición completa aquella, aunque esta es más emocional”, aseguró el responsable de la muestra. Conoció a Basterretxea en 2004 y que entre 2008 y 2013 visitó en muchas ocasiones el caserío Idurmendieta de Hondarribia, taller y residencia del artista fallecido en julio de 2014, pocos meses después que su mujer, María Isabel Irurzun, que, por supuesto, también tiene su lugar en Néstor Basterretxea. A través de la fotografía.
Después de recoger el guante lanzado por Abalde, Agirre trabajó en 2018 y durante seis meses en el citado caserío -vacío desde el fallecimiento de sus habitantes-, en el que escarbó en “cajas y tupers” en los que se guardaban entre 5.000 y 6.000 documentos fotográficos de muy diverso formato -entre otros, fotogramas, negativos y positivos sin negativo que, en el caso de que se pierdan “desaparecerán para siempre”- y que se encontraban en muy distinto estado de conservación. Entre todos aquellos, llegó a seleccionar 500 fotografías que pasó a digitalizar y con las que ha trabajado.
Finalmente, 60 han sido producidas por Artegunea para la exposición, que también incluye vinilos que parten de imágenes del archivo municipal de Irun, concretamente, del Fondo Kruz, conformada por el legado de la que fuera principal tienda de fotografía de la localidad y con la que Basterretxea también colaboró.
A su vez, se exhiben varios rayogramas -calco fotográfico logrado sin cámara, que a comienzos de la década de 1920 reivindicó Man Ray- y collages en los que Basterretxea incrustaba recortes de sus esculturas en paisajes distintos a la ubicación original para demostrar que su obra podía integrarse de forma natural en otros entornos.
A su vez, además de materiales en Super 8 rodados por el artista y que incluyen momentos familiares como viajes a Nueva York o Lanzarote, también se proyecta un collage vivo, “un montaje realizado directamente en cámara” y “una excepción” al uso que el bermeano le dio al citado formato de vídeo -varios alumnos de la Elías Querejeta Zine Eskola han colaborado en el apartado dedicado a lo audiovisual-.
Aunque Néstor Basterretxea a través de las imágenes incluye material audiovisual creado por el autor, Agirre ha preferido excluir de la exposición materiales fílmicos como las películas Operación H, Pelotari o Ama Lur por varios motivos.
Por un lado, porque considera que para poder apreciar adecuadamente las cintas, estas deben ser proyectadas en pantalla grande, y porque ha “querido ser muy respetuoso con la autoría”. No hay que olvidar que las citadas películas fueron dirigidas o codirigidas por Larruquert y Agirre quería centrar la exposición únicamente en el autor de la serie Cosmogonía Vasca.
claroscuros y vislumbres La muestra se abre con una foto del propio artista, “una especie de selfie” tomado en Argentina hacia 1945. No es el único autorretrato de la exposición. Vuelve a aparecer entre los negativos del Fondo Foto Kruz un primer plano en blanco y negro en la que enfatiza un vislumbre sobre su frente.
A la hora de seleccionar las fotografías, Peio Agirre ha intentado construir la exposición en función a las características formales que son comunes a todas las obras, es decir, “el sello artístico” que Basterretxea imprimía a sus imágenes, aunque estas fueran para uso personal o familiar.
Dicho sello se percibe de una forma muy clara en los distintos apartados que conforman esta exhibición. Desde el retrato familiar o íntimo, en el que aparecen su mujer, sus hijos o amigos como Julio Amostegui, responsable de fotografía en Ama Lur, hasta sus fotos sobre folklore vasco, en el que capta estelas, cruces, kutxas o prácticas del deporte rural vasco, pasando por fotografías sobre sus propias esculturas o sobre otras de compañeros del Grupo Gaur como Remigio Mendiburu, que también aparece en las anteriormente mencionadas filmaciones domésticas. Asimismo, sus bodegones y naturalezas muertas o incluso aquellas fotos de producto tomadas a muebles que diseñaban en la empresa de diseño mobiliario Biok que Basterretxea fundó en la década de 1960 -Artegunea exhibe una fotografía de la silla Gurpilla (1966), del que hoy en día solo queda una unidad, según explicó el comisario-.
“ensayo poético” A su vez, Peio Agirre ha creado un documental de 24 minutos de duración, huyendo de las “convenciones” de los audiovisuales biográficos de artistas. De esta manera, ha montado un “ensayo poético” compuesto por unas 240 imágenes del artista.
Para preparar Un retrato de N.B, que puede verse en la planta baja de la sala Artegunea, Peio Agirre ha contado con la colaboración de Xanti Salvador en el montaje de sonido, de la cineasta gasteiztarra María Elorza, que le ha asesorado en el montaje, y con la también directora Maider Oleaga, que se ha encargado de poner la voz, en euskera y castellano, a la narración de este “ensayo poético” que descubre una parte algo desconocida de la vanguardia artística vasca.