donostia - Además de ser el presidente del Gremio de Libreros de Gipuzkoa, Adolfo López Chocarro es el responsable de esta casi sexagenaria librería que en estas seis décadas ha conocido distintas sedes: la calle San Marcial, la plaza Gipuzkoa y la actual en Reyes Católicos. Mañana (19.00 horas) comenzará a “calentar los motores” de cara a su cumpleaños en junio con la presentación de Faster, de Eduardo Berti, publicada por la Editorial Impedimenta, sello muy vinculado con la librería. Actuará de maestro de ceremonias otro amigo del comercio, el escritor donostiarra Iban Zaldua.

¿Que una librería llegue a los 60 años es un milagro?

-Un poco sí. Las librerías siempre hemos vivido en la tormenta perfecta. Nunca ha sido un sector boyante y además, en el caso de Donostia tenemos la problemática de los alquileres. Es un logro haber llegado a los 60 años, con todos los altibajos que ha tenido el sector. Además, ha sido un logro el conseguir poco a poco, en cada momento, dar valor al papel de las librerías en la sociedad, en la ciudad, en el barrio... No solo es mantener el negocio, es seguir siendo importante dentro de las ciudades.

¿Cómo van a celebrar la efeméride?

-El aniversario en sí será en junio. Ahora vamos a calentar motores. A partir de junio presentaremos los platos fuertes y después de verano haremos una fiesta. El objetivo que tenemos es que este 60 aniversario sirva también como ejemplo del trabajo cotidiano de las librerías. A veces tienen ese punto romántico y nostálgico; pero es al revés: es algo cotidiano, somos agentes culturales y queremos que la gente vea que somos espacios vivos. A su vez, tenemos un proyecto, en el que están incluidas las instituciones y el Gremio de Libreros, que busca meter a Donostia en la ruta de presentaciones oficiales del Estado. Mientras que en otros géneros, como la música o el cine, estamos en Primera, en Literatura somos como el hermano pobre. También estamos cerrando un acuerdo con instituciones y agentes culturales para crear un ciclo con grandes nombres de las letras, que presentaremos próximamente. La reconocida ilustradora Sara Morante, además, nos está preparando un logo por el aniversario.

Zubieta surgió en junio de 1959.

-En el número 11 de la calle San Marcial. Fue una iniciativa a nivel estatal de la cadena Troa, en la que, después de la triste década de los 40, decidió crear una serie de librerías en las capitales para revitalizar el mundo cultural. En el 59 le tocó a Donostia y se eligió el nombre de Zubieta por la idea de renacimiento, de no rendirse y seguir siempre peleando, como en 1813. En un primer momento se abrió en un local, que todo el mundo recuerda como estrechito, de la Caja de Ahorros Municipal. Carmenchu Berruezo, que era una de las que la gestionaba, se llevaba muy bien con otras librerías como Ramos. En aquella primera época se trabajó mucho con el libro escolar y universitario.

En 1987 pasó a la plaza Gipuzkoa.

-La Caja de Ahorros Municipal necesitaba su local y se cambió. He de decir que, tal y como pasó posteriormente, a la librería no le vino mal. En aquella época la calle San Marcial no era como ahora, era de paso. En la plaza Gipuzkoa, en frente de donde se situó la tienda, se encontraba la Biblioteca Foral; además era un local más espacioso y la librería se abrió a otra literatura más allá de la oferta escolar y universitaria. Siempre ha sido una librería familiar.

¿Cada librería de la cadena Troa tiene su identidad?

-Es así. No es como si fuéramos franquicias. Es verdad que hay una administración, una revista y otra serie de cuestiones, pero cada librería se asienta en cada ciudad, tiene su propio nombre y dinámicas. No hay dos librerías de Troa iguales. Siempre se ha dejado que cada una esté a su aire. Ese punto familiar del que hablaba ha permitido que nunca sea una librería fría.

¿Por qué abrirse a otros géneros?

-Durante finales de los 80 y en los 90, fue cambiando la sociedad y el mundo literario. A partir de la gerencia de Ana Rosa de Miguel y de María Ángeles Núñez empezaron a darse cuenta de que había que buscar un hueco en el mercado y abrirse a otro tipo de literatura. Dejamos de centrarnos tanto en lo escolar y dimos más valor a la selección. Nos hicimos mucho más literarios, también se trabajaron líneas como la gastronomía, y también nos unimos con editoriales independientes.

¿Fue en esa época cuando se unió al proyecto?

-Siempre había sido un gran lector, pero fue de rebote. Estudié Historia y me especialicé en Archivística. Era el típico ratón de biblioteca y hacía distintos proyectos con investigadores. Me busqué un trabajo paralelo y entré a sustituir a una compañera que estaba de baja. Empecé en 2003 con una suplencia y hasta hoy.

¿Por qué apostar por estas editoriales?

-A finales de los 90 se dio la explosión de las librerías independientes. Yo tenía mucha relación con Madrid y empezamos a traer editores y autores que nos fueran metiendo en toda esa fuerza que se estaba creando. Nos enfilamos con ese tipo de librería más combativa, más de trinchera.

A partir de 2009 vivieron con cierta inestabilidad.

-Coincidiendo con los 50 años de la librería había un proyecto para reformarla, pero el edificio pertenecía a una constructora que quebró y el edificio se lo quedó el Banco malo. El proyecto quedó paralizado y desde entonces tuvimos la espada de Damocles sobre la cabeza. Entonces, llegaron tiempos de una mayor actividad con la inquietud de no saber qué es lo que iba a pasar. Es cierto que el local también se nos empezó a quedar pequeño, porque hacíamos actos en los que se juntaba mucha gente y la distribución de la librería no permitía el tipo de actividad que nosotros queríamos.

Siete años después dieron el salto a la calle Reyes Católicos.

-Mucha gente se mostraba apenada, pero yo les respondía, “sí y no”, porque yo ya tenía en mente una manera distinta de concebir la librería, ir a unos espacios más versátiles. Cuando Zubieta se asienta en Reyes Católicos creo que es cuando el proyecto enlaza, teóricamente, con el futuro de las librerías en el siglo XXI.

¿Cuál es esa librería?

-La clave va a estar en lo humano. Hoy en día hay una forma más fácil de comprar con un clic y que te lo envíen a casa. ¿Pero la gente a dónde quiere ir? A donde puede interactuar con otras personas. Estos lugares tienen que ser espacios en los que pasen cosas. Tienen que seguir vendiendo libros, por supuesto, pero para que alguien se levante del sofá es porque le ofreces una experiencia de compra.

Hablaba de ser un agente cultural.

-Hay que poner en valor que no son espacios puramente comerciales. Somos agentes que creamos cultura. Son espacios donde intentamos que la gente desarrolle su sentido crítico y que favorezca la creación de una red de personas con inquietudes e intereses comunes. Las librerías tienen que ser espacios vivos donde la gente no solo participe, sino que tengan cierta militancia. Si quieres que haya escritores en tu tierra, que hablen sobre ti y sobre lo que está pasando tienes que colaborar con proyectos editoriales o de librerías que estén haciendo ese tipo de actos. Queremos aprovechar el 60 aniversario para dar valor a eso.

¿Ha tenido algún cliente que haya preguntado por la referencia de un libro y luego se haya marchado para comprarlo por Internet?

-He tenido quien ha sacado la foto del libro con el móvil. Lo bueno que tenemos es que la Ley del Libro nos protege porque hay un precio fijo. Por lo que, por mucho que quieran hacer las grandes compañías, el precio siempre es igual. Además, pidiendo por Internet tienes que pagar el porte.

Tienen muy cerca otra librería que en 2018 cumplió 50 años, Lagun.

-Alguien me dijo en un momento que iba a ser como el barrio de las letras, al situarse Lagun, Zubieta, Donosti, Idatz, el Koldo Mitxelena, el Komikigunea... ¡Ojalá hubiese en Donostia un barrio de las letras! (ríe). No es solo con Lagun, en general, compartimos los datos y nos pasamos el día enviando a gente a otras librerías. Lagun tiene un tipo de secciones de fondo que nosotros no trabajamos tanto; Hon-tza tiene más fotografía; Donosti, idiomas... Hay muy buena sintonía y yo sé que me mandan a gente al igual que hacemos nosotros. Lo primero es que el cliente tenga acceso al libro en su librería, porque si no recurrirá a Internet. No lo vivo como una competencia, sino como un trabajo en común.

A nivel del Estado, de cada diez ciudadanos, cuatro reconocen no leer.

-Bueno, pero seis sí lo hacen. También habría que saber cuánto mienten de estos seis (ríe). España nunca ha sido un país super lector. Es verdad que en el País Vasco siempre hemos tenido mejores índices. Lo importante es que ha habido una subida en la venta de libros de la literatura infantil y también la juvenil. Ha habido un repunte, sobre todo, por la literatura de las sagas. Es cierto que la literatura entendida como ocio está unida a los fenómenos cinematográficos, pero integrar a esa juventud no me parece una mala noticia.

El citado informe también dice que son las personas de más edad quienes más libros compran.

-En Zubieta tenemos todo tipo de público. Alguno lo heredamos de la plaza Gipuzkoa, más exquisito y literario, y sí, es mayor. Pero a raíz de todos los actos que hemos hecho en el local hemos ido fidelizando a otros. Quizá hemos perdido un tipo de cliente que teníamos en la plaza Gipuzkoa que era más de paso. Pero aquí tenemos a un público que viene a las presentaciones y que luego ha vuelto para buscar un libro más especial, escapando de la esclavitud de la novedad y de otro tipo de literatura más de best-seller y de ocio. Este público sería menor de 40 años y viene a buscar algo distinto; es el que quiere preguntarte, al igual que hace el más adulto que se decanta más por unas selecciones de clásicos o por obras recuperadas. Es un público que viene a que le cuentes, a charlar.

¿Cómo ha afectado la apertura de grandes superficies como la Fnac, en su día, y la Casa del Libro, más recientemente?

-Como presidente del Gremio de Libreros de Gipuzkoa puedo decir que al principio hubo miedo. Pero en Donostia hay muy buenas librerías, con gente fiel y clientela muy hecha, y tanto la Fnac como la Casa del Libro sabían que era complicado competir. Es cierto que, en depende qué fechas, las más cercanas a los puntos en los que han abierto notan una pérdida, sobre todo, referido a los best-sellers. A largo plazo se ve que la clientela de verdad lectora, no el que compra el éxito de turno, ha seguido apoyando las distintas librerías de la ciudad.

¿Ha cerrado alguna en este tiempo?

-Solo Garoa, pero es un caso distinto porque se trataba de otro concepto de librería y se dieron otra serie de circunstancias. Que aguanten todas las librerías, me parece un logro. Hemos trabajado y hemos conseguido que la gente no se vaya. También tengo que decir que como presidente del Gremio deseo que todas las superficies vendan, que se monten 30 librerías más y haya clientes para todas.

¿Cómo está el sector en Gipuzkoa?

-Al igual que en Donostia no creo que haya habido grandes cierres. Ha habido librerías de proximidad, de barrio, que se han cerrado, porque no ha habido un cambio generacional y porque era un tipo de comercio vinculado a la venta de prensa. Hay buena sintonía y puntos en común para hacer fuerza y tirar todos. Sí que creo, no obstante, que en según qué municipio falta un tipo de librerías más combativas y militantes como pueden ser Kaxilda, de Donostia, o como puede ser Noski!, de Errenteria, por ponerte un ejemplo reciente. Porque cada vez la gente del territorio está viniendo más a Donostia y eso está bien para las librerías de aquí, pero lo que hay que hacer es crear agentes culturales en los mismos municipios.