El kiosco, una arquitectura para la música
Con motivo del debate que se plantea en Oñati sobre el destino del kiosco de música, en realidad un basamento, en Foruen Enparantza construido en 1928 según proyecto del notable arquitecto oñatiarra, Damian Lizaur parece oportuno ofrecer algunas reflexiones genéricas sobre tan singular y delicada arquitectura popular urbana. Especialmente por su emplazamiento en un punto de transición entre la propia plaza y su ampliación espacial con el magnífico frontón que refuerza el sentido de la plaza frontón, ágora vasca, motivo de un trabajo realizado en estos últimos años y que en este caso se enriquece con la presencia del kiosco en su más elemental concepción.
En el período de la Ilustración coincidente con la urbanización y embellecimiento de pueblos y ciudades surgirán renovados espacios públicos abiertos con diversas dotaciones para usos sociales. Plazas nuevas, que se construirán principalmente en estilo neoclásico, y especialmente parques, paseos, alamedas y boulevares, en ocasiones dotados de jardines, impregnados de romanticismo. En Euskal Herria el fin de la Segunda Guerra Carlista, en 1876, con la implantación de la industrialización, progreso de la economía y los nuevos hábitos sociales provocarán la necesidad de mejora de servicios públicos municipales como mercados, teatros o cementerios y la dotación de fuentes, bancos, farolas, etc.
Corresponden al período de esplendor del hierro en la construcción, una nueva era para la arquitectura y la ingeniería por sus múltiples posibilidades. El uso y disfrute de estos espacios para la relación social con la implantación de novedosas costumbres populares y la aparición de medios de comunicación masivos como periódicos y revistas crearán aficiones y posibilidades diferentes, entre ellas, el gusto por el paseo y el recreo de los sentidos.
En estas circunstancias, se situarán en dichos lugares pequeños elementos habitualmente de madera o hierro, genéricamente llamados kioscos, para la venta de caprichos como refrescos, tabaco, flores, periódicos y también de necesidad, como servicios higiénicos. A su función social de equipamiento añadían un ineludible compromiso estético con el lugar convirtiéndose en una construcción pintoresca de decoro urbano.
Los principales por su envergadura, trascendencia y permanencia han sido los dedicados a la música. El kiosco es una construcción impulsada por los ayuntamientos destinada a la socialización y popularización de la música que históricamente había estado reducida a los ambientes palaciegos, los grandes conciertos para la burguesía, las ceremonias religiosas y los desfiles militares. Coincide con el reconocimiento de la música como materia de enseñanza con la creación de escuelas de música y como expresión cultural.
El asentamiento de guarniciones militares en poblaciones importantes tuvo una trascendencia además de política y urbanística también social ya que habitualmente poseían agrupaciones musicales y sus actuaciones creaban un notable interés popular. La condición de capital o de lugar de ocio y veraneo aristocrático con playas, balnearios y casinos junto con la necesidad de ofrecer, además del reposo deseado un atractivo de divertimento refinado, fueron el estímulo coincidente para la creación de las bandas municipales de música como un patrimonio de prestigio y modernidad que celebraba de modo público, ameno y solemne todo acontecimiento notable de su ayuntamiento. Inicialmente los kioscos eran simples estructuras de madera posteriormente industrializadas por empresas fabricantes de objetos de fundición que los comercializaban publicando catálogos como elementos de dotación pública, modernamente conocidos como mobiliario urbano. Algunos en la base de sus columnas de fundición muestran en relieve y con orgullo el nombre de la empresa fabricante, su ciudad y el año.
Habitualmente fueron proyectados por los arquitectos municipales u otros de reputado prestigio según la trascendencia que se quisiera dar a su presencia, en ocasiones tomando o modificando elementos del catalogo de dichas fábricas o en propuestas de nueva invención. En casi todos los lugares se ha procedido a la sustitución del kiosco original, con motivos no muy justificados, por otro en ocasiones de características muy similares pero menos ligero y en algunas ocasiones por segunda vez. Los realizados a partir de 1940, en general serán de hormigón armado de mayor envergadura con menor esbeltez de los pilares y donde la escalera adquiere un mayor rango y presencia.
Años después surgirán algunos sumamente innovadores por sus planteamientos urbanísticos, arquitectónicos y acústicos. En la actualidad debido al escaso uso de los kioscos y cierto descuido municipal en su mantenimiento que en ocasiones los considera como una simple peana multiusos padecen una preocupante desfiguración.
Desafortunadamente, casi ningún municipio los destaca como un elemento de interés cultural y apenas están protegidos urbanística y culturalmente. El repertorio de kioscos en Euskal Herria es muy importante y variado y tiene como referencia suprema el de Guardia (Laguardia) de 1883 siendo el más antiguo de todos los existentes dedicado como templete para el busto del fabulista Félix Samaniego (1745-1801).
Es un elemento de extraordinaria importancia en la cultura del hierro del siglo XIX en Europa y todo el Estado. Una sinfonía de romanticismo. Por todo ello y desde variados aspectos históricos, culturales, como singular paisaje urbano y patrimonio arquitectónico resulta inadmisible el abandono, la deformación de muchos de ellos y especialmente su desaparición. Es más que lamentable la atrocidad cometida en 2016 con el de Bergara de cierta singularidad situado en el Espolón. Actitud que contrasta con la valoración hecha del kiosco de Azpeitia de 1917 en la rehabilitación de Enparan-tza Nagusia.
Otros notable kioscos existentes son el del Parque de la Florida en Gasteiz (1890), Baiona (1892), Galdakao (1901), Alameda de Hondarribia (1901), Durango (1902) pésimamente restaurado, Urduña (1903), Irun (1903), Kanbo (1903), los tres en óptimo estado, el de Eibar (1903) trasladado a Beasain, Donostia (1907) en lo que fue el Boulevard, Biarritz Jardin Public (1908) Portugalete (1912), Azpeitia (1917), Santurtzi (1917), Araia (1918), Tudela (1921). A algunos ayuntamiento se ha propuesto con motivo de centenarios, aniversarios importantes de su inauguración o debates sobre su permanencia el poder ofrecer la conferencia que con el mismo título que este artículo analiza todos los construidos y existentes en Euskal Herria, así se ha hecho en Durango, Gasteiz, Santurtzi, Laguardia pero la iniciativa ha sido despreciada en Donostia y Araia.
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