Gorka Chillida (Donostia, 1981), perteneciente a la tercera generación de escultores de esta familia, tras sus estudios en Madrid, Croacia, Barcelona y Berlín, presenta en la galería Arteko de Donostia, un total de 22 obras datadas entre 2014 y 2018, trabajadas en acero, de carácter orgánico, hermético, y arquitectónico.

Algo hay de diseño arquitectónico en la producción de toda la obra expuesta, compuesta a base de pequeñas láminas de acero, soldadas entre sí, que trazan superficies cóncavas y convexas, a veces enrocadas, y otras veces superpuestas, dejando entrever siempre un núcleo subterráneo vacío, gruta o cueva del que parten, emergen y vuelan. Espacio, Gruta, Vela, Onda, Cavidad, Árbol, Rama... son títulos que entroncan y emparejan su obra con elementos de la naturaleza, en las diversas esculturas y series en las que desarrolla la misma.

Obra que posee además un marcado acento hermético y protector, como de vientre materno, y que se abre y se expande de manera natural en sus mejores obras: Espacio (2014), y Onda (2017). En gran parte de su obra se advierten aspectos introspectivos y enigmáticos, que se refieren a artefactos y elementos industriales que recuerdan, desde a diseños de máquinas voladoras de Leonardo da Vinci hasta esculturas más objetuales de Baroja Collet. Está compuesta a base de varias capas de fino metal que se recogen y repliegan sobre sí mismas hasta crear cavidades, cuevas de recogimiento, dejando agujeros y escapes para la creación y el ensueño. El color ocre o pulido de las obras añaden un toque artesanal, de gran calidad y pureza a las mismas.

“No hay una pretensión formal, ni existe un objetivo. Sólo dejo fluir la obra en una búsqueda en la que unas curvas bailan con otras. La música entra en ellas y se hacen grandes”, asegura el escultor.

En esta primera muestra en su ciudad, la obra del escultor se muestra madura, con buena dirección y buenas formas.