Bilbao- Avaricia, soberbia, lujuria, gula, pereza, ira y envidia. Son los siete pecados que la Iglesia utilizaba hace 1.000 años para confeccionar el ranking de los vicios humanos. Jon Sistiaga los ha escogido para hacer un retrato de la sociedad actual, aunque sacaría la lujuria y metería el egoísmo: “Follar no es pecado”, sentencia divertido.

¿Somos muy pecadores?

-Los siete pecados capitales los cometemos todos, alguno más que tendría que estar en la lista.

¿Por ejemplo?

-El egoísmo, cada vez somos más egoístas, más individualistas y dejamos de ver lo que ocurre a nuestro alrededor, eso nos importa una mierda.

¿Somos practicantes y devotos de la lujuria? Lo digo porque es el pecado más morboso de los siete pecados capitales.

-Fíjate que es el único que no consideraría pecado. Ja, ja, ja? Creo que follar no es pecado.

¿Ni aunque sea en exceso?

-Ja, ja, ja... ¿En exceso? ¿Tú crees? ¿Quién? No es pecado siempre y cuando no sean abusos hacia alguien, siempre que no sea un delito. Un poco más de lujuria no estaría nada mal.

En serio, ¿cómo va a abordar la lujuria en ‘Tabú?

-Me llevo la lujuria hacia otro terreno, me la llevo al terreno de la diversidad sexual. Creo que todavía hay muchos tabúes sexuales que aún hay que aflorar.

El tema se pone interesante, ¿qué es lo que tiene que aflorar de la sexualidad?

-No hablo de prácticas sexuales. Hablo del sexo en la discapacidad física, en la discapacidad psíquica o la asexualidad, ese cuarto género sexual que empieza a aflorar y que pide su espacio.

¿Qué somos, más avariciosos o más envidiosos?

-Te voy a contestar a través de otro pecado capital, la soberbia. Creo que es la madre de todos los pecado, el pecado de pecados, engloba a casi todos. El soberbio peca de envidia, de avaricia y de ira también. El mayor de los problemas es la vanidad mal entendida es narcisismo, es en sí una patología que no te deja ver el mundo con ojos de normalidad, miras el mundo con ojos de superioridad.

En definitiva, vivimos en una feria de vanidades y postureo.

-Por ahí enfoco el capítulo de soberbia. En el programa nos centramos en el postureo, en esa feria de vanidades a la que te refieres, en esas vidas virtuales que ha generado mucha gente en las redes sociales y que no son reales.

¿La sonrisa perenne siempre, aunque sea falsa?

-Exacto. Salir con esa sonrisa para parecer guay y generar envidia en los demás. En el capítulo de avaricia hablo de tendría que haber un círculo virtuoso alrededor de todos los avariciosos y soberbios. Pero todavía cuesta, hay mucha permisividad en la sociedad con los corruptos. Da igual que el presidente de tu club sea un mafioso, pones por delante que es de tu mismo equipo. Esa permeabilidad moral es lo que hace que los pecados sigan existiendo y estando ahí. Da igual que el dueño de tu empresa amañe contratos con tal de que tú cobres. Se han pasado muchos límites.

¿Por qué ha escogido los siete pecados capitales?

-Quería hacer una serie más larga que otras temporadas y vi a través de los siete pecados una forma muy gráfica y real de hablar de nosotros mismos, de nuestra debilidad, de nuestra sociedad? Quería mostrar nuestras bajezas, pero también nuestras grandezas.

Para la Iglesia los siete pecados es un listado de los vicios humanos, usted los ha convertido en un retrato.

-Lo de la Iglesia fue hace 1.000 años. ¿Qué ocurre? Que no hemos cambiado en nada, salvo en el de la lujuria. Seguimos como sociedad pecando en todo, seguimos siendo iguales pero 1.000 años después. Me he permitido hacer una visión un poco más psicosociológica de nuestra sociedad.

¿En qué sentido?

-Quien habla de avaricia, habla de corrupción; quien habla de gula, habla de la industria de la alimentación o de los trastornos de la alimentación; quien habla de pereza, se está refiriendo a la depresión?

Supongo que ha creado un fresco social apasionante.

-Espero que sí. Es el más social de todas las temporadas de Tabú. Habla de temas por los que todos hemos transitado o lo ha hecho alguien muy cerca de nosotros, aunque me atrevería a decir que todos hemos pecado alguna vez de ira, avaricia, envidia o soberbia.

Dicen que en Euskadi se peca poco de lujuria, que es un pecado capital que cotiza a la baja.

-Ja, ja, ja? Es un dicho que lo decíamos los de nuestra edad, pero creo que ha cambiado mucho el País Vasco también. Afortunadamente, se peca de lujuria igual que en otros lugares, en mi época era otra cosa.

¿Le ha divertido hacer este programa?

-Más que divertido, ha sido aleccionador, nadie quiere reconocerse como envidiosos o avaricioso. Ha sido difícil encontrar testimonios de gente que aceptara entrar en esos capítulos. Había algunos que me decían: “Prefiero que me entrevistes en otro tipo de Tabú, cuando hagas alguno de corrupción me llamas, pero en avaricia no”. Ha sido complicado convencer a la gente que hablara encapsulada en esos pecados.

¿Le ha emocionado alguno de los testimonios?

-Me ha parecido apasionante, y vuelvo a sentir amor por este oficio cuando alguien te elige a ti para abrirse en canal y contarte sus miserias y sus realidades. He estado con pacientes de anorexia y de bulimia que te cuentan las cosas de una manera tan descarnada que te emocionan. Es gente que sabe que están mandando mensajes a aquellas personas que están pasando por los mismo en silencio. Es un mensaje también para padres, para que se den cuenta de la situación que pueden vivir sus hijos.

¿Cómo hemos llegado a situaciones tan críticas como las que abarcan los siete pecados capitales?

-Por ese postureo, por esa forma falsa de afrontar tu imagen frente a la de los demás. Especialistas me han comentado que mucha gente se siente miserable por comprar unas mandarinas para sus hijos en lugar de unos yogures que tienen omega 3, cuando es mucho más sana la mandarina que el yogur.

A veces decimos sentir una envidia sana por alguien, esto es mentira, ¿no? La envidia no puede ser sana nunca.

-Creo que cuando hablamos de envidia sana estamos hablando de admiración. Yo no tengo envidia sana de mi actor favorito o mi periodista favorito, tengo admiración. El capítulo de envidia sana encuentra un hueco para abrirse paso en los realities show y programas del corazón.

¿Seguro que es envidia sana lo que hay en esos programas?

-La envidia es uno de los ingredientes de estos programas. Hemos hablado con Jorge Javier Vázquez, con Julián Contreras, entre otros, y nos dicen que la envidia es esa tecla que toca las emociones de los entrevistados o del espectador; envidia de esas vidas que te sacan en televisión y el regocijo que es la otra acepción de la envidia cuando esas personas lo pierden todo y se convierten en juguetes rotos.