bilbao - Pesa dos toneladas y ha sido necesaria la colaboración de arquitectos, ingenieros y 20 artesanos durante dos años para crear la espectacular escultura Egeria que se desliza por el atrio del Guggenheim Bilbao. “Es un cuerpo femenino que habita una arquitectura masculina”, describe su autora, la artista portuguesa Joana Vasconcelos, que ha desplegado en el Guggenheim su poderosa diosa noruega, expandiéndose como si de una planta de diferentes telas, texturas y colores se tratara y dando acceso a las salas dedicadas a Richard Serra. “Este es un lugar de encuentro único en el mundo de arte, entre la escultura del estadounidense y la arquitectura de Frank Gehry”, reflexiona la artista portuguesa más internacional, que protagoniza hasta el 11 de noviembre la programación estival del museo bilbaino.
Su obra, que ha dejado boquiabiertos a críticos y público de toda Europa, es colorista, espectacular y divertida; pero es mucho más. Es reflexiva y sobre todo, feminista. Vasconcelos es una creadora comprometida con el mundo que le rodea, con el hecho de que aún falta mucho por hacer, sobre todo en el tema de la reivindicación de la mujer. “Soy escultora, soy mujer y feminista. Tengo 46 años y he sido la primera mujer de la bienal comisariada por mujeres en Venecia, la primera que ha expuesto en Versalles, ahora soy la primera mujer portuguesa que va a exponer en el Guggenheim... Hasta que las mujeres tengan los mismos derechos yo seré feminista. No ganan lo mismo, no exponen tanto como los hombres en los museos”. Algo en lo que está trabajando también el Guggenheim Bilbao. Como recordó su director general, Juan Ignacio Vidarte, “de las cinco exposiciones temporales programadas esta temporada, dos están dedicadas a creadoras que están vivas, Vasconcelos y Esther Ferrer. Las otras tres, a artistas clásicos”.
artesanal La exposición lleva por título I’ll be your mirror (Seré tu espejo) y es una una selección de 30 obras, cuatro de las cuales han sido realizadas específicamente para el centro bilbaino, que abarcan toda la trayectoria artística de Vasconcelos, desde que comenzó en 1997 hasta la actualidad. Sus trabajos son producto de un minucioso y complejo proceso artesanal en el que interviene un amplio equipo de 60 personas, desde ingenieros y arquitectos hasta bordadoras y planchadoras, que trabajan en su taller del barrio lisboeta de Belem, a orillas de la desembocadura del río Tajo.
El proceso comienza cuando Vasconcelos esboza la idea creativa en un sencillo cuaderno de anillas, que luego traslada a los arquitectos para que adapten la idea a la escala requerida por el lugar donde se va a instalar la obra y a los ingenieros para que analicen y desarrollen su viabilidad técnica, hasta acabar en manos de los artesanos que se encargan de su ejecución final.
En su obra reflexiona en cada una de sus piezas sobre el conflicto entre lo público y lo privado, entre el lujo y la sencillez de la vida cotidiana, entre el feminismo y la realidad que margina a las mujeres. Para ello, utiliza una amplia variedad de materiales procedentes de la vida cotidiana como electrodomésticos, azulejos, telas, cerámica popular, botellas, medicinas, tampones, urinarios, duchas, utensilios de cocina, teléfonos, coches y cubiertos de plástico. Con ellos, la artista construye imágenes “chocantes, festivas y directas que remiten a asuntos sociopolíticos propios de las sociedades consumistas, poscoloniales y globalizadas, abordando temas que van desde la inmigración a la violencia de género”.
obra inédita Comisariada por Petra Joos, del Guggenheim, y el escritor y gestor cultural Enrique Juncosa, y patrocinada por Seguros Bilbao, la exposición incluye 30 obras, varias inéditas para la ocasión: como la monumental máscara veneciana construida a partir de espejos y marcos de bronce ricamente decorados sobrepuestos como escamas, que refleja a los espectadores. También es nuevo el descomunal anillo Solitario, expuesto en el exterior del museo, realizado con llantas de Mercedes y vasos de cristal de whisky, en una representación del consumismo y el poder y el estereotipo femenino y masculino.
Otras piezas que se exponen en el Guggenheim son una cama realizada con pastillas de Valium o un sillón de aspirinas, un urinario doble para pareja gay decorado con ganchillo, sus célebres Marilyn, zapatos de tacón, que miden tres metros de alto, realizados a partir de cacerolas. O La novia (A Noiva, 2001-2005), una enorme lámpara donde los tradicionales cristales de Murano fueron sustituidos por tampones, que realizó para exponer en Versalles.
Pero su obra más feminista es, sin duda, Burka (2002), una escultura mecánica en la que la prenda a la que hace referencia el título es elevada lentamente hasta el techo para segundos después desplomarse con fuerza en el suelo. Debajo del insultante parapeto, se esconden varias vestimentas de distintas procedencias, también occidentales.
Hasta el 11 de noviembre El Guggenheim Bilbao acoge una selección de 30 obras realizadas entre 1997 y la actualidad por la artista portuguesa más internacional, incluyendo una instalación concebida específicamente para el Atrio. Se pueden ver ‘Burka’, ‘Marilyn’, ‘La novia’ o ‘Solitario’, que ironiza sobre los contrapuestos sueños de las mujeres (el anillo) y los hombres (las llantas de Mercedes que forman al aro de la joya).