ziburu - El Festival Internacional de Cine Documental de Navarra homenajeará mañana al artista José Antonio Sistiaga y además proyectará varias de sus incursiones en el cine. Concretamente, emitirán dos cortometrajes pintados sobre celuloide -Impresiones en alta atmósfera y Paisaje inquietante nocturno- y la película Encuentros 72, Pamplona. Sistiaga, junto con José Luis Zumeta, es uno de los dos miembros vivos del Grupo Gaur -Eduardo Chillida, Amable Arias, Jorge Oteiza, Rafael Ruiz Balerdi, Remigio Mendiburu y Néstor Basterretxea-.
¿Cómo se toma el homenaje de Punto de Vista?
-Espero que todo pase bien. Al festival además viene el historiador de cine de vanguardia y programador P. Adams Sitney, al que yo conocí hace años. Trajo a Donostia una serie de películas que se programaron en el cine Miramar y la censura las recortó. Se enfadó mucho y se las llevó. Yo tengo una fotografía que le hice en la plaza de Toros de Hondarribia. Después de Pamplona vendrá también a Donostia la semana que viene -visitará la Escuela de Cine Elías Querejeta-.
En el Punto de Vista se programarán varias obras suyas.
-Se proyectará Encuentros 72, Pamplona, que es una película muy humilde. Yo no tenía ninguna experiencia. La poetisa Blanca Calparsoro me dejó una cámara de 16 milímetros y luego me la regaló. Rodé con ella aquello que me encontraba, podían estar pasando dos o tres cosas en otras partes. Es el único documento que se rodó del festival de vanguardia internacional que se celebró en Pamplona de 1972. Quité cerca de una hora de película del montaje final.
También se proyectará ‘Impresiones en alta atmósfera’ y ‘Paisaje inquietante nocturno’, ambas pintadas sobre el celuloide.
-Impresiones en alta atmósfera está rodada en el formato Imax, donde las pantallas, por ejemplo la de París, tienen cerca de 1.000 metros. Paisaje inquietante nocturno tiene una técnica absolutamente diferente y es un homenaje a Remigio Mendiburu. Me gusta proyectar las dos, una tiene siete minutos y la otra catorce, porque permite un diálogo con los espectadores. Una está rodada con 24 imágenes por segundo y en Paisaje cada segundo son 48 veces la misma imagen. Está pintado sobre unas placas que se usan en el cine para hacer los títulos de crédito. Es como un solo cuadro que mide 23 centímetros de alto y 50 metros de largo. Quería hacerlo de esta manera porque quería darle lentitud.
¿Cómo surgió su voluntad de hacer cine pintado?
-Yo vivía en París y fui al cine en Montparnasse. Proyectaban un cortometraje pintado de McClaren antes del largo. Y al verlo me dije: yo quiero hacer lo mismo. Entonces me dí cuenta de lo que me interesaba y lo que no de ese tipo de obras. No me interesaba la música. La mía tenía que ser muda por respeto al color. No quise tener ningún sonido, con la pintura me bastaba. Tomé esa decisión en 1958. Empecé a hacerla diez años después.
¿Cómo era su primer filme pintado?
-Se llamaba de La luna a Euskadi. Lo que quise fue situar a los que se ocupaban de la cultura, que en aquel momento eran franquistas, en la luna. Estos personajes decidían venir a Euskadi para salvarla. Entonces, necesitaban un cohete para venir y se daban cuenta que la torre de una iglesia es lo más parecido a un cohete espacial. Al entrar en la atmósfera, cuestión muy peligrosa, se dan cuenta que la forma de la torre de iglesia no es muy adecuada y transforman el vehículo en una botella de txakoli. La película tenía una tercera parte, que no tuve tiempo de hacer para su presentación en el Festival de Cine de Bilbao del año 1968 -Sistiaga recibió el Premio Txistu de Plata-Cine Experimental por esta obra-, en la que la botella al llegar a la Bahía de la Concha se convertía en un balón. Al aterrizar, aquellos que se encargaban de la cultura cantaban Desde Santurce a Bilbao. Entonando aquello querían salvar culturalmente al País Vasco. Esta última parte no se pudo proyectar, pero estaba escrita.
‘De la luna a Euskadi’ se convirtió en ‘Ere erera baleibu izik subua aruaren’.
-Juan Huarte de la productora X Films la vio y quiso comprarla. Y yo le respondí que no se la podía vender porque estaba sin terminar. Le dije que si me ayudaba me dedicaría completamente a ello y la terminaría. En diez minutos resolvimos el asunto económico. Tardé 17 meses, trabajando durante 12 horas al día, en terminarla. Al seguir con la producción me di cuenta que estaba haciendo otra película distinta a De la luna a Euskadi, así que separé esta parte. Ere erera baleibu izik subua aruaren es único largometraje en el mundo pintado directamente sobre celuloide -dura 75 minutos-.
¿De dónde vino el nombre?
-Desde la productora de Juan Huarte me llamaron diciendo que tenía que ponerle un título a la película, porque si no no se podía seguir adelante con ella. Yo no quería poner ningún título, pero la censura me exigía uno. Llamé a Rafael Ruiz Balerdi que siempre estaba inventando palabras en euskera, en castellano, en inglés y en lo que fuese, y le expliqué mi problema. El me dio el nombre de Ere erera baleibu izik subua aruaren. En Madrid, no obstante, también me pedían la traducción a castellano y yo les intenté explicar que eran palabras que recordaban a un idioma pero que no tenían significado. Yo creo que se pensaban que estaba dando un mensaje a ETA. Cuando persistieron en la traducción les dije que yo no había necesitado de ellos para hacer mi película. Como veía que no entendían lo que les decía, me levante y amablemente me fui. Supongo que, posteriormente, X Films les dio una traducción cualquiera y se conformaron.
Lleva años con otro filme pintado entre manos.
-Sí, se llama Han y lleva paralizado desde el año 1992. Hay 111 segundos hechos. Los cinco minutos restantes están trabajados un poco. Es una película sobre el sol. Hay 15 o 20 diferentes. Es la primera vez que tengo escrito un guion entero.
Usted es pintor pero también ha hecho incursiones en el mundo del cine. ¿Se considera un artista multidisciplinar?
-Soy pintor. Hay muchas maneras de hacer pintura, pero creo que es lógico que a un pintor le interese el cine. Lo que pasa es que ahora han traducido el cine a la nada, es un mero negocio. Han quitado muchas máquinas de proyección de celuloide de los cines.
No es muy amigo de las nuevas tecnologías.
-Yo pinto con las manos y en la Prehistoria también se hacía así. Hay un poder en las manos.
Usted fue uno de los impulsores de Gaur, que nació del interés de hacer una exposición no pictórica.
-Una noche que no dormía empecé a pensar en por qué no hacer una exposición paralela a una figurativa que había organizado el Centro de Atracción y Turismo de Donostia. La idea era hacer una muestra con artistas guipuzcoanos que no participásemos en aquella. Pensé en todos los miembros que compusieron Gaur, exceptuando en Balerdi que estaba en la otra exposición. Uno por uno todos dijeron que sí, pero Eduardo Chillida puso la condición de que Balerdi también estuviese.
Dionisio Barandiarán les dejó un local en la calle Bengoetxea.
-Tenía un hotel en Zarautz y yo le propuse hacer una exposición de arte infantil. Yo tenía un taller, algo que había visto en París, donde los niños pintaban lo que ellos deseaban y esas obras se expusieron en Zarautz. Posteriormente, él nos ofreció los bajos de unas oficinas suyas que estaban en la calle Bengoetxea. Además, nos ofreció a su secretaria para que nos ayudase y financió al poeta vanguardista Julio Campal para que dirigiese la exposición. En ese local organicé una muestra con el método de pedagogía activa con el método de Celestin Freinet a finales de diciembre de 1965 hasta finales de enero de 1966.
¿Cuándo surgió el nombre Gaur?
-De vuelta de un viaje que hicieron a Madrid Oteiza e Ibarrola, el primero vino con el nombre de Gaur para el grupo guipuzcoano, Emen para Bizkaia, Orain para Araba, Danok para Nafarroa y Baita para Iparralde. Todos los grupos, excepto el nuestro, estuvieron organizados desde la política hacia la cultura. Y yo siempre he defendido que siempre va a salir mal.
Arias escribió el manifiesto de Gaur.
-Y Jorge Oteiza corrigió pasajes que consideraba que iban a ser recortados por la censura. El gobernador civil de la época llamaba todas las semanas a los Barandiaran amenazando con cerrar el local. Oteiza también puso nombre a la galería: sala de exposiciones de arte compuesto.
También expusieron en Beasain.
-Organicé una exposición del Grupo Gaur y de pintura infantil. El título era algo así como la Creatividad en el hombre y en el niño-hombre. Solo vinieron siete personas.
El grupo duró poco.
-La dirección de la galería cambió, Campal ya lo había dejado. La nueva regencia de la galería empezó a manejarnos como querían sin consultarnos para nada; aquella dirección vino desde la política. Querían hacer un segundo catálogo del grupo Gaur y me opuse. Me presenté en la imprenta con otros miembros del grupo para parar aquello. Se acabó al poco.
Se ha solido decir que la disolución de Gaur se debió a un enfrentamiento entre Oteiza y Chillida.
-Eso son inventos. Hay que explicar que eso fue porque un equipo desde la política quiso hacer un segundo catálogo y nos opusimos.
Reitera mucho la idea de que de la política hacia la cultura nunca viene nada bueno.
-Solo hay ver lo que ocurre ahora en el Koldo Mitxelena, que quieren destruirlo. ¿Qué se cree este burócrata político que puede deshacer cualquier cosa sin consultar? No entiendo la frialdad con la que un político puede destruir un edificio que está bien y funciona. O por lo menos que comuniquen que quieren hacer, pero creo que ni ellos lo saben. Lo más fácil es destruir, igual que con el cine Bellas Artes de Donostia.
El museo vasco de Baiona va a preparar una exposición sobre Gaur.
-Será en verano, comenzará a finales de junio y durará hasta noviembre. Estoy buscando fotografías y otro material que me han pedido. La exposición está organizada por Jean-Michel Bouhours, que ha sido director de exposiciones del centro Pompidou, y además participará Jean-François Larralde. Será una exposición con cariño.