Donostia - Antes de que en 2006 se descubrieran las pinturas rupestres de Praileaitz, Gipuzkoa sólo contaba con dos cuevas con muestras de arte parietal, Altxerri y Ekain, descubiertas en 1962 y 1969, respectivamente. Desde entonces, el número de cavidades se ha quintuplicado holgadamente hasta llegar a las 11, entre las que destacan Astigarraga (Deba) y varias grutas de Aitzbitarte (Errenteria), así como Danbolin y Erlaitz (Zestoa). El último y más reciente hallazgo ha tenido lugar en Arbil V, cueva de Deba donde, tal y como adelantó NOTICIAS DE GIPUZKOA la semana pasada, han aparecido grabados paleolíticos.
Entre las causas que explican este crecimiento exponencial figuran el renovado interés de los investigadores, que además están enfocando su labor a través de nuevas referencias. Un ejemplo de ese trabajo es el Proyecto de prospecciones arqueológicas para la localización de nuevos vestigios de arte parietal, dirigido por María José Iriarte, de la UPV-EHU/Ikerbasque, y financiado por la Diputación Foral de Gipuzkoa.
Según recordó ayer el arqueólogo Álvaro Arrizabalaga, hace una década existía un “hueco difícil de explicar” en el campo del arte parietal. A diferencia de Cantabria y Asturias, donde hay un centenar de cuevas con arte paleolítico, en la CAV sólo se conocían las guipuzcoanas de Altxerri y Ekain, y la vizcaina de Santimamiñe. La situación comenzó a cambiar en 2006 con el hallazgo de las pinturas de Praileaitz, algo que el experto atribuye a una “cuestión de foco”. Según dijo, ahora los investigadores “miran a las paredes” para encontrar rastros de arte rupestre, mientras que antes se fijaban “más en el suelo” en busca de restos arqueológicos. De hecho, las cuevas Aitzbitarte y Arbil, donde han aparecido los grabados más recientes, ya habían sido sometidas a diferentes catas arqueológicas.
Arrizabalaga también destacó la “distinta visibilidad” de las pinturas, más fáciles de detectar a simple vista que los grabados, que suelen ser prácticamente imperceptibles para el ojo humano y “hay que ir a buscarlos”. Por eso, consideró más probable que los próximos descubrimientos sean grabados, para cuya confirmación y estudio posterior es preciso utilizar medios adecuados en materia de iluminación, fotografía e informática -en algunos casos, ayudan a identificar posibles falsificaciones-. Además, el uso de la tecnología precisa puede contribuir a ampliar el alcance de algunos hallazgos, como ocurrió en Danbolinzulo, donde apareció media docena de figuras que, tras un examen exhaustivo, han pasado a ser 25.
“mucho potencial” Blanca Ochoa, especialista en arte rupestre de la UPV, coincidió con Arrizabalaga en que los recientes descubrimientos invitan a pensar que Gipuzkoa tiene “mucho potencial” y “puede aspirar a bastante más” en el campo del arte parietal. “Estamos avanzando para ponernos al nivel del resto de la cornisa cantábrica”, señaló la experta en alusión a Cantabria y Asturias, mientras que el arqueólogo defendió seguir practicando la misma fórmula: “Seguramente en los próximos años habrá más hallazgos fruto de un trabajo arqueológico sistemático y dirigido a un objetivo determinado”.
Altxerri (Aia, 1962).
Ekain (Deba, 1969).
Praileaitz (Deba, 2006).
Astigarraga (Deba, 2009).
Aitzbitarte IV (Errenteria, 2012).
Danbolin (Zestoa, 2014).
Erlaitz (Zestoa, 2015).
Aitzbitarte III, V y IX (Errenteria, 2015).
Arbil V (Deba, 2017).