bilbao- Confiesa Kirmen Uribe (que presenta el martes en la cripta de San Jerónimo de Donostia -19:30h- en el marco de una tertulia litararia la versión en castellano de su última obra) que siempre comienza sus libros como en una nebulosa: “Son objetos, imágenes o incluso sueños, que van adquiriendo forma de novela”. En el caso de su tercer libro, Elkarrekin esnatzeko ordua (La hora de despertarnos juntos), ha sido el cuadro Noche de artistas en Ibaigane, de Antonio de Guezala, que forma parte de la colección del Bellas Artes de Bilbao, el que ha servido como punto de arranque de una historia sobre el amor, la libertad y el exilio. Un retrato histórico que comienza de la mano de una familia en el País Vasco y se vuelve universal.
¿Por qué le fascina tanto esta obra de Guezala?
-Me enamoré de ella cuando lo presentó Azkuna en el Museo en 2008. El pintor retrata una fiesta de la alta burguesía bilbaina en 1927, en el Palacio de Ibaigane, que pertenecía a la familia de los Sota, una de las más ricas de Europa en aquella época. Los invitados aparecen con frack, los camareros, disfrazados... Es como una escena de El gran Gatsby, pero en Bilbao. Y, luego, cuando empecé a investigar sobre la vida de Txomin Letamendi, músico de la Orquesta Sinfónica de Bilbao y uno de los personajes principales de mi novela, me di cuenta de que el trompetista que aparece en el cuadro es el propio Letamendi. Es como si la novela se metiera en el cuadro y éste adquiriera vida.
Para la portada del libro en euskera ha elegido otra de las obras de Guezala, ‘La puerta giratoria’.
-Desde niño, ha sido uno de mis cuadros favoritos. En él, aparece Begoña de la Sota, entrando al hotel Carlton de Bilbao para participar en una fiesta de la Asociación de Artistas Vascos. Es la hermana de Manu Sota, otro de los protagonistas de mi libro. Para mí, es una de las mejores obras del pintor bilbaino.
Con su primera novela, ‘Bilbao-New York-Bilbao’, en la que también aparece un cuadro de Arteta, obtuvo el Premio Nacional de Narrativa. El listón está muy alto, pero con esta tercera novela está cosechando ya varios premios...
-Estoy muy contento de cómo está siendo acogida. Acabo de obtener el Premio Nacional de la Crítica a la mejor obra narrativa en euskera y el de la Academia 111, que lo otorgan los lectores de toda Euskal Herria. Pero además de los premios, he notado mucho cariño. Para la gente mayor ha sido como recuperar un pasado que habían olvidado, ese pasado que nuestros abuelos no nos habían contado, el de esas personas que vivieron la guerra, que fueron protagonistas en muchos casos, pero que nunca contaron lo que pasó, bien por miedo o para no poner en peligro a sus hijos. Y la gente más joven ha descubierto un mundo, el de aquella generación, que vivió los felices años veinte en Bilbao, luego sufrió la Guerra Civil y todo lo que supuso, de ruptura, de lucha por las libertades y de un movimiento cultural extraordinario.
“Algunos relatos conviven en la cabeza del escritor durante largo tiempo. La mayoría se malogran, pero unos pocos quedan latentes para siempre”. Así comienza su libro. ¿Llevaba muchos años queriendo contar esta historia?
-En este caso, la historia me encontró a mí. Mi madre me habló de Karmele Urresti, incluso la conocí de niño, pero nunca la entrevisté de manera seria. Fue una enfermera de Ondarroa que vivió la Guerra Civil, la Segunda Guerra Mundial y dos exilios. La historia de Txomin Letamendi la conocía menos. Sabía que había pertenecido a los Servicios Secretos vascos, que había estado en Nueva York, y ahora he descubierto su magnitud. El triángulo de protagonistas lo completa Manu Sota, el hijo menor de Ramón de la Sota, que fundó la selección vasca de fútbol, la embajada cultural Eresoinka, la primera delegación del Gobierno vasco en Nueva York en 1939... Quería mirar hacia atrás y contar lo que ha pasado en el País Vasco durante esos 100 años.
‘La hora de despertarnos juntos’ no es una novela al uso.
-Es cierto, no es una novela convencional. Hace ya seis años empecé a investigar en la vida de Urresti, una vida que le llevó de Ondarroa a Bilbao, de París a Caracas, de Nueva York a Barcelona. Al final, lo que he llevado a la novela es ese proceso de investigación, en el que el propio autor va descubriendo cosas sobre estos personajes y va cambiando como persona. El escritor no está fuera de la novela, como suele ser en las obras convencionales. Ahora mismo, sobre todo en Francia, el tipo de narrativa que se hace es la que incluye al autor dentro de la novela y el proceso de creación de su trabajo. Esto lo hacen autores como Emmanuel Carrère, Laurent Binet, David Foenkinos... Son muchos los escritores que están en esta onda, ellos lo llaman Doc. Ficción.
Ha confesado que es su obra más ambiciosa.
-Creo en el oficio del escritor, en la trayectoria más que en una novela concreta, el escritor se va haciendo con cada novela. Me gustaría también abarcar temas nuevos, siempre desde un punto de vista innovador. Desde pequeño me ha interesado el arte, no sólo para verlo, sino también la reflexión sobre el proceso creativo. Y yo también pienso mucho las novelas antes de escribirlas. Tienen que tener una base teórica, no es contar una historia sin más.
Alguna voz ha tachado su novela de nacionalista...
-No es una novela nacionalista, hablo de la vida de tres personajes que eran nacionalistas, pero creo que cualquier persona se puede identificar con ellos. Al final, es la historia que vivió una minoría, la vasca, durante 100 años. Quería contar la historia de un familia vasca que vivió todos los acontecimientos del siglo XX , que nos pudiera ayudar a entender lo que ha ocurrido aquí en este tiempo. Pero, tanto Sota, como Letamendi o Karmele Urresti no solo lucharon por los derechos del pueblo vasco, sino también por las libertades de todo el mundo y contra el totalitarismo.
La novela se ha editado en euskera, en castellano, gallego, catalán, se ha traducido al portugués, y está previsto que salga en francés, griego...
-Está teniendo muy buena acogida en Europa, eso quiere decir que hay interés por conocer la historia vasca, siempre vinculada a los acontecimientos mundiales. Aunque la novela se sitúa en Bilbao y en Ondarroa, luego pasa por París, Londres, Nueva York, Caracas... El lector puede entender lo que ha sucedido en el siglo XX desde el punto de vista de una familia, y más concretamente, de una mujer vasca. Mucha gente en Madrid me ha dicho que ha entendido muchas cosas a partir de la lectura de esta novela. En muchas ocasiones, la imagen que se ha dado del País Vasco, ha sido parcial. No creo en ese relato simple que se ha dado muchas veces en los medios de comunicación para hablar de Euskadi, creo más en las verdades complejas, son más difíciles de explicar, pero llegan más hondo. Ahora parece que está muy de moda el relato simple, Trump y la ultraderecha europea lo utilizan mucho, pero hay que comprender todos los puntos de vista y ponerse siempre en el lugar del otro.
Recientemente, ha participado en unos encuentros en Polonia sobre las experiencias de Auschwitz y Gernika. Ha confesado que regresó muy impresionado...
-Fue un viaje increíble, como cerrar un círculo. En Elkarrekin esnatzeko ordua se recrea una hisotira sobre resistencia y los Servicios Secretos en la Segunda Guerra Mundial. Y, de repente, fui a Auschwitz-Birkenau y me encontré con esa fábrica de muerte, donde estaba todo tan pensado para matar diariamente a miles de personas, que uno se queda anonadado. Yo había viajado a Nueva York en marzo y estuve en casa de un amigo mío, el neurocientífico Rafa Yuste, cuya mujer es judía. Celebraban la fiesta hebrea de Purim; en esa comida, había niños correteando... En el campo de concentración vi unos zapatos de niños, quietos, quemados... Me vinieron a la mente aquellos niños de Nueva York; me impresionó mucho. Fue una visita muy dura para todos. Está bien que se puedan visitar estos sitios para recordar lo que allí pasó y que no vuelva a ocurrir. El ser humano se olvida muy fácilmente de las cosas. También con el bombardeo de Gernika ha habido negacionismo, se dice que no murieron tantas personas, cuando en realidad fueron muchas más. En la actualidad, estamos viviendo una ofensiva antilbertad, con una simplificación del relato, que a mí me da mucho miedo. Y en eso los vascos tenemos mucho que perder.
¿Tiene ya nuevos relatos conviviendo en su mente?
-Tengo dos historias bastante claras, pero como dice el escritor Philippe Claudel, las novelas se escriben muy fácil en la mente, pero cuesta llevarlas al papel. A mí me pasa lo mismo. Y, una vez que uno empieza a escribir, adquiere otra dimensión y la historia va cambiando. Siempre cambia, nunca es la historia original que uno tenía en la mente, por el proceso de documentación, por la dimensión que van adquiriendo los propios personajes... Al final, una novela parte de uno mismo, pero es la propia novela la que se escribe ella sola.