Hasta el 15 de septiembre el Museo Naval se convertirá en una inmensa juguetería por la que podrán navegar niños y mayores. Bajo el título Itsas jostailuak / La mar de juguetes, el centro donostiarra muestra 150 piezas relacionadas con el mundo naval que permitirán al visitante regresar al más añorado de los territorios: la infancia.

Hay algún juguete rescatado de los fondos del museo y de donaciones de particulares, pero casi todos proceden de la colección Quiroga-Monte, extensa e importante colección particular atesorada por el matrimonio José Antonio Quiroga y Covadonga Monte. En su casa de Oviedo guardan más de un millar de juguetes, todos ellos fabricados en España entre finales del siglo XIX y el siglo XXI. Ahora, por primera vez y tras ofrecer 80 exposiciones por todo el Estado, han participado en una muestra centrada exclusivamente en piezas relacionadas con el mar. Los coleccionistas asturianos han ejercido de comisarios junto a los responsables del museo donostiarra, Soco Romano y José Mari Unsain, que ayer recalcaron la inigualable “capacidad de sugestión” de los juguetes.

Embarcaciones Una gran fotografía de Marisol Juguetes, antigua tienda de la donostiarra calle San Martín, da la bienvenida al museo. En lugar de seguir un orden cronológico, los contenidos aparecen distribuidos en secciones temáticas que aluden a distintas embarcaciones, al mundo submarino, a la guerra y a la playa. Según indicó Quiroga antes de iniciar la visita guiada, existe una “íntima conexión entre el juguete y la historia”, pues cada pieza y sus materiales revelan información sobre la época y los cambios sociales, políticos, culturales y tecnológicos.

Lógicamente, los objetos más numerosos de la exposición son los barcos, desde “los más deslumbrantes y deseados, como los accionados por mecanismos de relojería”, hasta modelos “más modestos pero no menos evocadores, como los veleros impulsados por el viento o las embarcaciones de arrastre manual”. Junto a las clásicas embarcaciones de madera destacan las realizadas en hojalata, que en España empezaron a fabricarse a finales del siglo XIX, así como las de plástico rígido, material que comenzó a utilizarse en 1949.

Entre las “joyas” expuestas sobresalen varios vapores de finales del siglo XIX pintados a mano y fabricados en madera u hojalata con todo lujo de detalles, aunque las más abundantes son las piezas que datan del siglo XX, entre las que hay barcos de vela, mercantes de vapor, translantánticos, embarcaciones de recreo... Sorprenden los barcos que se propulsaban por el agua mediante aceite o magnesio -a ojos actuales resulta curiosa la advertencia de los fabricantes, que decían que las pastillas del citado elemento químico eran “inofensivas” si las ingerían los niños- y el gran surtido de buques que recuerdan la Guerra Civil: hay modelos infantiles de los cruceros Canarias y Baleares, del bando nacional, y de los destructores Libertad, Churruca y Lepanto, de la flota republicana.

Quiroga también ensalzó la belleza de las cajas que contenían los juguetes, ilustradas por los mejores dibujantes de cada época, como Miguel Catalá Lucas, Karpa, creador del famoso Jaimito. Además, alabó los teatros de cartón troquelado -“el juguete más instructivo”- que en la primera mitad del siglo XX creó la editorial Seix Barral, que ganó numerosos premios en todo el mundo. Hay varios juegos de mesa, entre los que destacan uno de finales del siglo XIX con hermosas ilustraciones y otro creado hace 25 años en Soraluze bajo el título Caribe, y no faltan los álbumes de cromos, cuentos, recortables de papel y tebeos relacionados con el mundo naval. Por último, también hay juguetes más populares y cercanos en el tiempo, muchos de ellos de marcas conocidas como Tente, Borrás, Playmobil, Meccano, Barbie, Geyperman o Madelman.

Muñecas y guiños locales Las vitrinas de la sección playera contienen infinidad de moldes, cubos, palas y rastrillos antiguos, juguetes universales donde los haya, que comparten espacio con la cotizadísima y exclusiva Mariquita Pérez, una muñeca cuyo origen tiene conexiones donostiarras. Su creadora, Leonor Coello de Portugal, residía en la ciudad durante la Guerra Civil y un día salió a pasear por la playa de La Concha con su hija, que iba vestida igual que la muñeca que llevaba. La admiración que ello causó entre los viandantes le hizo idear “la muñeca que se viste de verdad”, que fue el eslogan con el que se presentó su ingenio en 1940.

En la exposición hay dos mariquitas con atuendo playero que representan “el lujo y el glamur”, según apuntó el coleccionista asturiano, quien recordó que muy pocas niñas podían permitirse un juguete que costaba hasta 100 pesetas de la época: utilizaban ropa real, pelo natural y hasta los accesorios más minúsculos, como por ejemplo una cámara de fotos, funcionaban de verdad. En el apartado de muñecas también están Mari Pepa Mendoza -fabricada a partir del personaje alumbrado por dos mujeres donostiarras, la escritora Emilia Cotarelo de los Ríos y la ilustradora María Claret- y la insoslayable Nancy, que a partir de 1968 desbancó a Mariquita Pérez gracias a su asequible precio: “Es la muñeca más vendida de España, la empresa Famosa llegó a despachar un millón de ejemplares al año”.

Otro de los guiños locales de la muestra guarda relación con Bianchi, la fábrica de componentes electrónicos fundada en 1945 en Pasai Antxo que en los años 70 se dedicó a la manufactura de juguetes. En la muestra hay un proyector de Super 8 con películas sobre el mundo submarino y un recorte publicitario en el que se anuncian sus coches y barcos “radiodirigidos” como “algo totalmente nuevo y revolucionario en el mercado español”. Dado que no ha sido posible encontrar una de esas piezas de Bianchi, José Mari Unsain hizo un llamamiento a la ciudadanía por si alguien aún los conservara y pudiese incorporarlos a la exposición.

Cabe destacar también el papel de muchas industrias vascas que produjeron los mecanismos internos que daban movimiento a los juguetes -tornillería, flejes de acero, dinamos, ruedas de goma- o máquinas para crearlos -fresadoras, taladradoras, troqueles-. Muchas empresas guipuzcoanas produjeron también las planchas de hojalata que después se litografiaban en A Coruña y posteriormente se troquelaban en Alicante para dar lugar a diversos artefactos lúdicos. Es el caso de unas palas fabricadas por Rogelio Sanchis, que antes de morir fusilado en la Guerra Civil obtuvo el permiso del mismísmio Walt Disney para estampar en sus productos a personajes como Mickey y Minnie Mouse.

Por último, y aunque no es estrictamente un juguete, el Museo Naval ha rescatado de sus fondos el buzo que durante años permaneció en el escaparate de Ebara-Emica, tienda de suministros industriales de la calle Miracruz. Su imponente figura y su casco dorado llamaba la atención de todos los viandantes, especialmente de los más pequeños. “Creo que es mi pieza favorita de la muestra”, aseguró Quiroga, fascinado por el poder evocador del buzo.