Quien disfrutó con Chicago, Slumdog millionaire, Moulin Rouge, Mamma mia, Los miserables o Sweeney Todd, ya tiene su película de 2017: La La Land. Amada y odiada, a partes iguales, esta historia filmada por Chazelle, director de la oscarizada Whiplash y de la también olvidada Guy y Madleine en un banco del parque, ha puesto de actualidad en este milenio un género, el musical, que periódicamente es recuperado aunque cuesta recordar cuándo la industria de Hollywood se ha volcado tanto con una película que arrasó en los Globos de Oro, con siete galardones, y ahora opta a nada menos que a catorce Óscar.

La historia, protagonizada por Ryan Gosling y Emma Stone, narra el romance de dos jóvenes, Sebastian (un soñador músico de jazz) y Mia (camarera aspirante a actriz), que viven un inesperado encuentro y luchan por perseguir sus sueños en la ciudad de Los Ángeles mientras se aman, pelean, cantan y bailan entre recuerdos a Stanley Donen, Robert Wise, Coppola, Grease, Calle 42, Corazonada, Cantando bajo la lluvia, West Side Story, Melodías de Broadway?

El responsable de su banda sonora es Justin Hurwitz, autor de la música de las películas anteriores de Chazelle (su amistad germinó en la Universidad de Harvard), todas ellas relacionadas con el jazz. Él es el advenedizo que está desafiando al establishment de los grandes compositores cinematográficos que copan la producción en las últimas décadas, con John Williams, Hans Zimmer y Morricone al frente.

Música y canciones Antes de nada, conviene rescatar el score original de La La Land, también a la venta en Universal, que incluye la música incidental e instrumental de la película repartida en una treintena de composiciones de corta duración, de las que algunas se cuelan también en la banda sonora. Esta, más accesible, aporta como extra las canciones del filme y se muestra apta para todo tipo de oyentes. Subraya, a ritmo de jazz y de musical, un drama sobre la dificultad del amor y el cumplimiento de los sueños. Y lo hace con el olor, las imágenes y la música de origen clásico, saltando desde la espectacularidad a la sencillez absoluta, con sonido real, risas y silbidos incluidos.

La La Land no aporta nada nuevo, cierto, pero sí está magníficamente filmada y su música, interpretada. Con la pasión y la devoción del auténtico fan que es su director, que ha contado con decenas de los maestros que integran una orquesta espectacular. El swing y el jazz te atrapa desde su arranque, con la canción Another day of sun, interpretada de manera coral entre bailes y con la orquesta a todo trapo.

La estrella de la banda sonora es City of stars, canción compartida por Gosling y Stone (con sus risas incluidas y esa pregunta sobre si las estrellas “brillan solo para mí”) y que se ofrece también en versiones particulares de ambos. Musitada por él, apoyándose en un evocador piano, y susurrada y tarareada por ella, con el acompañamiento de una guitarra acústica. Ambos suenan reales y honestos, y convencen, a pesar de no contar con voces privilegiadas, también en A lovely night. Ella se luce también en Someone in the crowd y en Audition (the fools who dream).

Saxos y pianos Y las incursiones en el mundo del jazz, entre el swing y el be bop, alternando pianos y saxofones en el liderazgo, sobresalen en temas como en Mia & Sebastian’s theme, con cierto aire de vals; Herman’s habit, Summer montage y, especialmente, el instrumental Planetarium, quizás la cumbre del álbum, de raíces claramente clásicas y románticas.

La única pieza que compite en grandeza con ella es Epilogue, la otra joya orquestal de la banda sonora, que repasa aromas, ritmos y arreglos ofrecidos previamente, a modo de resumen, con una trompeta inolvidable en su puente, antes de un pasaje orquestal y coral épico e inolvidable que funciona como broche final arrebatador y conclusivo. Lo único que sobra es la canción de John Legend, un r&b titulado Start a fire, con coros femeninos y que liga la historia con lo contemporáneo y asequible; lo que, precisamente, parece criticar la película a través del personaje de Gosling.