bilbao - El 28 de abril de 1992, el pintor británico Francis Bacon murió en la clínica Ruber de Madrid. Los médicos le habían recomendado que no realizara aquel viaje, pero el artista, que tenía 82 años, no quiso renunciar a él. Bacon tenía dos motivos para hacerlo: quería reencontrarse con un joven ingeniero español, de 35 años, del que se había enamorado hacía cuatro años, y además, quería volver a visitar en el Prado las obras de Goya y Velázquez, que tanto habían influido en su obra.

Casi 25 años después de su muerte, Bacon se vuelve a reencontrar con sus maestros en el Guggenheim Bilbao. El museo bilbaino inauguró ayer la exposición Francis Bacon: de Picasso a Velázquez, que ofrece al espectador medio centenar de obras del artista británico, junto a otras 25 de maestros clásicos y recientes de la pintura francesa y española que tuvieron ascendencia en su carrera. Una exposición muy deseada, como confesó ayer Juan Ignacio Vidarte, director general del Guggenheim Bilbao: “Desde que se inauguró el museo no habíamos tenido oportunidad de presentar una exposición dedicada a Francis Bacon, uno de los artistas más relevantes del siglo XX. Ha sido uno de nuestros objetivos perseguidos durante estos años”.

Junto a Vidarte estuvo en la presentación Ignacio Sánchez Galán, presidente de Iberdrola, empresa patrocinadora de la muestra; y los comisarios Martin Harrison, autor del catálogo razonado sobre Francis Bacon; y Lucía Agirre, subdirectora de Curatorial y Documentación del Guggenheim.

Bacon fue un transgresor tanto con su vida como con su obra, en la que se reflejan sus admiraciones y sus fobias, sus no siempre plácidas relaciones sentimentales, su obsesión con el padre autoritario, la admiración por Degas, Manet, Gaugin, Matisse, Toulouse-Lautrec y Braque, además de por Picasso, Velázquez o Zurbarán; su pasión por la noche y el alcohol... Vivía en el límite. “Si se piensa que mis obras son violentas es que no se ha pensado previamente en la vida... No llego a ser tan violento como la propia vida”, decía Bacon cuando le preguntaban por el desconcierto que desataban sus cuadros.

Bacon no fue muy dado a las confesiones de su vida privada, pero dejó huella de su biografía en los zarpazos que asestaba a la tela. Nacido en Dublín, aunque de padres ingleses, tuvo una personalidad complicada, forjada durante una infancia marcada por la autoridad de un padre exmilitar que le consideraba débil, ya que era asmático y pasaba mucho tiempo enfermo. Cuando en la adolescencia se enteró de su homosexualidad le echó del hogar familiar.

En su familia no había antecedentes artísticos y a Bacon se le despertó la vocación muy tarde. Fue en 1927, cuando decidió viajar a París. “Fui a ver la exposición Cent dessins par Picasso en la galería Rosenberg”, explicó años después. “Recibí tal choque que me dieron ganas de ser pintor. ¿Por qué no intentarlo?”, se preguntó. Aunque más tarde, negaría que le gustara Picasso. “Era raro. No hay que hacer mucho caso a lo que decía , porque era muy camp, le gustaba provocar. No es verdad, por ejemplo, que no le gustara el Guernica, de Picasso, aunque sí era cierto que del pintor malagueño lo que más le atraían eran las obras realizadas entre 1927 y 1933”, según Harrison.

En la exposición que se presenta en Bilbao se ha incluido el primero de los cuadros que se conservan de él, un Gouache nunca antes visto; se trata de un pequeño óleo de 1929 con sencillos motivos de la naturaleza. Apenas hay lienzos de esta época, ya que Bacon decidió destruirlos según los creaba.

Realizando un recorrido por la exposición, se puede apreciar la evolución que tuvo la pintura de Bacon, desde las tonalidades oscuras y casi monocromáticas, al estilo del cuadro completamente gris de Picasso Bañistas con el balón, que se puede ver en la sala que abre la exposición, hasta el colorido de sus obras de los años 70 en adelante.

“Pero que el público no espere ver ni florecillas bonitas, ni arbolitos, ni escenas bucólicas”, advirtió Martin Harrison. La figura humana en sus distintas vertientes, desnudos y retratos, es el núcleo esencial de la obra de Bacon, en la que el espectador puede apreciar la visión descarnada, y a veces violenta, que del individuo tenía el artista británico.

“En los desnudos, predominan los personajes aislados en posturas cotidianas que el autor deforma retorciendo los cuerpos de una forma extrema, dándole una nueva perspectiva a este género artístico”, explicó Martin Harrison.

seis décadas La muestra llega precedida de un gran éxito en el Fórum Grimaldi de Mónaco, donde se ha exhibido hasta el pasado día 4, aunque para Bilbao se ha enriquecido con varias obras de otros artistas procedentes de coleccionistas privados y de museos como el Prado o el Bellas Artes de Bilbao. “Unas 34 de estas obras no se habían visto nunca antes en el Estado mientras que otras solo han sido visionadas, en algunos casos, en dos ocasiones, y en otras tres, a nivel mundial”, explicó la comisaria Lucía Agirre.

Entre las obras esenciales de Bacon que el espectador puede disfrutar en el Guggenheim Bilbao, figura Tres estudios para una Crucifixión, terminada justo para su gran retrospectiva en la galería Tate Britain. “Esta obra supone un punto de inflexión en su carrera. Es una respuesta a otra que había realizado 20 años antes, está llena de vida y de energía y marca un cambio en lo que iba a hacer a partir de entonces”, resaltó Lucía Agirre. La obra está situada “al lado de un Zu rbaran fantástico, Cristo crucificado con un donante, y la relación que se establece entre ellos es realmente una maravilla”, explica Agirre.

Otro cuadro relevante que se exhibe en Bilbao es Papa, pintado en 1951, en el que hace su personal interpretación del retrato que hizo Velázquez del Papa Inocencio X en 1650, que no ha podido ser traído a Bilbao al pertenecer a la colección del Vaticano. En cambio, el Guggenheim Bilbao ha conseguido el préstamo de la copia que, del original de Velázquez, hizo en 1846 el artista francés Amédée Ternante-Leamire, que pertenece a la embajada de Francia en Ciudad del Vaticano.

También pueden contemplarse Figura tumbada en un espejo, de 1971, y el último de los seis Estudio para retrato de Van Gogh VI (1957), que pintó para expresar su admiración por el artista neerlandés.

Francis Bacon: de Picasso a Velázquez se podrá ver en el Guggenheim Bilbao hasta el 8 de enero. Según anunciaron ayer en la presentación, los días 22 y 23 de octubre se celebrarán unas jornadas de puertas abiertas, coincidiendo con los 19 años del museo, patrocinadas por Iberdrola.