Pamplona - Lleva 23 años ofreciendo el pronóstico del tiempo y hoy estrena un programa en ETB-1 que le apasiona porque es de montaña. Esta semana ha estado contento cuando por fin ha podido incluir en sus pronósticos la llegada de lluvia: “La necesitamos, es cierto que nunca llueve a gusto de todos pero hemos cambiado a un tiempo más otoñal”. Sobre el nuevo espacio señala que lo está disfrutando aunque es muy complejo grabar y de editar. El ascenso a siete cimas de Euskal Herria da para imágenes increíbles y también para un sinfín de historias que contar. Respecto al tiempo, un consejo, aunque parece que el verano ha terminado, Aizpuru dice que aún habrá días de playas y que no cambiemos radicalmente los armarios.
¿Va a durar mucho la alerta?
-No, pero tanto como alerta... Mañana y el viernes va a llover, es una lluvia perfecta, es lo que se necesitaba. El sábado va a estar tristón y el domingo algo mejor. Estaremos de otoño, eso es lo que toca.
¿Guardamos toallas, bañadores, bikinis y sandalias?
-Nooo. El agua está a 22ºC y tendremos días de playas por delante, seguro que hay más de uno. Lo que no se espera a medio plazo es ese calor que hemos tenido a principio de esta semana, y mejor que no venga.
Alerta si hace calor, alerta por lluvias, alertas por descenso de temperaturas. ¿No le parece un poco absurdo vivir en permanente alerta meteorológica?
-Quizá está todo llevado un poco al límite, por llamarlo de alguna forma. Antes se decía: “Cuidado que va a hacer calor”. Ahora es alerta naranja. Hay que avisar pero no exagerar.
Los más mayores dicen que se han visto fenómenos similares siempre y que nunca han saltado las alarmas como ahora.
-Sí, hay un exceso de avisar a la gente por todo, no solo en el tiempo, creo que en general se está exagerando mucho; creo que nos pasamos un poquito. Todo parece alerta y tampoco es para tanto.
¿Nos despedimos del verano?
-En los últimos años, en septiembre y octubre, siempre se han dado esos días de 25º con viento sur que resultan muy agradables. Siempre los ha habido y los habrá seguramente. Pero una recomendación, no guardéis aún el traje de baño, el bikini y las toallas de playa.
Hablemos de su nuevo programa.
-Gailurra, la cima. Empezamos hoy entre las 22.15 y las 22.25 horas. Van a ser siete programas, cuatro hemos grabado, y la sensación que tenemos todo el equipo es muy buena. Es un producto muy visual y hay muchas historias que vamos a ir narrando a lo largo de las emisiones.
¿Un programa de montaña pura?
No. Enseñamos las diferentes vías que hay para subir a las siete cimas, pero no es lo único. Se trata de conocer ese monte y las historias que han surgido en torno a él. Incluso conoceremos las sensaciones de gente que lo sube por primera vez. Es un programa bastante coral, en cada uno de ellos vamos entre 35 y 40 montañeros y hay historias que contar.
¿Cambia el grupo de participantes en cada programa?
-Sí. Cada programa es un grupo distinto. Hay gente que conoce el monte que subimos y gente que no. Son equipos de personas diferentes que van a contar su historia desde el conocimiento de esa montaña o desde su descubrimiento.
¿Usted conoce la siete cimas que van a salir en el programa?
-Sí. Todas, y algunas muy bien. Hemos ido a Gorbeia; Txindoki; Beriain, la gente lo conoce como San Donato, está en la Sakana; Cruz del Castillo, está en el sur de Araba, en sierra Cantabria; Orhi, está entre Nafarroa y Zuberoa; monte Ernio, en Gipuzkoa, y el último es el Anboto, iremos a la cueva de Mari.
Supongo que es un programa que le viene como anillo al dedo, ¿no?
-Más o menos. Soy montañero y me llamaron para este proyecto porque creían que yo podía ser el presentador.
¿Dificultades en la subida?
-Lo difícil no ha sido subir, lo difícil son las grabaciones que nos llevan mucho tiempo. Vamos con muchas cámaras, con un dron... Empezamos a las siete de la mañana y bajamos casi a oscuras. Es un programa muy intenso en grabaciones. El grupo de sherpas, el que no se ve, tiene un mérito tremendo.
¿Dónde está el maestro que iba a ser usted?
-Aquí, aquí? Explicando porque iban a caer esas trombas de agua que tuvimos el martes. Sigo dando cada día una pequeña lección, modestamente dicho. Eguraldia lo cojo como una forma de enseñar. Yo quería ser maestro, divulgador, y creo que lo soy. Lo digo desde la modestia.
Me imagino que le echarán en cara el no dar un pronóstico exacto, el no acertar.
-Cada vez menos. Yo me muevo mucho en el monte y entre baserritarras y esa gente necesita el pronóstico. Antes se decía más lo de no acertar. Mira, la última vez, fue el sábado pasado cuando se me acercó un baserritarra de Elorrio, mi pueblo, y me dijo: “Ayer, por el viernes pasado, a las diez de la mañana cayó una tormenta que nos pilló y no lo dijiste en el Eguraldia”.
El viernes hizo un buen día, ¿o no?
-Tenía razón, cayeron unas tormentas muy locales y no se esperaban, no dimos en el clavo; pero bueno, la emoción del Eguraldia tiene que existir.
Nunca llueve a gusto de todos.
-Dímelo a mí. En el Eguraldia está Ana Urrutia que es mar y sol, ella es totalmente salina. Estoy yo: monte, nieve, más fresquito. Mi gente me reclamaba esa lluvia porque hay mucha sequía y a Ana le reclaman el sol. Nunca llueve a gusto de todos, pero nunca, nunca, nunca?
El sol tiene mejor prensa.
-No lo creas, nunca hace sol tampoco a gusto de todos, lo del tiempo a la carta sería un imposible. No me gustaría tener la varita mágica para poder elegir qué tiempo va a hacer.
Y si la tuviera, ¿lluvia o sol?
Nieve, para mí es un momento genial el de las nevadas.
Y un caos en la ciudad.
Sí, nieve en Bilbao o Donostia es incómodo. Si nieva se arma la de Dios, no estamos preparados para una buena nevada. Pero si nieva a partir de 600 o 700 metros y queda ahí en enero o febrero es lo ideal para mí.