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“La figura del corresponsal irá desapareciendo poco a poco”

Lamenta que las noticias se conviertan “en titulares sin contexto” y que el espectador se quede en la superficialidad de lo que ocurre en el mundo, algo que ella intenta evitar

“La figura del corresponsal irá desapareciendo poco a poco”

donostia - Ane Irazabal (Arrasate, 1984) es un rostro conocido para los espectadores y oyentes de EITB a los que ha informado de las elecciones israelíes y egipcias, de la llegada de inmigrantes a Lampedusa y Catania o de la crisis griega. Free lance 100% .

Cuando estudiaba, ¿pensaba en la información internacional y la televisión?

-Siempre me ha gustado la política internacional. Antes de Comunicación Audiovisual estudié Historia y el último año hice una especie de curso puente. También me han gustado siempre la Arqueología y la Historia Contemporánea. Cuando empecé a pensar qué hacer con mi vida elegí Comunicación Audiovisual y me interesé por el periodismo internacional. Me pareció una oportunidad para combinar las dos cosas. La Historia da una base para entender los acontecimientos de los últimos años.

¿El Periodismo no era su primera opción?

-Era una, pero me tentó más la idea de tener una buena base. Empecé Políticas en Barcelona, lo dejé y me pasé a Historia. Como el último año estudié desde la II Guerra Mundial hasta la actualidad, me encantó el tema de la descolonización, la guerra de Vietnam, me empecé a interesar por el conflicto palestino... y decidí dedicarme al Periodismo.

¿Y la televisión?

-Soy muy salsera y me gustaba pero no era una meta. Hice unos meses de prácticas en ETB y ahí empecé.

¿Le resulta muy triste informar de la destrucción de tantas obras de arte, desde Bamiyán a Palmira?

-Así es. Aunque no se tenga una sensibilidad artística especial, es horrible la destrucción de todo el patrimonio cultural de Siria, Irak, Afganistán... Ha habido miles de muertos, pero también se está destruyendo la memoria histórica.

Usted se define como ‘free lance’.

-He trabajado para muchos medios. Empecé en Berria, seguí con Deia, colaboro con Argia y más tarde seguí con la radio, que me encanta. Según donde esté, también colaboro con Telesur o con Telecinco, pero lo más regular que tengo es EITB, tanto televisión como radios.

El mundo está que arde y las noticias internacionales ocupan menos espacio...

-He oído a gente de televisión que la sección Internacional es la que menos audiencia suele tener, pero también es la que da cuerpo a un medio de comunicación. Una sección Internacional potente permite analizar la misma realidad desde distintos ámbitos. Muchas realidades están completamente interrelacionadas, como lo que ha sucedido en Grecia. La gente cada vez se interesa más por los problemas por los que siente un poco de empatía, pero puede ser cierto que nuestra crisis nos aleja de lo que sucede en Gaza, Colombia o Birmania...

¿Somos ingenuos al pensar que esos problemas no nos alcanzan?

-Puede ser que haya una desconexión con la realidad y una tendencia a pensar que bastante tenemos con lo nuestro. Es cierto que hay una saturación de malas noticias, pero es lo que está pasando y no podemos vivir aislados. Además, en algunos asuntos tenemos más responsabilidad de la que pensamos.

¿La crisis ha hecho que los medios recorten en información internacional y por eso hay tantos ‘free lance’, para no tener que pagar seguros o afrontar problemas?

-Está habiendo una especie de fractura generacional, la figura del corresponsal irá desapareciendo poco a poco a medida que se jubilen los actuales. Aunque esto mejore, no creo que volvamos a la situación precrisis. Yo solo he vivido esto y no creo que vaya a conocer lo anterior. La crisis se está utilizando como excusa para la precariedad en la que viven muchos free lance, nos pagan por artículo y si vamos a un país peligroso tenemos que pagar el seguro y todos los gastos. Para los medios es muy barato, pero hay que reflexionar. Una persona que va en esas condiciones quizás no pueda hacer el trabajo con la misma calidad. Y no hablo solo de la seguridad económica, también de la emocional. Es el gran problema de nuestra generación. Nos hemos dado una leche terrible porque nos educaron diciendo que tendríamos todas las puertas abiertas.

¿Qué sucederá si no hay corresponsales como en la actualidad?

-Los medios tirarán de los free lance que viven en esos países, lo que les abaratará mucho los costes.

En un año ha estado en Turquía, Palestina, Egipto, Italia, Grecia... ¿Ir de paracaidista genera estrés?

-Estrés no, pero sí mucho trabajo previo. No son países a los que he ido por primera vez, sino que los llevo siguiendo cuatro años. De hecho, Egipto ha sido mi base los dos últimos. En Palestina viví antes y lo conozco bien; y Grecia lo he ido conociendo este año poco a poco, haciendo las elecciones, los primeros cien días de Tsipras, toda la crisis de julio... en Italia también paso mucho tiempo. Son países que me resultan familiares, pero a los free lance lo que nos da de comer es el breaking news, la actualidad... Cuando surge una noticia grande tienes que aprovecharla al máximo, ir allí, seguirlo y abrirte paso en ese país.

Antes los combatientes respetaban a la población civil, los hospitales y la prensa. Ahora no. ¿Son malos tiempos para los periodistas, incluso en países en los que no hay conflictos declarados?

-Cierto, dicen que hay zonas de México más peligrosas que Siria. Había un concepto muy colonialista del periodista. Algunos corresponsales secuestrados en África en los años 90 cuentan que les trataban con respeto. En estos momentos vemos en Oriente Próximo que el denominado Estado Islámico ha destruido en gran medida nuestra profesión porque no hay posibilidad de trabajar en países como Libia, Yemen, Siria... y muchos profesionales se están yendo no solo por los secuestros, sino porque es muy difícil llegar a un sitio, contar historias, hablar con la gente... Cada persona tiene que valorar qué le compensa.

En su trayectoria, ¿ha pasado más peligro o pena?

-No me considero una periodista de guerra. He cubierto las dos últimas invasiones de Gaza, el golpe de Estado y la posprimavera árabe en Egipto,... pero no los conflictos de Irak o Afganistán. He sentido más el shock de ver unas realidades muy difíciles de digerir y de mantener la distancia en lo bueno y en lo malo.

¿Como cuáles?

-Este año he seguido mucho el drama de los inmigrantes en el Mediterráneo, en el que tienes la oportunidad de hablar con la gente que llega y cuenta unas historias con las que sientes vergüenza. Me piden ayuda y solo puedo decirles que lo único que está en mi mano es contar lo que está pasando.

¿Esta es la Unión Europea que idearon los padres fundadores?

-El concepto de la Europa de los valores ha desaparecido o está en vías de extinción, es muy triste.

¿Se imagina regresar dentro de veinte años para comprobar cómo están Siria, Egipto,... hacer ‘periodismo de posguerra’?

-No hace falta que pase tanto tiempo. El año pasado cubrí la guerra de Gaza -lo más brutal que he vivido hasta el momento, lo que más me ha impactado- y si vuelves ahora, con el invierno tan duro que han pasado y después de esa gran conferencia en El Cairo para recaudar fondos, está todo completamente destruido y la gente cada vez más desesperada. Existe el periodista de guerra, pero no el periodista de paz. Yo creo que eso es lo que hace un medio de calidad: cubrir la noticia, el gran boom; pero después hacer un seguimiento. Eso es lo más importante, que la gente siga sintiendo empatía porque muchas veces la situación de posguerra es más difícil que la propia guerra. Pero vivimos en una adicción a la actualidad, parece que solo hay presupuesto para cubrir un momento concreto y después eso cae en el olvido. Antes las grandes noticias duraban semanas y había oportunidad de hacer un seguimiento más profundo, ahora cinco días y a otra cosa y a otra y a otra... Hay un consumo brutal de noticias que la gente no es capaz de asimilar.