Christopher Lee vuelve a la tumba
Fallece a los 93 años el actor británico que inmortalizó, más si cabe, al conde Drácula
Donostia - Al final no fue la luz del sol, un crucifijo ni la estaca de Van Helsing. Christopher Lee ha muerto de viejo, a los 93 años recién cumplidos, días después de ser ingresado por problemas respiratorios y cardiacos. El actor británico que inmortalizó, más si cabe, al conde Drácula, falleció el pasado domingo en el hospital de Chelsea y Westminster. La exmodelo danesa Birgit Kroencke, con quien llevaba casado medio siglo, no hizo pública la noticia hasta ayer para informar primero a sus familiares y allegados.
Christopher Frank Carandini Lee nació el 27 de mayo de 1922 en una familia acomodada del barrio de Belgravia, Londres. Antes de alcanzar la fama por interpretar a una extensa galería de villanos, se alistó como voluntario en la Real Fuerza Aérea británica durante la II Guerra Mundial. Ayer mismo, el primer ministro británico, David Cameron, lamentaba la muerte de un “titán de la era dorada del cine” y de un “distinguido veterano” de aquel conflicto.
En 1948 inició su carrera cinematográfica como secundario en La extraña cita, de Terence Young, y en la adaptación de Hamlet (1948) que dirigió y protagonizó Laurence Olivier. Su primer papel en la legendaria productora Hammer fue el de la criatura de La maldición de Frankenstein (1957), dirigida por Terence Fisher, aunque el personaje que le procuró mayor gloria fue, sin duda, el de Drácula.
Su creación del conde transilvano es tan icónica como tres décadas antes lo había sido la de Bela Lugosi en las películas en blanco y negro de la Universal. Sin embargo, la sangre luce mucho más viva en color y CinemaScope, y el imponente físico de Lee hace de su conde un ser mucho más terrorífico. Lo explicó muy bien Fernando Savater en la publicación del ciclo que Nosferatu dedicó a Terence Fisher y la Hammer en 1991: “El Drácula de Lugosi es civilizado y, por tanto, vicioso: podemos oler su corrupción cada vez que aparece en escena, como un aroma dulzón y venenoso por debajo de la colonia cara que sin duda utiliza. En cambio, el vampiro de Christopher Lee es un espectro noble y elemental hasta en el crimen, con un aire desesperadamente juvenil del que carecía Lugosi, salvaje y feroz sin duda, pero humanizado por la más redentora de las aflicciones: la imborrable melancolía de que la vida no sea sino simulacro de vida”.
Lee, que ese año recibió un homenaje en Donostia y no dejó muy buen recuerdo por su comportamiento altivo, solo estaba satisfecho sin reservas de su primer Drácula, el de 1958, ya que consideraba decadentes todos los que vinieron después: El Príncipe de las tinieblas, El poder de la sangre de Drácula, Drácula vuelve de la tumba... También, claro está, el chupasangres que interpretó para el inefable Jesús Franco. Por eso, tal vez, intentó diversificar su carrera con títulos como La vida privada de Sherlock Holmes (1970), el filme de Billy Wilder en el que hizo de hermano del detective; Los tres mosqueteros (1973), en la que fue caballero de Rocherfot, o Pánico en el Transiberiano (1973), una coproducción hispano-inglesa en la que compartió protagonismo con Peter Cushing, compañero de fatigas en la Hammer. En El hombre de la pistola de oro (1974) se enfrentó al James Bond interpretado por Roger Moore antes de participar en títulos como La monja poseída (1976), Aeropuerto 77 (1977) o El pasaje (1979).
Resulta imposible citar todas las referencias de una filmografía que sobrepasa las 250 películas -cuentan que solo Rod Steiger trabajó más que él- y que en los últimos años repuntó gracias a varios directores: Tim Burton, con quien trabajó en largometrajes como Sleepy Hollow (1999) o Charlie y la fábrica de chocolate (2005); George Lucas, que lo rescató para las precuelas de Star Wars; y Peter Jackson, que le regaló el papel del malvado mago Saruman en las sagas de El señor de los anillos y El Hobbit.
Ya no podrá interpretar a su amado Don Quijote, pero antes de regresar a la tumba para siempre, aún ha tenido tiempo de incluir su grave voz a algunos discos de heavy, su otra gran pasión. “Ya empezaba a pensar que era un vampiro de verdad: 93 años y grabando discos de metal”, decía ayer cariñosamente un apenado seguidor del príncipe de las tinieblas.