Donostia. En los años 60 del pasado siglo, Miguel Elola, donostiarra afincado en Barcelona, fue discípulo de Cristóbal Balenciaga. Comenzó desde muy joven a trabajar en una sastrería de Donostia pero pronto se dio cuenta de que lo que realmente le gustaba era el diseño y el dibujo, pero no de prendas de hombre, sino de mujer.

Hoy dirige usted su propia casa de costura en Barcelona, ¿pero cómo conoció a Cristóbal Balenciaga?

A través de una prima que había sido modelo de Balenciaga me presenté en el taller que tenía el modisto en la Avenida de la Libertad y al venir con el oficio aprendido, me cogieron como ayudante cuando tenía 16 años. Estuve seis años en Balenciaga, prácticamente hasta que cerró la casa en 1968. Comencé siendo ayudante de segunda, pero a la larga me di cuenta de que era la manera de aprender el oficio desde dentro. De ese modo llegabas a oficial conociendo perfectamente el oficio.

¿En qué consistía el trabajo del ayudante de segunda?

Tenías que enhebrar las agujas del oficial y de la ayudanta, picar cuellos, pasar puntos flojos y planchar entre telas, entre otras tareas, ya que en aquel momento se planchaban las telas porque había que mojarlas y planchar buscando los hilos rectos, que era algo "muy Balenciaga". Así aprendías a trabajar la prenda en sí y según ibas subiendo de categoría, hacías ojales y faldas.

¿Cómo se ascendía de rango?

Había cuatro oficiales de taller que eran las encargadas de cada grupo y eran ellas las que te iban ascendiendo en función de las cualidades de cada uno. Las oficiales probaban a las clientas y llevaban el taller. Cuando pasé a ser oficial con 18 años comencé a hacer la prenda entera: era responsable de la prenda y siempre estaban a tu cargo dos ayudantes, la de primera y la de segunda.

¿Cómo era la relación con el modisto?

Balenciaga no era de los que se presentaba en los talleres, estaba en el sitio lo justo y necesario, diseñaba la colección y luego tenía responsables que lo llevaban a cabo y eran estos mismos los que probaban a las clientas. No se dejaba ver demasiado, cuando aparecía por el taller se corría la voz y había un "silencio sepulcral". Yo hablé en dos ocasiones con él. Una vez, por mediación de mi prima, me preguntó si quería ir a París a trabajar para él, pero como entonces yo tenía 16 años, mis padres no me dejaron. La segunda fue en verano, el modisto estaba en su casa de Igeldo y me llamó porque quería que le planchara una casaca blanca de hilo. Según decían, era muy tímido, yo no le conocí demasiado, y muchas de las clientas tampoco, solo por fotografías y tampoco hay tantas: si te fijas, siempre es la misma.

Al no relacionarse con las clientas, ¿quién se encargaba del negocio?

Tenía unos equipos formados muy buenos que eran los responsables de cumplir con su trabajo y él confiaba en ellos. Las personas que probaban a las clientas tenían que guiarse exclusivamente por el diseño de Balenciaga. Era inamovible y estaba todo muy estipulado, no había posibilidad de cambios ni de sugerencias. En cuanto al género, tampoco se movía nada sin el permiso del modisto.

¿Después de estar seis años en el taller de Balenciaga a dónde fue?

Se rumoreaba que el taller iba a cerrar y me llamaron de Pedro Rodríguez, que era la única casa de alta costura que se encontraba en Donostia, concretamente en la Avenida de Francia. Además, me propusieron subir de categoría, aparte de ser oficial empezaría a cortar prendas, a probar a alguna clienta y me fui. A los meses de estar en Pedro Rodríguez se cerró el taller de Balenciaga en 1968. Estuve un año y medio y después me fui a Barcelona a la casa principal de Pedro Rodríguez. Se murió su hijo, que se encargaba de uno de los talleres, y me pidieron hacerme cargo de él por un periodo de tres meses. Y al final me quedé en Barcelona.

Cuando Pedro Rodríguez cerró, ¿qué hizo?

Estuve unos años diseñando piel y luego en 1989 me puse por mi cuenta en el centro de Barcelona. Fui haciendo una pequeña costura, en un sitio pequeño, con prendas muy cuidadas a medida, y de esa manera hemos seguido hasta ahora.

¿Tiene influencias de ambos modistos?

Siempre digo que tengo dos catecismos, Balenciaga y Rodríguez. Por ejemplo, el modelo que hemos realizado para el Museo Cristóbal Balenciaga, nos dicen que tiene influencia de Balenciaga en el volumen, en la limpieza de la línea, el movimiento de los cortes, lo poco complicada de la prenda, y "sin tener nada lo tiene todo". De Rodríguez he heredado los drapeados, por ejemplo.

¿En qué se diferenciaban Balenciaga y Rodríguez?

Eran dos estilos y dos maneras de vivir en el fondo. Todo en ellos era diferenciado, solamente siguieron una línea paralela, ambos abrieron una casa de alta costura. A Rodríguez, por ejemplo, le gustaba mucho estar con las clientas y era muy abierto, además, dejaba enseñar su trabajo en la calle e incluso daba clases en la escuela, un diseñador de su altura que diera clase era algo que la gente no entendía. Rodríguez solía decir que era "mejor que les copiaran los demás a que no tuvieran que copiar ellos". En los desfiles comunitarios por ejemplo, muchos diseñadores tapaban sus modelos y él nunca escondía nada. Balenciaga, sin embargo, no salía de su casa, por lo que no tenía que esconder nada. Sus creaciones solo se exhibían en sus salones, él entendía que los pases eran para sus clientas. La clienta era la que se tenía que mover si quería un vestido del modisto guipuzcoano.

En cuanto a la forma de hacer los vestidos, ¿en qué se diferenciaban ambos modistos?

Prácticamente los dos hacían lo mismo, creaban la prenda encima de la modelo. En cuanto a la manera de trabajar el interior de una prenda Rodríguez era más sastre, más trabajado y planchado. Balenciaga, sin embargo, era más femenino, suave y dulce. Los vestidos de Rodríguez eran muy adaptados al cuerpo de la mujer y Balenciaga marcaba, pero siempre como sobrantes de la prenda, nunca como una segunda piel.

Balenciaga además era conocido por no realizar apenas costuras.

Evitaba poner costuras, las suficientes para dar el volumen que él quería. Dicen que mi vestido expuesto en Getaria posee influencia de Balenciaga porque solo tiene una costura y dos pinzas.

¿En el taller se daban cuenta ustedes del nivel internacional al que estaba llegando la moda de Balenciaga?

Sí, por el tipo de clienta que venía, muchas de Bilbao, Pamplona y Sevilla. Me acuerdo de dos pedidos sobre todo, un abrigo de encaje hecho a mano entre cuatro personas para la boda de la Reina Fabiola de Bélgica y un abrigo rojo para una película en la que actuaba Audrey Hepburn.

¿Qué diseñadores actuales están influenciados por Balenciaga?

Hace muchos años que opté por no fijarme porque ya no veo una prenda sino "fantasías animadas en las pasarelas". Muchas veces lo que atrae es esa fantasía animada y lo que se vende es lo que nadie ve. El desfile de moda antes era para que la clienta eligiera el modelo que quería y ahora es para atraer a la gente. Ahora la moda es espectáculo.